Hace mes y medio un pequeño de 3 años no podía conciliar el sueño, vivía muy inquieto y sus cosas parecían no fluir. Ahora descansa y se le ve, en general, más relajado. Esto se debe a que ha estado en terapia ocupacional dos veces por semana en un espacio amplio en el que ha podido experimentar en columpios, con texturas, ha puesto a prueba su equilibrio, la sensibilidad de su piel, la capacidad de sus músculos. Ha jugado casi sin notar que cada actividad ha sido para él un reto que ha logrado superar.
No ha sido una terapia cualquiera, ha estado en manos de terapeutas especializadas en integración sensorial, profesionales que están haciendo posible que, en la vida de este niño, el procesamiento de sus sensaciones sea más equilibrado y le permita tener respuestas más adecuadas al entorno.
Todavía le falta mucho por recorrer, tal vez unos 11 meses más de terapias con evaluaciones y metas semestrales, pero al final logrará una buena integración sensorial, es decir, procesar adecuadamente todas las sensaciones que recibe en su cuerpo a través de sus sentidos en el mismo instante, y podrá responder adecuadamente al medio.
Los niños con problemas de integración sensorial no saben cómo procesar sus sensaciones en un mismo instante, y es allí donde tiene dificultades. Para entender un poco lo que les sucede a estos pequeños, basta con imaginarse en un solo instante todo lo que una persona puede recibir por sus sentidos y no ser capaz de darle a cada cosa su justa medida: ruidos de la calle, la voz de quien le habla, los colores de lo que ve, la mosca que pasó, sensaciones en la piel por la ropa, la silla, los zapatos, las medias, el movimiento de otros, la música del lugar.
Todas las personas podemos organizar estas sensaciones y saber a qué le damos importancia en cierto momento y a qué no, es como si tuviéramos un semáforo interior que nos facilitara organizar todas esas sensaciones en rojo, verde y amarillo. Los niños con dificultades de integración, en cambio, parecen no tener este semáforo y casi que reciben todas las sensaciones al mismo tiempo y con la misma intensidad.
En palabras más exactas, la integración sensorial es, como la define la experta en el tema Estela Amador, la capacidad que tiene el sistema nervioso de procesar las sensaciones y dar una respuesta adaptativa.
Esto involucra todos los sentidos, es así como algunos pequeños tienen más dificultades con el oído, entonces sienten los ruidos muy fuertes o el más cercano, el más lejano y el intermedio con la misma intensidad. Suelen ser pequeños a los que no les gusta la música a un volumen muy alto, o a veces les pareciera que las demás personas gritan.
Otros, por el contrario, tienen más dificultades con el tacto, entonces son bebés o niños que no soportan cierto tipo de ropa, que les molestan las marquillas, que se sienten agredidos cuando los abrazan o los tocan porque lo que para los demás puede ser una simple caricia para ellos puede representar una agresión.
Existen otros a los que se les dificulta el manejo del equilibrio y del espacio, entonces se caen mucho, no soportan los columpios o los rodaderos, le temen a pasar un puente, son temerosos, algo torpes, no logran estimar el espacio por el que van a pasar y se tropiezan. Pueden ser pequeños que no trepan, que no se balancean, pues para ellos estos movimientos o las alturas pueden sentirse como si estuvieran en la torre más alta o en medio de un maremoto. De alguna manera estos son niños inmaduros que tienen unas respuestas muy exageradas ante las sensaciones que les llegan.
Nada de esto está relacionado con la inteligencia ni con su capacidad cognitiva. Esto no significa, por nada del mundo, que exista un retraso de algún tipo. Es solo cuestión de ayudarlo a crecer.
Por eso es bueno saber que todo esto se puede mejorar con terapia ocupacional que sea especializada en integración sensorial, cada caso es único y por eso debe ser una terapia individual en la que el niño vaya marcando la pauta, y la profesional lo ayude a ir cada vez un poco más allá hasta lograr nuevas metas. La terapia parece como un juego, y de eso se trata, pero durante este el niño va aprendiendo a recibir poco a poco las sensaciones que aún no logra calibrar hasta hacerlo más funcional.
