A la hora de decir si el hijo único vive más sentimientos de soledad que el niño que crece con hermanos, los psicólogos coinciden en que eso depende, en gran medida, del papel de los padres. Si logran hacer un acompañamiento positivo, el niño aprende a disfrutar un espacio para sí mismo.
La psicóloga experta en desarrollo infantil Olga Alicia Carbonell Blanco dice por su experiencia profesional y personal, como madre de un hijo único, que si además de sus espacios para compartir con los adultos se propician momentos para que el niño esté acompañado por pares, este puede aprender a disfrutar ambas situaciones. “El hijo único aprende a jugar solo y a gozarlo. Algunas veces, el niño quiere estar con otros niños, pero cuando no es así, lee, hace actividades físicas y disfruta su mundo imaginario. Se acostumbra a esta situación y para él no es algo extraño”, dice la psicóloga.
Según Carbonell, pese a que en esta materia hay mucho por investigar, los niños que crecen solos también pueden alcanzar un mejor desarrollo del lenguaje porque están rodeados constantemente de adultos y nadie les habla a media lengua. Además, pueden resultar más estimulados intelectualmente. La psicóloga reconoce que el niño, muchas veces, puede decir ‘estoy solo o aburrido’. Es ahí donde el reto es que los padres inventen estrategias activas para generarle espacios de compañía con pares. “En mi casa, por ejemplo, los fines de semana nos preocupábamos para que mi hijo se viera en las tardes con otros niños, lo llevábamos al parque o le invitábamos primos a la casa. Es cierto que como padres de hijo único tenemos que hacer un esfuerzo extra para que él tenga una compañía. Los papás con más de un hijo no se preocupan por eso”, agrega la psicóloga.
Carbonell añade que la mayor sensación de soledad en hijos únicos se puede presentar después de la primera infancia, porque, generalmente, a los 7 años es cuando el niño busca amistad y lucha por ser aceptado por un grupo; antes de ese momento, su mundo está más concentrado en los padres. Por su parte, el psicólogo Paulo Daniel Acero cree que la situación económica de la familia es determinante en el sentimiento de soledad del niño único. “Si pertenece a un estrato medio hacia abajo y los padres deben trabajar, es más común que se tenga que quedar solo en algunos momentos. Probablemente, cuando sea más grande y llegue del colegio nadie lo espere. En cambio, hogares con mejores ingresos tienen más facilidades para contratar un niñera o alguien que esté dispuesto para su hijo”, asegura.
Acero cree que las personas que están con los niños únicos, en ausencia de sus padres, como las niñeras, se convierten en individuos significativos para ellos en términos afectivos, porque los acompañan, los reciben, les ayudan en tareas y les hablan. El psicólogo aclara que la soledad no es solo una presencia física, por eso, advierte que si los padres trabajan, el fin de semana deben propiciar una verdadera interacción que los acerque a su hijo. “Es importante hablar de presencia física y psicológica fuerte sin escudarnos en que más vale la calidad que la cantidad. Un niño en etapa de crecimiento necesita las dos cosas. No basta que esté con adultos, hay que evaluar qué es lo que esos adultos le proporcionan mientras están en casa. Eso puede hacer la diferencia en que el niño sienta o no un vacío”, dice.
Las consecuencias de no tener un papel activo como padres y que los niños sientan ese vacío, según el experto, pueden ser que el infante se vuelva inexpresivo, poco afectivo y afectar su comportamiento frente a otros niños. “Si el niño tiene las necesidades básicas cubiertas, incluida la presencia psicológica de los padres, seguramente va a tener posibilidad de sacarle buen partido a su situación de hijo único. No va a tener tanto miedo como otros niños, y podrá ser más autónomo, porque va a tener que resolver muchas cosas por iniciativa propia”, asegura el psicólogo.