Con el temperamento se nace, pero una parte de él se construye en la relación con el entorno. Ese bebé irritable, llorón o tranquilo le debe a su herencia genética, casi en un 70 por ciento, la manera como responde a cada circunstancia de su cotidianidad.
Es posible identificar los rasgos de dicho temperamento desde los primeros días de vida del pequeño: cosas simples como el nivel de actividad, la capacidad de autorregularse y la forma de percibir estímulos permiten ver actitudes particulares. “Es el estilo innato de comportarse; las características que hacen diferente a un niño de otro”, afirma la sicóloga Juana Morales, experta en crianza y desarrollo.
Esa manera de actuar frente al medio que lo rodea se reconoce, por ejemplo, en actividades como la atención, la alimentación, el baño, el vestido y el cambio de pañal, pues en cada uno de estos procesos el bebé interactúa con el medio y aprende a reconocer a quienes le proporcionan todas estas circunstancias, agrega la especialista.
A los 3 años de edad se dice que el temperamento está definido. Aunque es estable a lo largo del desarrollo humano, el carácter cambia el modo de adaptarse y manejarse frente a determinadas situaciones.
Lo importante es que los padres lo reconozcan, lo acepten y que haya sintonía entre éste y el estilo de paternidad. “Si ellos no están ajustados a la reacción del niño, tendremos un problema”, señala la sicóloga infantil Paula Bernal, ya que no podrán responder, de manera efectiva, a las necesidades del menor.
Según ella, lo sano es que el temperamento del niño se ajuste a las exigencias y las capacidades del ambiente. “Si es catalogado como difícil y tiene unos padres comprensivos, que entienden que es parte de su temperamento, en gran parte genético, habrá una situación óptima para el desarrollo de su hijo”, explica Bernal.
La pediatra Aura Sofía Rico, especialista en desarrollo infantil, indica, por su parte, que los padres no deben hacerse un estereotipo de hijo perfecto. “Deben saber que ese es el niño que les tocó y aprender a manejarlo”, dice.
Son tres las categorías en las cuales se les puede catalogar: el niño fácil o tranquilo, el difícil y el de reacción lenta (o reservado). En cada una de estas existen componentes de ese temperamento: ritmicidad (regular o irregular), control de sí mismo (cómo puede calmarse por su propia cuenta), actividad (concentración, permanencia y atención), aproximación o alejamiento, adaptabilidad (cómo se ajusta a lo nuevo), estado de ánimo y expresión, intensidad (en las reacciones y en las emociones) y percepción de estímulos sensoriales (reacción frente a cosas como el ruido, la luz o el tacto).
Cabe anotar, sin embargo, que no todos los niños caben dentro de las categorías que a continuación se describen y que lo anterior son aproximaciones que pueden o no ajustarse a la realidad de cada pequeño.
Identificación
El niño fácil. De acuerdo con la sicóloga Paula Bernal, este bebé se caracteriza por adquirir rutinas de alimentación y de sueño más rápido (ritmicidad). A los pocos meses de nacido logra pasar derecho en la noche (aunque, de no hacerlo, también debe tenerse en cuenta que a veces los padres son responsables por no crear hábitos de sueño).
Su nivel de actividad se ajusta a la situación y se aproxima con facilidad a las personas y situaciones nuevas. Se adapta fácilmente al cambio y se le ve tranquilo en el baño, la alimentación y en la hora de dormir. Es feliz.
Para la pediatra Aura Sofía Rico, quien se refiere a él como el bebé agradable, es un infante que permanece de buen humor, ríe fácilmente y es muy tolerante a situaciones como el hambre.
El niño difícil. Su estado predominante es el llanto o la rabia. “Le cuesta trabajo regularse porque responde con mayor intensidad al medio y es mucho más sensible a todos los estímulos. Todo le molesta y si algo le duele, llora el triple”, explica la sicóloga Juana Morales.
Es más difícil cuadrarle el sueño y la alimentación, pues quiere comer a cada rato. Tiene un alto nivel de actividad, no duerme mucho y se muestra inseguro frente a situaciones y personas nuevas. “Se demora un poquito más en adquirir seguridad, hace rabietas cuando se frustra, sus estados normalmente son negativos y su expresión, intensa”, añade Bernal.
Igualmente, se le considera retador, pues quiere hacer lo que desea.
El niño de reacción lenta. Muestra una respuesta inicial negativa frente a las situaciones nuevas. Le cuesta trabajo todo lo novedoso pero es cuestión de darle un periodo inicial. Gradualmente, logra adaptarse.
Al infante que pertenece a esta categoría se le suele considerar consentido y malcriado.
Así mismo, no sonríe tan fácilmente y es muy observador.
Errores comunes de los padres al controlar a sus hijosConvertir una de las características del temperamento en defecto.Negar la existencia de un niño difícil.Dejar que haga lo que quiera o discutir con él todo el tiempo por sus reacciones.Tratar de imponer la autoridad por la fuerza.Ser impacientes o intolerantes.Prestar demasiada atención a su indecisión, reforzándola.Suponer que el llanto es por hambre.Pensar que se malcría al bebé cada vez que se calma su llanto.
Consejos para manejar el temperamento
Es importante crear y seguir rutinas, para darle al niño seguridad y anticipación.
Para el bebé difícil y para el de reacción lenta, se requiere lo siguiente:Atención oportuna.Fraccionar las situaciones nuevas. Darle tiempo para que observe y busque el o.Verbalizar las rutinas y hacer las cosas con suficiente antelación, teniendo en cuenta el ritmo del infante.Evitar comentarios peyorativos.Validar y verbalizar sus sentimientos: "Sé que estás impaciente porque quieres el tetero pero mamá debe prepararlo".Reconocerlo y aceptarlo.Defenderlo si alguien lo rotula de manera inadecuada.En el caso del bebé difícil, éste requiere actividad física continua, como salir al parque o hacer parte de un club deportivo.
Andrea Linares G.
Redactora ABC del Bebé