Así sea por corto tiempo, el juego es la mejor forma de vincularte con tus hijos, porque a través de este, ellos construyen su identidad, y tú puedes llegar a descubrir qué piensan y cómo se sienten. Por eso, no es un secreto que os padres que juegan con sus hijos no solo comparten momentos de placer sino que también estrechan lazos afectivos, se relacionan mejor y logran "conectarse" con sus pequeños como de ninguna otra forma.
De hecho, todos los padres deberían realizar actividades lúdicas con sus hijos de manera constante ya que al hacerlo, les transmiten conocimientos, amor, seguridad y les ayudan a manejar las frustraciones.
Además, se trata de una actividad que es inherente al desarrollo de los niños y, por eso, nunca debe prohibirse, sino estimularse.
"El juego se inicia desde el momento del nacimiento e involucra gestos, caricias, palabras y movimientos. Con el paso del tiempo, aparecen otro tipo de habilidades físicas y cognitivas en el infante que dan la pauta para la puesta en marcha de diferentes actividades lúdicas”, afirma la sicóloga infantil Cecilia Zuleta.
Siempre que haya un vínculo emocional en el juego familiar, esos aprendizajes se van a fijar mucho más fácilmente, agrega la sicóloga Juana Morales. La familia debe utilizar los espacios para la lúdica y recreación y recurrir a las fortalezas y habilidades de cada uno de sus . Interactuar con los hijos en estos espacios nutre su identidad y autoestima.
Resulta que mientras los adultos piensan que el juego es una manera de “desaprovechar” el tiempo, la realidad es que durante la primera infancia la mejor actividad que puede hacer un niño es jugar.
“Las interacciones hoy están muy limitadas a la cotidianidad: comer, dormir y hacer tarea, pero hay otros espacios vacíos en la vida de los niños. Ellos requieren cada vez más que los papás les propongan actividades de interés, para evitar caer solo en ver televisión y en los videojuegos, y se puedan divertir como en otros tiempos”, dice la experta.
Según Rozo, con el juego como tal se deben cumplir ciertas condiciones: haber interacción, proporcionar placer, descubrir habilidades y aprender a manejar la gratificación y la frustración.
“El juego se constituye en un laboratorio de la vida donde las reglas son especiales, pero son ficticias, y al tiempo, pueden ser modificables en cualquier momento”, dice la terapeuta.
Ella aconseja no centrarse tanto en cuál es la tarea escolar del niño, sino más en otras necesidades. Asegura que algo tan simple como jugar a la profesora le puede mostrar a los padres cómo se comporta la maestra con su hijo.
“Los padres son proveedores de situaciones y objetos que van a estimular en el niño todos los conocimientos básicos de percepción”, afirma la psicóloga clínica María Mercedes Esguerra.
El infante adquiere madurez emocional con la ayuda de sus padres –agrega- pues ellos le enseñan a manejar frustraciones a través del juego, como saber ganar o perder.
Ideas fáciles y divertidas
Los primeros meses: los juegos deben ser de orden motor y sensoperceptual. Mostrar al niño las posibilidades del cambio corporal que puede haber en las diferentes posturas, boca abajo o de lado. Otra forma es aparecer, desaparecer, moverse hacia un lado y hacia otro, que disfrute el o físico, hacer cosquillas, ponerles música y bailar. El baño y aplicarle el champú también dan muchas posibilidades. Es el goce de la experimentación con agua, sonidos y olores.
Año y medio: aparecen otras posibilidades, por ejemplo, la permanencia de los objetos. El niño sabe que la mamá sigue estando para él aunque no pueda verla. Experimentar con pinturas, con arena y jugar en el pasto promueven el desarrollo sensorial, motor y cognitivo.
Más adelante se hacen juegos relacionados con objetos concretos. Por ejemplo, ensartarlos o meterlos dentro de algo. El niño o niña puede saltar, correr y jugar con una pelota. Es una oportunidad donde él entiende que una norma se repite. ‘Si yo hago esto voy a obtener un estímulo; por ejemplo, cada vez que yo tiro la pelota, mi mamá aplaude’. Eso le hace entender al infante lo que es agradable para otros y las formas con las cuales él puede ganar reconocimiento.
A los tres años: aparecen los juegos con otros niños alrededor y la posibilidad de analizar, muchas veces, que cuando un infante tiene dificultad para prestar sus objetos, es porque ha jugado poco y piensa que son propios. En cambio, cuando juega con los papás, ve los objetos simplemente como cosas para disfrutar.
A dicha edad, en las noches, cuando los padres regresan del trabajo, son muy valiosos los juegos de reconocimiento, dice la terapeuta Rozo. Se puede jugar a la maestra, a la cocina, al bombero, al chofer. Es decir, con roles de la cotidianidad. El disfraz es también una buena herramienta de juego cambiando de papel.
A partir de los cuatro años: los niños puede hacer juegos con reglas, por ejemplo, lotería y practicar más deportes, como correr, alcanzar la pelota, y las escondidas es uno de los juegos favoritos.
¿Y si no juega?
De acuerdo con la doctora Claudia Marcela Rozo, cuando el niño no juega, generalmente se encasilla en formas de actuar adultas que no lo dejan ser libremente y el papá no conoce cómo es su hijo. Además, la falta de juego impide que se desarrolle la creatividad.
“En el juego es donde uno más conoce cómo interactúan las personas, se vuelven más abiertas. En estas actividades los niños aprenden a manejar la frustración y la gratificación. Los niños que juegan puede que no aprendan que vale la pena luchar y, en cambio, pensar que la competencia no tiene sentido”, agrega la terapeuta.