Suelen ser los de la familia más alcahuetes con los niños. Pero cuando ellas ejercen autoridad y establecen normas, además de generar trabas en la crianza, pueden desestabilizar a la pareja.
A los 2 años, Juanita controlaba esfínteres y a las ocho de la noche se iba a su cama a dormir. Las vacaciones, la pequeña las pasaba en casa de su abuela, quien le volvía a poner pañal o la dejaba orinarse donde quisiera y además le permitía ver televisión hasta muy tarde. Por supuesto, cuando regresaba a su casa, las normas aprendidas habían quedado en el cesto de la basura y surgían las discusiones eternas entre la abuela y la madre sobre la crianza de Juanita.
El papel de las abuelas en la formación de los niños
El sicólogo infantil Luis Alberto Rengifo asegura que contribuyen en buena parte a malcriar a sus nietos, porque son alcahuetas. Además, cuando a ellas se les cede un espacio importante con los niños, en el que comparten actividades como la visita al médico o la clausura del colegio, van imponiendo sus normas, que en muchas ocasiones chocan con las establecidas por los padres.
“Las abuelas asumen un papel más activo en la crianza de los niños, en términos de que los padres tienen que trabajar para el sostenimiento del hogar; entonces, quienes más participan en la crianza son ellas. Pero, en vez de ejercer un papel facilitador, se convierten en un obstaculizador del proceso y asumen tan bien su papel, que terminan desautorizando a los padres”, señala el experto.
Esta situación genera uno de los problemas más frecuentes y más graves en la crianza, que es el desacuerdo entre los adultos.
Según Rengifo, “se ha demostrado a través de investigaciones que es el problema con efectos negativos que más influye sobre la crianza de los hijos, porque la falta de acuerdo frente a las normas de lo que el niño debe hacer en casa genera lo que conocemos como los famosos niños malcriados: rebeldes, caprichosos, voluntariosos, que no respetan la autoridad, agresivos, no acatan normas, hacen lo que se les antoja y si no se hace lo que ellos dicen, viene la pataleta, y además son niños a los que no se les puede decir no. No toleran la frustración”.
El siquiatra de niños y adolescentes Christian Muñoz Farías lo reafirma: “Si la abuela está estableciendo un límite, entonces el niño va a donde la mamá y si es ella la que establece el límite va a ir a donde la abuela. ¿Entonces qué tipo de control se está haciendo? Se presentan pataletas, berrinches, conductas negativas y en mamás muy jóvenes genera sentimientos de culpa y terminan aceptando las normas que establece el niño”.
Las consecuencias llegan hasta la adolescencia y la edad adulta, pues son personas que no aceptan ser rechazadas. Lo que más recomiendan los especialistas es que los padres no pierdan de vista que quienes imponen las normas son ellos, por encima de las abuelas. Por eso, deben tener siempre una actitud firme para hacer valer esos criterios establecidos por la pareja. Rengifo aconseja “apoyar a la esposa o al esposo, en el sentido de que si la mamá está rompiendo las formas de autoridad, se respalda a la pareja. Debe existir un acuerdo mutuo de cómo la abuela participa en la crianza y educación de los niños”.
Pero cuando no es así, su intervención puede llegar a fragmentar el matrimonio, porque es una causa frecuente de discusión, de desacuerdos y la inmadurez de los esposos o de la relación puede llevar a una separación.
Contrólela
Una manera de evitar que la abuela pase los límites y se afecte la crianza del niño, es que los padres procuren buscar mayores espacios con sus hijos. Pero si ellos ceden esas responsabilidades, después no pueden ejercer la figura de autoridad.
Otra manera es mostrarle a la abuela las consecuencias que acarrea cambiar las normas. Muñoz Farías recomienda “hablarles sobre los daños que pueden generar: trastornos de conducta de adolescentes o adultos, mayor riesgo de consumir sustancias, embarazos no deseados y precoces, la posibilidad de bajo rendimiento académico, trastornos adaptativos, trastornos sociales, trastorno depresivo mayor”.
Los padres deben exigir que las pautas establecidas se respeten, incluso fuera de la casa, porque las normas son universales. Pero cuando las abuelas no asumen la responsabilidad, los expertos recomiendan lastimosamente alejar por un tiempo a los nietos.
Las abuelas no son las brujas del cuento
El cardiólogo español Antonio Guijarro Morales describió así el fenómeno de la ‘Abuela esclava’: la mujer que asume la llegada de sus nietos como una segunda maternidad y, por eso, se entregan completamente, hasta el punto de aislar sus intereses. Incluso, generan manifestaciones emocionales y físicas, porque sus aptitudes están mermadas por la edad.
"Llega un momento en que las capacidades y la voluntad de la abuela no son suficientes para cumplir las tareas que desde hace años está desempeñando, pero no renuncia a ellas y se produce un desequilibrio ”, señala el autor.
La abuela empieza a presentar molestias como tensión alta, ansiedad, picadas en el pecho, estrés, desgano o tristeza, que nadie asocia a las cargas que tiene.
Un error, señala el especialista, es que “los hijos pueden reaccionar exageradamente diciéndole: “no te preocupes, si estás malita no te traeremos a los nietos, para que no te molesten”. La interrupción drástica, brutal, del o gratificante con los nietos es peor que morir”, señala Guijarro.
Solo se le deben mermar las cargas e impulsarla para que realice actividades que le generen descanso.
Por Juliana Rojas H.
Redactora ABC del bebé.