A partir de los 6 meses, los requerimientos nutricionales de tu bebé cambian y es necesario empezar a introducir en su dieta una variedad de alimentos sólidos, semisólidos y líquidos, ricos en proteínas y nutrientes, que se encargarán de complementar, más no sustituir, la lactancia materna, hasta los dos años.
Es el momento en el que tu pequeño no solo comienza a probar nuevos sabores, a conocer texturas y a masticar, sino que empieza a familiarizarse con muchos de los alimentos que comerá el resto de su vida, lo que hace de esta una oportunidad ideal para crear hábitos de alimentación saludables.
EL pediatra te irá indicando qué frutas y verduras puedes comenzar a darle, sobre todo, fijándote muy bien cuál de ellas le gusta más o también cómo puedes mezclarlas o el tipo de purés de diferentes verduras, coladas o purés de verduras con carne y papillas de distintos cereales mezclados.
Ya entre los 9 y los 11 meses, puedes ofrecerle alimentos de mayor consistencia. Por ejemplo, los tubérculos como la papa, la yuca, la arracacha y plátano; debes prepararlos en forma de puré o papilla pero ya puedes empezar a darle a tu hijo vegetales cocidos y carnes desmenuzadas. De hecho, a esta edad, tu niño ya tiene movimientos de pinza (dedos pulgares e índice) y puede “agarrar” trozos de alimentos con sus dedos como pedazos de fruta, pan o galletas. “Esto promueve el desarrollo de la dentición, la masticación y la coordinación entre los movimientos de la mano y la boca (coordinación oral motora). El bebé aprende masticar y a pasar alimentos más sólidos sin atorarse”, explica Angarita.
En esta etapa, debes establecer horarios con dos o tres comidas principales y dos refrigerios como yogurt galletas pan frutas o compota.
El pescado de agua dulce y el huevo pueden empezar a hacer parte de la dieta de tu hijo hacia los 12 meses (si no existen antecedentes de alergia en la familia) mientras que leguminosas como el fríjol, la arveja, la lenteja o el garbanzo, que le aportan proteínas, energía y hierro, son ideales a esta edad, licuados o en puré.
Finalmente, hacia el primer año, si bien el niño ya “come de todo” la consistencia de los alimentos (triturado, molido, en puré o en trozos pequeños) seguirá dependiendo de su nivel de desarrollo. Para este momento, las especialistas sugieren integrar al niño a la mesa familiar con horarios de comida de los adultos, es decir, tres comidas principales y de uno a dos refrigerios.