Niños de seis municipios del país tienen un secreto muy bien guardado: la ‘formula’ para conciliar, escuchar a los demás, ponerse en sus zapatos, controlar emociones, expresar sentimientos sin herir a otros y entender diferentes puntos de vista. En últimas, su especialidad es la resolución de conflictos y la consecución de acuerdos. Su fórmula es el juego.
La Corporación Juego y Niñez, en alianza con la Universidad Nacional, adelanta un estudio longitudinal (de seguimiento por varios años a unas mismas personas), para determinar el impacto que el programa Ludotecas Naves tiene en la infancia y en la primera infancia. Las organizaciones cuentan con los primeros resultados de la investigación y son contundentes: los niños que asisten a las ludotecas, es decir, que tienen la posibilidad de jugar, disponen de mayores competencias ciudadanas, emocionales y de creatividad que aquellos que no acuden a estos espacios.
“Promovemos un modelo de educación que favorece las habilidades emocionales y sociales que hoy, más que nunca, requerimos. Nuestros procesos aprovechan la movilidad del cerebro que da la lúdica para promover competencias ciudadanas y desarrollar la creatividad que permite alcanzar el éxito. El juego, aun cuando a veces no se crea, es el lenguaje ideal para generar relaciones de convivencia en la familia”, señala Ruth Camelo, directora de la Corporación Juego y Niñez, que desde hace 16 años promueve y acompaña espacios para el juego en 600 municipios del país.
Precisamente, los investigadores de la Universidad Nacional seleccionaron a 360 niños de seis municipios que asisten regularmente al programa Ludotecas Naves de la Corporación, para constatar de manera científica las habilidades que, gracias al programa, han desarrollado para la convivencia. Para tener el otro lado, es decir, un grupo de contrate, buscaron en los colegios a 180 niños que no van a estos lugares, pero comparten las condiciones sociales, culturales y contextuales de los niños de las Ludotecas Naves.
Manaure (La Guajira), Sabanagrande (Atlántico), Quibdó (Chocó), Barrancabermeja (Santander), Bugalagrande (Valle del Cauca) y Chinchiná (Caldas) fueron los escenarios escogidos para el estudio, el cual comenzó a planearse en 2014. El año pasado se desarrolló la primera fase, que comprendió el diseño de la investigación y el levantamiento de la Línea Base del total de los niños seleccionados para la muestra.
“Se trabajó con estos municipios porque tenían más tiempo en el programa de ludotecas. La selección de los niños se hizo en conjunto con los ludotecarios y en el caso de los que no participan en el programa, se hizo una búsqueda en colegios”, explica Rita Flórez Romero, directora del Grupo de Investigación Cognición y Lenguaje en la Infancia de la Universidad Nacional, a cargo de la investigación y quien presentó los resultados durante el VI Encuentro Internacional de Juego, Educación y Ludotecas, que se realizó hace unos días en Bogotá.
Desarrollo de tres competencias
En el país existen 41 ludotecas y están especialmente en aquellos lugares donde las condiciones son precarias para los niños. Gobernaciones, alcaldías, empresas privadas y ONG, entre otras organizaciones, han creado estos espacios para lograr procesos educativos a través de juegos espontáneos y dirigidos.
Los niños del estudio fueron observados durante dichas actividades, que tuvieron énfasis y situaciones especiales para que los investigadores pudieran analizar ciertas variables de su interés, por ejemplo: participación, interacción en el juego, manejo de conflictos, seguimiento de reglas, expresión de emociones, flexibilidad y pensamiento divergente, esto es que frente a una situación determinada al niño se le ocurran muchas posibilidades y alternativas.
“Hemos ido encontrando que los niños mayores que asisten a las ludotecas, y que suponemos han tenido más tiempo en ellas, tienen mejores rendimientos en las competencias evaluadas que los más pequeños. Es decir, que este impacto se va incrementando con el tiempo, especialmente entre más tiempo permanezca el niño en el programa”, señala Flórez.
En el caso de las competencias ciudadanas, los niños que frecuentan estos espacios evidencian mayor autonomía e interés en participar en diferentes actividades. El estudio asegura que les gusta invitar a sus compañeros a jugar, arman sus grupos con mayor facilidad, son más estables en la permanencia de los grupos, participan por iniciativa propia en las actividades propuestas, aportan ideas innovadoras, actúan por competitividad, pero lo hacen con respeto hacia los otros; comprenden más rápido las reglas de juego y por ende pueden explicarles a otros niños cómo jugar, con lo cual logran juegos más organizados.
En cuanto a las competencias emocionales, la investigación señala que los niños que le dedican buen tiempo al juego tienden a ser muy expresivos y espontáneos. Las obras de teatro, la lectura de cuentos y la representación con mímicas o títeres los ayudan a controlar las emociones en situaciones de conflicto.
Finalmente, en el componente de desarrollo de la creatividad, los investigadores destacan la capacidad de los niños de las ludotecas para plantear perspectivas distintas a partir de situaciones o contextos que el juego propone. De esa manera, son flexibles para cambiar y aceptar nuevos juegos, construir reglas y crear otros juegos a partir de sus propias iniciativas.
“Son varios los elementos que se rescatan de este estudio, que se articulan con el momento que vive Colombia. Por un lado, se muestra el impacto que tiene la ludoteca en el desarrollo de las
competencias ciudadanas, especialmente la convivencia. Estos escenarios nos permiten intervenir desde muy temprano para el desarrollo de esta capacidad, algo fundamental en el país.
“Por otro lado, el estudio también revela que los niños en los escenarios tradicionales de formación, como la escuela, siguen curvas decrecientes del desarrollo de sus competencias, especialmente en la creatividad y en las competencias emocionales, pero los niños que asisten a ludotecas tienen curvas crecientes de estas. El desarrollo de competencias emocionales como la empatía, es decir, el ponerse en el lugar del otro, es importante en nuestro país, especialmente cuando necesitamos de estas competencias para seguir creciendo como una nación que comprende al otro y es capaz de perdonar y de resolver pacíficamente sus conflictos”, señala Flórez.
Recuadro
Espacios de juego crean confianza
Peter Grey, destacado sicólogo y profesor del Boston College en Estados Unidos, asegura que el juego es la energía más importante con la que el niño nace para educarse a sí mismo y relacionarse con los demás; una idea que coincide con estudios sobre la cantidad de funciones sociales que desarrolla el juego como son facilitar vínculos y relaciones con pares.
En los últimos 50 años, dice Grey, esa posibilidad del juego ha ido a la baja por cuenta de la inseguridad. Los niños de hoy tienen menos espacios para jugar y menos libertad para idear juegos, una situación que puede tener relación con el aumento de trastornos mentales en la infancia.
“En Colombia no tenemos muchos datos de salud mental en los más pequeños, pero sabemos que las cifras de suicidio infantil han aumentado; sin embargo, la pérdida de escenarios para el juego, que menciona Grey, es cada vez más cierta. Él lo refiere principalmente por el temor del adulto que hace que los niños salgan menos a los parques o a espacios exteriores a jugar con sus compañeros y amigos, lo que termina reemplazándose por el escenario virtual. El escenario de juego es un escenario de construcción de la confianza. Cuando eso no se da, por los temores del adulto, los niños pueden crecer con esos mismos temores, con esas mismas desconfianzas”, señala Rita Flórez Romero, directora del Grupo de Investigación Cognición y Lenguaje en la Infancia de la Universidad Nacional.