Los problemas para cociliar el sueño alarman a los padres, pero son más normales de lo que parecen. La rutina diaria es la clave para evitarlos. Aprenda qué se debe hacer para solucionarlos cuando se presentan.
María tenía 4 años cuando se levantó por primera vez de la cama. Eran las tres de la mañana y su mamá dormía, hasta que escuchó que su hija estaba hablando con propiedad de las tareas para entregar al día siguiente en el jardín.
Luego se sentó en la cama y la primera reacción de Martha, su mamá, fue gritar. “Era impresionante ver la mirada perdida de mi hija, no entendía lo que estaba pasando, y pensé que era anormal”, comenta Martha Fandiño.
Su pequeña estaba sufriendo un episodio de sonambulismo. La madre olvidó que en su infancia también había tenido un comportamiento similar. “Este trastorno se hereda y es normal en la niñez y la adolescencia, no tiene nada que ver con el desamor o los sentimientos. Tampoco tiene repercusión en la vida diaria porque es un fenómeno automático que indica que el sistema nervioso está activo”, aclara la neuropediatra Olga Lucía Casasbuenas.
Otros menores presentan trastornos similares, que preocupan de igual manera a los padres. Es común que el bebé se despierte varias veces en la noche, no se duerma o le cueste trabajo conciliar el sueño. También se presentan alteraciones en la cantidad de tiempo al dormir: “Estos malestares pueden ser producto de la ansiedad en el ambiente o estar relacionados con la depresión”, según el siquiatra Rafael Vásquez.
Un niño depresivo se caracteriza por la pérdida de interés e irritabilidad. La ansiedad se manifiesta cuando le sudan las manos, le duele la cabeza, está asustado y temeroso. En estos casos hay que ubicar la fuente del problema dialogando con el niño y consultar a un especialista porque puede repercutir en su vida diaria. El rendimiento se acaba y la vida social se afecta.
El susto de siempre
También son frecuentes y normales las pesadillas. Sin embargo, hay que descartar que el menor tenga rinitis alérgica, porque la congestión nasal puede hacer que se despierte. “Es común que sueñen con monstruos y, cuando esto ocurra, no hay que preocuparse. Se les debe hablar y consentir”, recomienda el especialista Vásquez.
“El niño que tiene pesadillas duerme sin dificultad, pero varias veces en la noche se despierta motivado por un temor externo”, explica Olga Lucía Casasbuenas. Al día siguiente amanece cansado porque no tuvo un sueño reparador.
A nivel escolar, hay terrores nocturnos, que se presentan en un estado del sueño donde no hay conciencia sobre el episodio. De acuerdo con la neuropediatra, “el niño se despierta muy sobresaltado, pálido, con cara de susto, sudoroso y taquicárdico. Habla y camina”. El suceso puede durar hasta 20 minutos.
Trastornos como los terrores nocturnos suelen tener un carácter hereditario y son parte de la niñez, la etapa de la vida donde el niño recibe más estímulos. Si se enfrenta a un nivel de estrés físico o emocional se facilita el estado. Estos eventos en el sueño no inciden en la edad adulta y suelen desaparecer en la etapa de la adolescencia.
Los movimientos en la noche, ya sea que el niño respire duro, patee, dé la vuelta, cante, hable o pelee, siempre son normales y están relacionados con el sueño profundo. Es importante la observación y verificación de los padres.
¿Qué deben preguntarse estos?
“Es importante saber si la habitación es compartida o no, si hace frío o calor, si está durmiendo con luz, si tiene el televisor encendido o música; porque las condiciones ambientales pueden interferir en el sueño tranquilo y restaurador del menor”, argumenta la neuropediatra Casasbuenas.
Cuando se estructura el sueño en los lactantes, es importante que desde la primera noche el cuarto tenga las condiciones ambientales para el resto de la vida. Si se acuesta en la cama o cuna, no tiene que estar dormido; debe estar empezando su sueño y es importante que en esa transición el niño observe el sitio donde se queda porque desde los 6 o 9 meses empiezan los despertares eventuales en la madrugada.
Las mamás que intentan dormir al niño en su cama, para luego trasladarlo a la cuna, le causan una dificultad al menor, igual que si los acostumbran a mecerse, porque si el niño se despierta en condiciones distintas a las que se acostó, se angustia.
La rutina previa a la dormida es indispensable. En los escolares hay que mirar qué están haciendo en la tarde y que no se sobreestimulen en el momento de ir a la cama para no postergar su sueño. También hay que tener cuidado con los programas que miran, porque si tienen estimulación visual, auditiva y luminosa, los excitan más.
La comida es otro aspecto que influye. Se tiende a comer menos en la noche y no es una buena idea. Lo importante son los hábitos alimenticios adecuados para su edad y comer bien dos o tres horas antes de acostarse.
Cuando un bebé se alimenta antes de dormir y es lactante, empiezan las dificultades de reflujo, acidez y agrieras que lo incomodan para quedarse dormido. “Si es grande, hay que limitar las bebidas oscuras en las horas antes de acostarse, porque son sicoestimulantes y se aumentan los tiempos de actividad”, recomienda la neuropediatra. En la noche, el bebé se despierta porque quiere comida y la mamá lo complace; entonces, el niño se condiciona por la gratificación que recibe.
Para descartar patologías…
Si la condición de sueño del niño es inusual, acuda a una valoración de neuropediatría para hacer un diagnóstico diferencial con algunos tipos de epilepsia que se presentan durante el sueño.
Algunas epilepsias se generan porque la actividad eléctrica ocurre en un área del cerebro. Aunque el niño no presenta ningún movimiento en su cuerpo, la enfermedad se reconoce porque hace ‘tics’ con la boca, tiene la mirada fija y está pálido. El diagnóstico solamente lo puede realizar un especialista a través de un examen que se llama videotelemetría.
Se puede hacer durante doce horas en la noche. Al mismo tiempo que se filma, se hace registro de electro y se miden las alteraciones eléctricas en el trazado para determinar si hay epilepsia.
RecomendacionesMantenga una higiene del sueño con horarios adecuados para dormir de acuerdo con la edad del niño.Tenga un cuarto con un ambiente óptimo y no sobrecargado.Establezca un buen régimen alimentario.Si se presenta un caso de terror nocturno, evite despertar al menor.Recuerde que estos no son enfermedades y, por lo tanto, no se manejan con ningún medicamento.Tome medidas de seguridad en la casa para evitar que el niño salga y guarde los objetos cortopunzantes para impedir accidentes.No se asuste por el movimiento que haga en la noche, porque está activo su sistema nervioso y motor. De 2 a 4 años, los sobresaltos de los pequeños que se están quedando dormidos son naturales. “Una o varias extremidades se sacuden de manera abrupta mientras se pasa de la vigilia a la somnolencia; lo alarmante es que ocurra cuando están despiertos”, comenta la neuropediatra Casasbuenas.
Por Margarita Barrero F.
Redactora ABC del bebé.