Los
parásitos intestinales habitan en el sistema digestivo de 2 mil millones de personas en el mundo (la tercera parte de la población), según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Entre ellos, uno de cada cinco son niños, y especialmente ocurre entre quienes viven en ambientes poco aseados, pues se transmiten por el consumo de aguas sin procesos de higienización, alimentos que no son correctamente lavados o por no
lavarse las manos, especialmente después de entrar al baño. Aunque parecieran inofensivos, 20 mil personas mueren cada año por no realizarse el tratamiento adecuado, según cifras de la OMS, asegura el gastroenterólogo pediatra Álvaro Mariño.
Los padres pueden darse cuenta de la presencia de las lombrices en la materia fecal o de los huevos que alcanzan a percibirse alrededor del ano del niño. Cuando han migrado a esta región pueden producir piquiña y los niños se rascan, se llevan las manos a la boca y el proceso de infección vuelve a empezar. Lo ideal es lavar la zona con lociones calmantes durante el día y cambiar los tendidos cuando se inicie el tratamiento con antiparasitarios. Juan Carlos Gómez, director médico de Sanofi Aventis, asegura que otros de los síntomas son decaimiento, cierta apatía para comer, anemia o diarrea, dolor de estómago y, en ocasiones, fiebre.
La recomendación es tomar un antiparasitario, pero siempre bajo la asesoría del pediatra para que sea él quien recomiende cuál y cada cuánto es necesario. El doctor Gómez asegura que es más frecuente que este problema se dé en áreas rurales, por lo que en la ciudad no es necesario desparasitar a los niños con tanta frecuencia.
Una manera de
prevenirlo es mantener los espacios limpios, tomar agua potable y, especialmente, lavarse con mucha frecuencia las manos.