Leyla Bojacá es una enfermera entrenada en el programa Mamá Canguro. Su bebé nació de cinco meses y tuvo que aplicar con su hijo lo que les había enseñado a otras tantas mujeres.
Los grandes ojos de Javier están atentos a cualquier sonido y figura que se posa frente a ellos, como si quisiera ver el doble de lo que puede, y así compensar el riesgo que tuvo de perderlos para siempre. Cuando nació, su cuerpo aún no estaba listo para cumplir las funciones que tenía destinadas.
Uno de los problemas de salud que enfrentó al nacer fue el desprendimiento de su retina, que lo ponía en riesgo de ceguera.
Leyla, la mamá del pequeño Javier, iba cada mañana a cuidados intensivos para ver al hijo que no pudo llevarse a casa y que debía quedarse en una incubadora, luchando por su vida.
Antes de su embarazo, ella estaba del otro lado. Llegaba a la unidad, no para ver a su hijo, sino para atender a los pacientes prematuros que cuidaba cada día, en su trabajo como enfermera.
Leyla cursó un diplomado en ‘Técnica de madre canguro’ en la Universidad Javeriana y, desde ese momento, cuidó a los bebés nacidos antes de la semana 37 de gestación. “Manejaba a las mamás, sabía que tratar su parte sicológica era importante, porque siempre se espera a un bebé gordo, grande, que todo el mundo vaya a verlo. Pero en ese caso solo se podía esperar en la clínica por tres meses, y eso, porque quizás no se salvaban. Después de todo eso me tocó vivirlo a mí”, recuerda.
Su embarazo tuvo un control especial porque sufrió de tensión alta y debía tener reposo constante y cuidado en la alimentación. Pero, en la semana 23, en el quinto mes, rompió membranas y tuvo que ser hospitalizada.
Cuando estaba en la cama de la clínica, el médico tratante llegó a verla. Leyla recuerda con claridad lo que le dijo: “–Su bebé no es viable, es demasiado pequeño y está potencialmente infectado por la ruptura de membranas–. Después de eso me pasaron a la sala de cesárea; mientras tanto, digo yo que por el corazón de madre, sentía que mi bebé se movía. Entonces pensé: vamos a luchar. Cuando nació, el médico se sorprendió porque el pequeño reaccionó y lloró, entonces me dijo que iba a hacer lo humanamente posible para salvarlo, pero no me prometió nada”.
Dos por seis
Hoy ya tiene seis meses, aunque debería tener dos; eso hace que Javier se vea más pequeño y frágil para su edad; por eso, Leyla tiene que explicarles a todos los curiosos que le preguntan la edad de su hijo, por qué es tan pequeño. Responderles significa relatarles la historia de cómo, a los cinco meses, logró sobrevivir fuera de su vientre.
“Se debe −dice Leyla− a que yo siempre he tenido mucha fe y le pedí un día a mi Dios, cuando el niño estuvo grave, que se infectó y no lo podían reanimar, ‘Señor, si me dejas este bebé, déjamelo sano porque yo sé que él tiene una misión especial en este mundo’. Y al bebé yo le decía: tú eres fuerte y vas a salir de esto”.
Javier Santacruz nació de 735 gramos, pero bajó a 620 a los pocos días. Además del problema visual, presentó displasia broncopulmonar, bacteremia de prematuro, neumonía y problemas en su corazón.
“Pero fue superando todo. Yo sé que mi Dios puso su mano y por algo me tiene al bebé en esta vida y está normal. Él actualmente tiene 6 meses, pero no está acorde con esa edad; todo se maneja por edad corregida, quiere decir que contamos desde el día en el que tuvo que nacer.
Por ecografía cerebral, todos los exámenes han salido normales, pero tiene que estar en control de otorrinolaringólogo, estimulación temprana, terapia física, neurólogo, para que desarrolle su potencial. Se espera que a los dos o tres años se haya igualado a los otros bebés”, dice Leyla.
Madurar como guanábana
Todo lo que Leyla aprendió y enseñó sobre el programa de Madres Canguro tuvo que aplicarlo con su hijo.
