Uno de los tantos cambios que seguramente habrá notado desde que está embarazada es la visita constante al baño, no solo durante el día, sino también en las noches, cuando debe levantarse de su cama varias veces para vaciar su vejiga. Todo como consecuencia de los famosos cambios hormonales.
Debido a esta condición, las mujeres en gestación presentan con frecuencia infecciones urinarias, que se convierten en una molestia habitual, quizás la más frecuente durante los nueve meses. De acuerdo con el ginecoobstetra Nicola Ambrosi, tres situaciones son las causantes para que esto ocurra:Inmunomodulación: al comienzo del embarazo la mujer se encuentra en un estado de inmunomodulación, es decir, que sus defensas están más bajas de lo habitual, generando que la respuesta contra las infecciones urinarias sea menos efectiva.
Progesterona: los niveles de esta hormona, encargada de mantener el embarazo, se suben y, como consecuencia, se genera un efecto de relajación del uréter (órgano que comunica el riñón con la vejiga) con movimientos peristálticos que permiten a la orina salir en una corriente descendente y, así, evitar que suban elementos extraños. Pero la progesterona hace que el peristaltismo disminuya y aumente la posibilidad de ascenso de esos agentes infecciosos.
Compresión de uréteres: después de la semana 20, el útero aumenta su tamaño y comprime los uréteres hacia los lados; esa presión genera disminución de la circulación de la orina, provocando acumulación y estancamiento. Además, señala Ambrosi, la distancia entre la uretra y la vagina es demasiado corta: entre 0,5 y 1 centímetros; entonces permite la cercanía entre estas dos cavidades que posibilitan la presencia de alteraciones vaginales.
El ginecoobstetra Édgar Acuña señala que durante el embarazo la orina se torna menos ácida y más alcalina, lo que promueve el aumento de las colonias de bacterias. Por todas estas razones, los médicos deben realizar en las mujeres gestantes pruebas para determinar si el sistema urinario se encuentra en perfecto estado.
Los controles prenatales son fundamentales para diagnosticar a tiempo, formular tratamiento y realizar seguimiento; de lo contrario, la mujer y el bebé pueden estar expuestos a varios riesgos. Al comienzo del embarazo y trimestralmente, la mujer debe tomarse parciales de orina y urocultivos, cuyos resultados deben analizar el ginecoobstetra.
Controles prenatales, mamá alerta
Aunque las infecciones urinarias son frecuentes entre las embarazadas, tratamientos como el uso de antibióticos detienen a tiempo las complicaciones.
Pero, a pesar de que la mujer realice sus chequeos, siempre va a estar predispuesta a padecerlas y es importante que mantenga una estrecha comunicación con su médico.
Los síntomas iniciales del embarazo, inherentes a su condición, son las mismas señales de una anormalidad en el sistema urinario: ir con frecuencia al baño o tener ganas de ir, no expulsar gran cantidad de líquido, pero continuar con la sensación de tener la vejiga llena).
“No debemos alarmar a las mujeres, porque si les decimos que los síntomas de una infección urinaria son tener constantes deseos de orinar, todas estarían pidiendo consulta”, dice Ambrosi.
Pero sí es importante que las mujeres puedan identificar cuando la infección ha pasado a complicarse y se hace necesaria la atención prioritaria.
El ginecoobstetra Acuña agrega que toda mujer en embarazo debe consultar al servicio de urgencias si siente “ardor o dolor al orinar, presenta orina fétida, fiebre, escalofrío o vómito”. La mujer puede presentar infecciones bajas que afectan a la uretra y a la vejiga como uretritis o cistitis y cuadros más severos como pielonefritis, que comprometen el riñón.
Esta última situación implica hospitalización con las posibles consecuencias para el embarazo, que pueden ser preeclampsia o elevación de la tensión, parto prematuro con las complicaciones que esto genera para un bebé (bajo peso, inmadurez de sus sistemas, infecciones), ruptura de membranas y sepsis complicada, es decir, un cuadro severo de infección, que ya no está limitado a la vía urinaria y que puede comprometer la vida de la personas.
Sin temor a los medicamentos
La mayoría de las embarazadas se atemorizan cuando deben tomar medicamentos durante la gestación. Aunque tiene que existir una prevención en este estado, el especialista Édgar Acuña asegura que “los médicos no buscamos hacerles daño a las pacientes y cuando formulamos, tenemos la certeza de que se pueden emplear durante el embarazo y que ayudarán a prevenir determinadas enfermedades, para evitar su desarrollo y complicación, tanto para el niño como para la madre”.
El también ginecoobstetra Nicola Ambrosi señala que la FDA (Food and Drug istration), encargada de regular las drogas y alimentos en Estados Unidos, ha creado un capítulo muy importante sobre seguridad dentro del embarazo, en el que se comprueba a través de investigaciones científicas que existen fármacos como antibióticos o anticombulsionantes que se pueden emplear sin que vayan a tener repercusiones graves o que dejen secuela durante la gestación para ninguno de los dos.
Sin confusiones
El ginecoobstetra Édgar Acuña explica que la mayoría de las mujeres no tienen claras las diferencias entre una infección urinaria y una vaginal y terminan por trastocar los síntomas y erróneamente en ocasiones se autoformulan.
Para las infecciones vaginales, en la mayoría de casos, se emplean óvulos como tratamiento. Los cambios en el flujo representan una infección en los genitales y como consecuencia se puede presentar ardor o dolor al orinar, “que no es indicativo para usar antibióticos, lo importante es que el médico tenga la posibilidad de hacer la diferencia para formular”, dice el experto.
Juliana Rojas H.
Redactora ABC del bebé.