Después del primer año de vida, los niños ya deben tener en su dieta un amplio y nutritivo menú que incluya todos los grupos de alimentos y lo más variado posible y, también, establecer un horario organizado de tres comidas y dos refrigerios al día. Se sugiere mantener algunos teteros, distribuidos a lo largo del día, especialmente uno en la mañana y otro al ir a dormir.
Los expertos insisten en que una adecuada nutrición en esta etapa, marca la diferencia en el desarrollo del bebé, y los alimentos que consuma serán definitivos para contrarrestar enfermedades. En esa edad, además, los niños necesitan mayores calorías por la energía que gastan a diario, pues ya caminan y la forma de jugar se vuelve más intensa.
Cuando ya los pequeños comen de todo es el momento para crear hábitos, por ello, dicen los pediatras, es clave que los niños se sienten a la mesa en las horas de las comidas, en su silla de comer independiente, y en compañía de sus seres queridos.
“Una buena nutrición es el resultado de aprendizajes sanos y disciplinados que se adquieren desde la primera infancia”, explica Alejandra María Lizaralde, pediatra, y experta en crianza y desarrollo.
La idea es que el niño aprenda a imitar a los adultos. “Que vea cómo comen y qué comen, y que también experimente con las texturas, los colores, los olores y la temperatura de los alimentos. Es acá, donde se inician los hábitos de una dieta sana, mucho más cuando los niños ven que sus padres comen frutas y verduras, se establece un legado saludable”, sostiene Lizaralde.
Alrededor del año de vida, un poco antes o después, los pequeños ya caminan y quieren descubrirlo y explorarlo todo, por ello necesitan mucha energía y nutrientes. Adriana Salamanca, especialista en nutrición de la Universidad Nacional de Colombia, explica que los minerales y vitaminas son primordiales para el buen desarrollo físico de los niños.
El calcio, hierro, zinc, vitamina C, vitamina A, ácido fólico y vitamina B6 son los nutrientes más deficientes en su dieta, por lo que en ciertos casos es necesario suministrarlos a través de suplementos si no están recibiéndolos directamente, pero esta debe ser una sugerencia directa del pediatra, nunca deben suministrarse sin prescripción médica.
“Es muy importante que los padres sepan que los complementos se suministran cuando los macro y micronutrientes no son consumidos en su totalidad. Se proveen cuando los alimentos no aportan los nutrientes necesarios”, dice Luz Estela Hidalgo, especialista en nutrición clínica infantil.
La especialista explica que existe en el mercado gran variedad de productos. Estos aportan entre 1 y 1,5 calorías por centímetro: hay complementos y suplementos que contienen proteínas, calorías, carbohidratos, vitaminas y minerales. Todos se consumen de acuerdo con la necesidad, “sin embargo, suministrar suplementos y/o complementos de manera innecesaria puede originar la aparición de sobrepeso y obesidad en los pequeños”, indica.
Adriana Salamanca explica que el calcio es indispensable en la etapa de crecimiento para la formación y sostenimiento de los dientes. 200 ml de leche representan 250 mg de calcio. De ello, se recomienda que el niño reciba 500 mg diarios.
El hierro forma parte de la hemoglobina, mioglobinas y diversas enzimas de la cadena respiratoria. Sus necesidades de consumo aumentan durante los dos primeros años de vida. El hierro se encuentra en la carne, el pescado y la yema de huevo, que aportan un 20 por ciento; por leche, verduras y frutas se recibe un 5 por ciento extra del mineral.
El zinc es un elemento necesario para el crecimiento. Sus principales fuentes son carnes, pescado, huevos, cereales y legumbres. Por su parte, la vitamina B6 es útil para producir anticuerpos, mantener la normal función neurológica y producir hemoglobina. Se encuentra en el aguacate, el banano, los frijoles secos, la carne de res y de aves, las nueces y los granos enteros.
Hay que tener en cuenta, dice Hidalgo, que alimentar bien a un niño no significa saturarlo de alimentos, lo cual en vez de nutrirlo puede llevarlo a alterar su peso y talla adecuados, y ocasionarle otro tipo de problemas de salud.
La especialista recomienda que entre los 12 y 24 meses se le suministren al niño de dos a tres lácteos al día, de dos a tres porciones de proteínas (carne, pollo, pescado o huevo) y cinco porciones de vitaminas y minerales (tres de frutas o dos de verduras). También recomienda dar solo un líquido por comida, y evitar que sea gaseosas o líquidos azucarados.
Comer en familia desde que los bebés inician su alimentación complementaria, es decir, a partir de los seis meses es un hábito que influirá benéficamente en su salud futura y, a la vez, como lo explica Annie de Acevedo, educadora y psicóloga, “le permitirá a los padres crear reglas como la de estar presentes, unidos en familia, a la hora de las comidas principales”.
Comer en familia, según un estudio de la firma Unilever, representa para los niños mejores hábitos alimentarios, aumenta su autoestima, les permite sentirse parte de un grupo social, adquirir modales y ampliar sus habilidades verbales, pues oyen hablar a los adultos e imitan su lenguaje.
Juan Fernando Gómez, miembro de la Sociedad Colombiana de Pediatría, dice que “la alimentación es una necesidad primaria que, brindada con afecto y de manera acertada, se constituye en un pilar de la crianza y favorece el desarrollo integral del niño”.
Para el doctor Jairo Fernando Charry, el que exista un espacio frecuente para los alimentos como el comedor, le permite al niño asociar ese lugar con el proceso de alimentación e ir adquiriendo un hábito saludable para que se alimente en horarios y frecuencias indicadas. Además, empieza a relacionarse con la sociedad, aprende a corregirse y a divertirse mientras se alimenta.
“Sentar al bebé en su silla infantil lo lleva a interactuar con sus parientes más cercanos, lo cual resulta muy diferente a cuando se reciben los alimentos en otros lugares como el cuarto, la sala, o en el salón de juegos, donde no se produce el mismo efecto”, asegura Germán Casas, psiquiatra infantil.
Compartir los alimentos da sentido de pertenencia a los niños, porque ellos saben que tienen un puesto que le guardan todos los días. Eso los hace sentirse reconocidos, queridos y seguros de sí mismos.
Los nutricionistas sugieren las siguientes proporciones de comida para alimentar balanceadamente a los niños: 33 por ciento de alimentos vigorizantes: frutas, ensaladas y hortalizas; 33 por ciento de alimentos energizantes: papas, pastas, arroz integral, pan integral y avena (aquellos que contienen almidón); 15 por ciento de proteínas: carnes magras, pescado, huevos, legumbres; 15 por ciento de lácteos: preparaciones con leche, yogurt, quesos; 4 por ciento de grasas: manteca, crema, aceites y azúcares.
Aquí se incluyen el chocolate, los helados y las preparaciones sobre la base de harinas blancas, como el pan común. A los niños se les deben servir pociones pequeñas e ir aumentado poco a poco. Un plato muy grande puede desmotivarlo.
El pediatra Álvaro Jácome recomienda a los padres que sean organizados en los horarios de las comidas y procuren limitar el tiempo que dedica el menor a esta actividad. “Si se le pone sobre la mesa un plato por más de media hora, lo más probable es que no ingiera los alimentos con gusto, sino por obligación”, dice el especialista. Por eso, debe tomarse entre 20 -y 30 minutos a esta tarea. -Si no come, es conveniente retirar el plato-.
Con estas recomendaciones tu niño recibirá, en el momento y hora adecuados, todo lo que necesita para una alimentación balanceada y que le permita crecer sano y con un desarrollo apropiado a su edad.