Una de las rutinas más importantes para la salud, no solo física sino mental y emocional del ser humano es, sin lugar a dudas, el sueño. Un descanso reparador trae consigo horas de actividad productiva y un derroche de energía y creatividad. Además, es un hábito que debe constuirse desde que se nace, y que se va regulando con el tiempo.
Como lo indica Ramiro Benavides Benavides, neuropediatra del Hospital Infantil Los Ángeles de Pasto, “durante el sueño se liberan ciertas hormonas que nos ayudan a crecer y a tener un neurodesarrollo adecuado para cada edad, e influye, en gran medida, en la maduración del sistema nervioso central. Mientras se duerme, se realiza el proceso de fijación de una de las funciones más importantes del cerebro: la memoria”.
Por su parte, Franklin Escobar Córdoba, profesor de psiquiatría de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Colombia, opina que el sueño en los bebés es tan importante como la lactancia, pues contribuye al crecimiento y desarrollo normal del cerebro y del sistema nervioso.
“Un pequeño que duerme bien es un bebé que, en general, está sano. Es más, cuando ellos presentan un desarrollo deficiente en estatura y peso se debe sospechar de algún trastorno del sueño, y el médico ha de evaluarlo”, indica el docente.
¿Cómo debo ir creando el hábito?
Lo primero es conocer el sueño normal en los bebés y cuáles son sus características, en segundo lugar, dejar que inicialmente duerma a libre demanda y en la medida en que va creciendo enseñarle que la noche se hizo para dormir y el día para tener actividad.
A partir de los tres meses de edad, sostienen los expertos, es mucho más fácil iniciar la tarea para ir formando hábitos saludables en torno al sueño. Para ello, lo más importante es respetar horarios, y tener limpio y bien alimentado al bebé a la hora de ir a dormir.
También, hay que tener en cuenta una serie de rituales facilitadores del sueño y, a la vez, apartar otros que definitivamente lo espantan, acciones que no hay que realizar en los momentos previos a dormir. Se trata de ayudas, como música y luz para los bebés, y con los más grandes la lectura de cuentos o hablar de las actividades del día, entre otros recursos.
Lo primero, en la guía para crear una rutina que lleve al hábito, es brindarle al niño una comida liviana pero nutritiva. Con los bebés, en especial, es ideal que en las horas de la noche se les dé un baño, así estarán frescos y eso les ayudará a conciliar el sueño.
Colóquele una pijama limpia, fresca y cómoda para ir a dormir, y elija una hora fija, todos los días, para ello, así irá adquiriendo horarios específicos y respetables de sueño. Igualmente, asegúrese de que el ambiente sea propicio para el sueño. Una habitación ventilada, silenciosa y con temperatura agradable.
Procure que ese momento del descanso esté ligado a un espacio agradable e íntimo entre los padres y su hijo, donde tengan una palabra, una canción, una melodía y, ya más grandecitos, podría ser la lectura de un cuento, lo que indique que ha llegado la hora de dormir.
A partir de los cuatro meses, cuando los pediatras recomiendan que el bebé ya puede dormir solo, póngalo en su cuna o cama, despídase y salga de la habitación. Es posible que al principio llore, pero puede quedarse a su lado, calmarlo, sin cargarlo, poner música y hablarle hasta que concilie el sueño.
Finalmente, se debe tener en cuenta que, según las estadísticas, los niños no son ajenos a los trastornos del sueño, pues de 25 a 30 por ciento de las visitas que los padres hacen con sus hijos al pediatra están relacionadas con algún tema de sueño. “De allí que enseñar a los pequeños a que adquieran una rutina de buen dormir, a lo largo de su primera infancia (0 a 6 años), resulta primordial para asegurar un desarrollo equilibrado de sus habilidades mentales y motoras”, dice Cielo Torres Mariño, pediatra especializada en trastornos del sueño.
Con la alimentación complementaria
Es posible, y más cuando los niños son tan pequeños, que cualquier cambio en sus rutinas, en las actividades y, por supuesto, en la alimentación, alteren sus tiempos y hábitos de sueño, es decir, aquellos que hasta los seis meses pueda haber instituido.
Así lo confirma el neuropediatra Ramiro Benavides Benavides, quien dice que con el inicio de la alimentación complementaria, cuando se empiezan a introducir en la dieta del bebé alimentos diferentes, con una carga nutricional diferente a la de la leche, es posible que los ciclos de sueño de los niños se alteren, sobre todo porque en los primeros meses de vida el sueño que predomina es de tipo REM (movimientos oculares rápidos), y los despertares son frecuentes ya que son ciclos cortos de sueño.
Es importante tener en cuenta que el sueño de los bebés debe regularse entre los 6 y 12 meses, y lograr que duerma la noche completa. Este objetivo se logra siempre y cuando los padres inicien las rutinas para ello, como las que ya se explicaron. “Si el bebé llega al año de edad sin rutinas de sueño y despierta a sus padres, amerita una consulta con el especialista”, anota Marco Aurelio Venegas, neurólogo con especialización en trastorno del sueño.
Sueño y desarrollo
Como lo explica Franklin Escobar Córdoba, profesor de psiquiatría de la Universidad Nacional de Colombia, en los primeros meses de vida el sueño contribuye a los procesos de maduración del sistema nervioso central, principalmente del cerebro, lo que permite la producción de la hormona del crecimiento y esto estimula el desarrollo físico y mental del bebé.
La hormona actúa sobre muchos tejidos e influye en el metabolismo y, precisamente, se segrega en mayor cantidad a los 50 o 60 minutos de haberse iniciado el sueño nocturno, aunque estudios han comprobado que en siestas largas, como las de los recién nacidos, también ocurre esto. Por ello, es lógico que los pequeños que duermen intermitentemente y de forma intranquila se vean en desventaja frente a estos procesos.
Por ejemplo, en los bebés, las siestas que toman por periodos, a lo largo del día, y el sueño nocturno son indispensables el uno del otro y muy benéficos para su desarrollo. Los niños que toman su siesta son, por lo general, menos caprichosos y duermen mejor durante la noche.
“Un bebé se demora, aproximadamente, de año a año y medio para aprender a caminar, pero toma hasta 4 años para aprender a tener un sueño de características regulares durante la vida. Cabe decir, que el sueño brinda enormes beneficios para la salud, en todas las etapas, incluso en la vejez”, anota Escobar Córdoba.