Cuando estaba en la casa, tenía que extraerse la leche para que no se le secara. Este proceso fue doloroso, no por la succión, sino por el reemplazo que un aparato hacía de su bebé.
“Recuerdo mucho cuando vi a mi pequeño envuelto en una bolsa plástica, como cuando se maduran las guanábanas, porque eso les brinda calor. Sin embargo, aunque yo conocía el procedimiento, me dolió ver que no tenía ni una cobija”.
En cuanto pudo, lo puso en su pecho y no dejó de hablarle para darle la fuerza necesaria. “El día que lo vi por primera vez tenía la piel transparente, se veían las venas, la cabeza era como una naranjita, no tenía los pliegues de las orejas.
“Seguí el proceso todos los días y es lindo ver cómo se va desarrollando; las mismas enfermeras celebraban diciendo -ya llegó a un kilo-. A los tres meses de estar en la Unidad de Cuidados Intensivos, logró los 1.500 gramos de peso y me lo pude llevar para la casa.
“Él me ha dado ánimo, porque responde a lo que hago, aunque uno dice que tan pequeño no siente; pero sí. Cuando lo veía sonreír, pensaba: vamos bien”.
En nombre de su hijo
En la UCI Leyla conoció a niños que estaban solos todo el día, porque las mamás no tenían los recursos para verlos. Uno de ellos es Dana, una pequeña que lleva nueve meses hospitalizada y parece que no quisiera seguir luchando.
Sabía que sus padres no contaban con los recursos. Por eso, Leyla quiso un día llevarle pañales. “A nombre de Javier Santacruz”, pensó, y ese fue el momento en el que nació su fundación ‘Ceab’, Centro de Estimulación y atención al bebé prematuro.
Desde hace tres meses, esta enfermera va a diversos hospitales y en el área de trabajo social pide que le ayuden a identificar a las madres de prematuros con pocos recursos y, junto con sus compañeras enfermeras del diplomado, forman brigadas para desplazarse a los barrios de Bogotá. Piden prestado el salón comunal, convocan a las mujeres y les dictan talleres para que aprendan a hacerles terapias a sus pequeños hijos.
Junto con sus colegas enfermeras va en busca de patrocinio para encontrar los recursos que les permitanllevarles a las madres pañales, alimentación, dinero para el transporte y lo que sea necesario.
“Mi sueño es construir un lugar al que acudan las mamás para que les podamos enseñar cómo manejar a sus bebés prematuros. Sueño con que ese lugar se llame Javier Santacruz”.
Mamás canguro
Este programa, creado por pediatras colombianos y que cuenta con reconocimiento y aval mundial, está basado en el afecto y la cercanía de los padres como herramienta para estimular el crecimiento y desarrollo del bebé pretérmino.
En cuanto a los cuidados básicos, se debe hacer lo posible para que un bebé prematuro gaste las mínimas calorías hasta que consiga los 2.500 gramos. Esta es la razón por la que no se le puede bañar y el cambio de pañal debe durar apenas un par de segundos. Al vestirlo, se debe cubrir su cabeza con un gorro por la misma razón.
La clave de este método es que el bebé sienta el corazón de los padres o de las personas cercanas. El pequeño no debe estar acostado y quien lo esté ‘cangureando’ debe permanecer sentado; así, por ejemplo, pasó Leyla noches y días: “ya sabía con exactitud cuántas eran las baldosas del cuarto y los pormenores de la habitación”, dice.
Inicialmente no lacta, porque no cuenta con la fuerza suficiente para succionar; entonces se le da una gota por hora, luego se le puede suministrar con sonda. No es necesario darle una leche complementaria, porque la materna tiene todo lo que él necesita. No debe dejar de comer por más de dos horas para que no sufra de hipoglicemia y cuando ya succiona, debe dar dos chupadas y descansar.
Por Juliana Rojas H.
Redactora ABC del bebé.
DATOS LEYLA BOJACÁ:
CELULAR: 3167172511