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Es normal que las mujeres sientan culpa cuando dejan a sus bebés, después de la licencia de maternidad

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Una mujer debe estar preparada emocionalmente para retomar la vida laboral y, así, evitar problemas con el bebé y la pareja.
Natalia había estado pendiente de Mariana día y noche, durante sus primeros meses de vida, brindándole protección, compañía y cuidado. Y no es para menos, pues era su primera hija y sentía que no podía despegarse ni un solo minuto de ella.
Hasta que llegó el día en que tenía que dejar a la pequeña al cuidado de otra persona, pues retomaba sus actividades laborales después de terminar su licencia de maternidad, la cual le daba el derecho de permanecer 84 días al lado de su bebé, después del nacimiento.
“Aunque yo quería trabajar porque estaba cansada de la monotonía, después de dejar a mi bebé me ponía a pensar en que ella comenzaba a hacer cosas nuevas que yo no podría ver, y me sentía como una mala madre. Sin embargo, empecé a hablar con mis compañeras sobre esta sensación y todas me decían que era normal. Después me di cuenta de que yo también tenía que trabajar por la niña y continuar con mi proyecto de vida”, dice Natalia.
Al igual que ella, muchas madres sienten miedo, un gran vacío y hasta culpa cuando dejan a sus hijos al cuidado de otras personas. “Sentir ese tipo de vacío es común porque el primer sentimiento que se despierta en la mamá es el de protección; entonces, cuando tiene que salir de su casa para dedicarle varias horas al trabajo y no estar al lado de su niño, la situación le crea una cantidad de inseguridades y cuestionamiento, tales como: ¿será que va a estar bien?, ¿le van a dar la comida como es?”, explica Nhora de la Espriella, sicóloga clínica de la Fundación Ruah.
La preocupación maternal primaria es un estado de sensibilidad que empieza a sentir la gestante desde el final de la última semana de embarazo, hasta unas semanas después del parto. Según la siquiatra y sicoterapeuta Juliana Villate, luego “puede haber una sensación de alejamiento que es normal y necesaria para readaptarse a la vida individual y marcar la finalización normal del vínculo simbiótico entre la mamá y el bebé de esos primeros días. Es cuando la mujer se retoma a sí misma, a su vida laboral, académica y social como ser individual”.
¿Madres sobreprotectoras?
El sentimiento de culpa se irá desapareciendo o superando, de acuerdo con la personalidad de la mujer porque, por ejemplo, a una madre sobreprotectora le costará más trabajo superar este momento. La siquiatra explica que protege en exceso es aquella que después de los primeros meses continúa ‘fusionada’ con su bebé, se anticipa a su deseo y no deja que él sienta necesidad. Al actuar así lo deja solo con dos alternativas: estado permanente de regresión y la fusión o el rechazo.
En estos casos puede haber una historia de infancia complicada, donde, entonces, la mujer pretende convertir al hijo en su propia figura de apego. Así, ese niño aparentemente sobreprotegido lo que hace es soportar la responsabilidad de cuidar a su madre, quien tiene una dependencia patológica de menor.
A diferencia de la madre que tiende a proteger demasiado, está la asertiva, quien es aquella que hace una  lectura interior activa y real de las  necesidades del niño. Su disponibilidad va disminuyendo gradualmente a medida que se acrecienta la capacidad del niño para soportar las fallas en la misma, así el niño aprende a tolerar la frustración, al entender que tiene un límite temporal breve, y desarrolla la capacidad de espera.
Ni muy cerca, ni muy lejos…
Lo ideal es que la madre, mientras logra retomar sus actividades cotidianas y vuelve a revivir sus ideales y proyectos de vida, mantenga una distancia adecuada con su hijo. Es decir, que no se muestre como una madre sobreprotectora, pero tampoco lo descuide y remita la responsabilidad permanente a otro cuidador. Cuando hay una presencia permanente o una ausencia prolongada, se presentan ciertos trastornos en el desarrollo emocional en el bebé –señala Villate–, pues después de los primeros meses debe también alejarse del niño por espacios de tiempo, para una correcta resolución del proceso de desarrollo psíquico del pequeño. “Un apego sano a la madre exige que el niño (de los 6 a los 12 meses) haya  desarrollado la capacidad cognitiva de conservarla en su mente cuando no está presente. A los  8 meses, llora y la extraña; por lo tanto, adquiere la capacidad de representación y va adquiriendo o con la realidad y con la frustración, necesarias para su desarrollo”, agrega Juliana Villate. Del mismo modo, con el regreso de la madre y su capacidad de darle amor y de leer sus necesidades, el niño va calmando sus ansiedades de separación de una manera adecuada.
Una vida por retomar
La mujer debe entender que, el de hecho que retome su vida laboral es sano, tanto para ella como para el bebé. “Que una madre lo suficientemente buena es la que sabe que puede dar amor a su hijo, acunarlo, cambiarlo, amarlo, cantarle, hablarle, pero que también hace su vida, tiene sus amigas, va a trabajar o a estudiar, hace el amor con su esposo, va al gimnasio y pinta”; señala Villate. Este tipo de transformaciones, además, evitan los sentimientos de culpabilidad y frustración, y fomentan la permanencia de tiempos adecuados y profundos con el niño.
Tenga en cuenta
La sicóloga Nhora de la Espriella recomienda:
- Dejar al niño al cuidado de una persona conocida y que le genere confianza a la madre. l Es indispensable visualizar el momento del desapego, desde que la pareja empieza la preparación para ser padres. Durante los nueve meses de gestación, deben disfrutar el embarazo, hacer acuerdos y prepararse para un cambio de vida con motivación y fortaleza.
- La madre puede hablarle al bebé de lo que está pasando, decirle que ella va a trabajar y que todo lo hace por el bien de los dos.
- Es importante que la mamá tenga claro el manejo de los horarios para que pueda compartir tranquilamente con su hijo.
- La hora de la lactancia debe aprovecharse al máximo. La mamás deben estar muy tranquilas y afectivas con su bebé. Si es posible, el padre debe acompañar a su pareja en este momento.
Efectos en la familia
Cuando la madre empieza a trabajar y se ve afectada por la presión de las actividades laborales y maternales, simultáneamente, puede estar generando un malestar familiar.
Por ejemplo, la pareja puede comenzar a culparse el uno al otro, debido a que se sienten desplazados, solos y con nuevas responsabilidades. O, si en la familia existen más hijos, pueden sentir que la madre está concentrando toda la atención en el nuevo miembro de la familia.
Por eso, es ideal que tanto el hombre como la mujer lleguen a acuerdos relacionados con el cuidado y la crianza del hijo, compartan momentos juntos, como la lactancia y el juego, y se hagan sentir aún importantes de manera mutua, después del nacimiento del bebé.
Por Karen Johana Sánchez
Redactora ABC del bebé

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