Podría decirse que la teoría de la integración sensorial es relativamente nueva. Fue expuesta por primera vez por la terapeuta ocupacional con estudios en neurociencia y psicología de la educación Anna Jane Ayres hacia los años sesenta en Estados Unidos, y su aproximación permitió entender los comportamientos de ciertos menores que habían sido calificados como problemáticos y ayudarlos a salir adelante.
Los problemas de integración sensorial se manifiestan en varios síntomas que durante muchos años, incluso hoy, varios profesionales pueden calificar como indisciplina, problemas de adaptación, dificultades para concentrarse, pereza, apatía o agresividad, entre otros problemas.
Esto se explica porque, por ejemplo, el niño que siente demasiado en su piel no quiere que lo toquen y reacciona fuertemente, porque se puede llegar a sentir agredido con cualquier caricia, se aísla o evita las multitudes, porque le molesta el roce con los demás y jamás se sentirá a gusto en juegos como fútbol o baloncesto.
También se presentan en algunos casos dificultades con la comida, pues las sensaciones en la boca, la lengua al tragar, resultan muy fuertes para el pequeño, así no lo sean para los demás, entonces no le gustan ciertas texturas como un yogur, rechaza determinados alimentos, prefiere la comida tal vez un poco sosa, sin salsas, que no le revuelvan un alimento con otros, y pareciera como si fuera un niño inapetente o necio para la comida o cansón o mimado, cuando en realidad su situación es otra.
O aquel que no puede estarse sentado porque no soporta la textura de la silla o el roce de su piel con su propia ropa, o no puede concentrarse en una tarea porque escucha todos los sonidos como si fueran fuertes, y los adultos o los profesores de los jardines creen que estos niños tienen problemas de atención, son necios o inquietos.
También existen aquellos en quienes el tono de sus músculos es como un caucho, parecen flojos, como sin resistencia, son niños que no empujan, que no jalan, que no les gusta los pasamanos o se les dificulta cargar o arrastrar su propia maleta.
Algunos niños pueden tener dificultades en ciertos aspectos y en algunos casos se presenta un trastorno generalizado de integración sensorial.
Ante todas estas dificultades, muchos de estos niños se pueden volver ansiosos y controladores, porque tienen miedo de lo que les pueda llegar de afuera y lo que van a sentir en consecuencia, no quieren que algo se les salga de control porque entonces les parecerá agresivo. Algunos llorarán mucho, parecerán intolerantes o se verán temerosos.
Ejemplos como estos permiten entender que las manifestaciones son muchas, que pueden ser malinterpretadas por los adultos que rodean al niño y que no conocen del tema, y generar, en consecuencia, actitudes que pueden agredir o tildar al menor de necio, inquieto o mimado cuando en realidad todo lo que él siente son como sensaciones en desorden.
Todo esto se manifiesta desde que son bebés y es por ello que, explica Amador, cada vez más pediatras conocen del tema y están aprendiendo a detectar los problemas de integración sensorial, porque entre más temprana sea la intervención, más se le facilitará la vida al menor.
LA TERAPIA
1. El lugar ideal para que estos niños reciban ayuda debe ser un espacio amplio, que permita el movimiento, andar, jugar, colgarse, donde haya columpios de diferentes alturas y tipos, pasamanos, cojines, espumas.
2. Los padres pueden creer equivocadamente que llevar a sus niños a estas terapias es simplemente ponerlos a jugar y aunque sí se trata de un juego para el niño, no es uno cualquiera, es uno dirigido, organizado y con metas claras definidas por un profesional experto.
3. Allí, además de moverse, el niño encontrará texturas, cajas de arena, cremas de afeitar, y podrá recibir masajes con brochas o con cepillos que le permitan poco a poco aprender a sentir organizadamente. La terapia debe ser individual, algunas pueden hacerla con dos niños, pero nunca debe ser algo grupal, y no se tratará de estar sentado en una mesa jugando todo el tiempo. Esto requiere movimiento y sensaciones, en algunos casos, acompañado con un poco de trabajo de mesa muy definido.
4. Según Amador, estas terapias deben ser dos veces a la semana y en algunos casos pueden extenderse durante dos años. Hoy en día varias medicinas prepagadas prestan el servicio de terapia ocupacional y muchas ya saben de integración sensorial.