Estos pequeños organismos colonizan el sistema digestivo y producen cólicos y pérdida del apetito. Tomar antiparasitarios dos veces al año los contrarresta.
Los parásitos encuentran un ambiente cálido, en el que, además de vivir sin pagar arriendo, comen gratis y pueden hacerlo por mucho tiempo, porque su presencia puede ser imperceptible, hasta que, atraídos por la vida placentera, nuevos inquilinos van llegando a pedir posada y la ‘montonera’ genera problemas que los llevan al desalojo.
Se trata de los parásitos intestinales que habitan en el sistema digestivo de 2 mil millones de personas en el mundo (la tercera parte de la población), según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Una cifra para nada despreciable.
Entre los afectados, uno de cada cinco son niños y especialmente ocurre entre quienes viven en ambientes poco aseados, debido a que estos se transmiten por el consumo de aguas sin procesos adecuados de higienización, alimentos que no son correctamente lavados o cuando se preparan o se comen sin lavarse las manos, especialmente después de entrar al baño.
Aunque parecieran inofensivos, 20 mil personas mueren cada año por no realizarse el tratamiento adecuado, según cifras de la OMS, asegura el gastroenterólogo pediatra Álvaro Mariño.
En los sitios que no cuentan con las condiciones higiénicas adecuadas, las excretas van a los ríos, y con esas aguas se lava la ropa, se preparan los alimentos o se riegan los cultivos. Los pequeños juegan en el suelo, en donde habitan lombrices, y luego no se bañan las manos y al tener o con los huevos pueden transmitirlos, por ejemplo, compartiendo juguetes.
De acuerdo con Mariño, “las hembras producen 250 mil huevos al día. Casi como una ciudad pequeña. Y en la materia fecal salen hasta 10 mil huevos por gramo. Las hembras miden 25 centímetros y los machos 15”. Los padres pueden darse cuenta de la presencia de las lombrices en la materia fecal o de los huevos que alcanzan a percibirse alrededor del ano del niño.
Cuando han migrado hasta esta zona, en ocasiones producen piquiña, los pequeños se rascan y después se llevan las manos a la boca y el proceso de infección vuelve a empezar. Lo ideal es lavar la zona con lociones calmantes durante el día y cambiar los tendidos, cuando se inicie el tratamiento con antiparasitarios.
Un mito urbano
Popularmente se considera que una persona es muy delgada cuando tiene parásitos intestinales, porque todo lo que come termina por alimentarlos. Sin embargo, Mariño aclara que esto es un mito. Simplemente, en ocasiones son tantas las lombrices que se albergan que no queda espacio para la comida y el apetito se cierra.
En su experiencia como especialista de la Clínica del Niño, el gastroenterólogo pediatra Álvaro Mariño asegura que ha visto casos en los que los parásitos migran y pasan a otros órganos, alterando su funcionamiento. “Pueden irse del estómago hacia arriba y, por ejemplo, tapar el esófago, las vías aéreas y producir ahogamientos, pueden migrar hacia la vesícula biliar, salir por el duodeno y producir obstrucción del conducto manifestándose como pancreatitis”, señala el experto.
Incluso, en ocasiones esporádicas, pueden presentarse perforaciones de los órganos. Cuando se presentan estas complicaciones, es necesario hacer una intervención quirúrgica para sacar los parásitos que obstruyen los canales.
Cuando se han desplazado no se pueden emplear los antiparasitarios normales, porque provocan la huida y se aumenta el problema. En estos casos, a los pacientes hospitalizados se les suministra un medicamento que se empleaba anteriormente como tratamiento para los parásitos y cuya función es relajar los músculos de las lombrices y las deja sin posibilidad de movimiento. Tres semanas después, se realiza una prueba coprológica para comprobar si ya no hay más huevos.
La recomendación es tomar un antiparasitario dos veces al año. Pregúntele a su pediatra cuál es el más recomendado.
Mariño asegura que tan efectivo como estos medicamentos suele ser el paico, una planta reconocida con estas propiedades desde la época de las abuelas e incluso avalada por la Organización Mundial de la Salud. Machacar bien la planta y agregarle una taza de agua hervida es ideal para lograr el objetivo. Con una toma durante tres días es suficiente. Su efectividad llega a ser del 87 por ciento, como los medicamentos antiparasitarios.
Estos son los síntomas
Según la OMS, los parásitos intestinales son un problema de salud pública que afecta a la tercera parte de la población del planeta.
No tomar las medidas adecuadas para prevenirlos y tratarlos puede generar anemia, lactantes de bajo peso, malnutrición y, por ende, retardo en el crecimiento y en el desarrollo intelectual.
Algunos de los síntomas que se deben identificar como la presencia de parásitos son:Sensación de llenura constantePoco apetitoMalestar generalDolor de estómagoFiebreDiarrea
Juliana Rojas H.
Redactora ABC del Bebé