Santiago no corría, no montaba bicicleta y tampoco jugaba como lo hacían los demás niños de su edad. Su madre, Claudia Mesa, una persona consagrada a la actividad física, no tenía explicación distinta para la inactividad de su hijo que la pereza.
“Él tenía dos años y yo entiendo que a esa edad, la naturaleza de los niños es moverse mucho, no quedarse sentados sin hacer nada. Le exigía, casi que lo obligaba a que jugara o hiciera alguna actividad física, aunque a veces él me decía, que no quería o que le dolía”, comenta Claudia, a punto de soltar algunas lágrimas de culpa. Su hijo, el niño que ella creía perezoso, sufría de hipotonía, una condición médica que explicaba sus limitaciones físicas y su apatía ante la actividad.
La hipotonía, anota Ramiro Benavides, neuropediatra del Hospital Infantil Los Ángeles, de Pasto (Nariño), es una disminución del tono muscular que se puede manifestar desde el periodo neonatal, con comportamientos como fatiga en la succión o dificultad para respirar.
En niños como Santiago los síntomas más claros son el letargo y la poca reacción a estímulos externos, aquello que Claudia confundía con pereza.
“Es probable la confusión. Sobre todo cuando se trata de una hipotonía leve, donde las dificultades de movimiento no son tan evidentes o extremas como en otros casos, donde el niño puede ser incapaz incluso, de mantenerse recto mientras está sentado”, dice Benavides. Este caso, sin embargo, no es excepcional.
Mientras Claudia aprendía de la condición médica de su hijo, en Medellín, Cristina Vergara se enfrentaba a los problemas visuales que tenía su pequeño Juan Manuel. “Llegaba a la casa, después del colegio, con quejas de los profesores de que no escribía en clases o que dejaba los dictados incompletos. Yo pensé que era por descuidado, por pereza, y lo regañé y castigué mucho. Luego, en unos exámenes médicos en el colegio, descubrimos que tenía un problema en los ojos. No veía bien”, dice Cristina.
La baja visión de Juan Manuel y la hipotonía de Santiago son algunas de las condiciones médicas que afectan con más generalidad el comportamiento infantil, señala Angélica M Uscátegui, presidenta de la Asociación Colombiana de Neurología Infantil.
Para la experta, lo primero que deben tener claro los padres es justo aquello que pensaba la madre de Santiago: “en general los niños deben ser inquietos y activos. Debe preocupar que un niño rechace actividades físicas y lúdicas. Si bien en ocasiones pueden ser afectaciones transitorias, como cuando cursan con enfermedades como resfríos, dolor de cabeza o infecciones leves, cuando el niño tiene una actitud constante de distracción o rechazo al juego, los adultos deben considerar entidades más complejas que ameritan profundizar en la historia, los factores de riesgo del niño y un examen físico para determinar si todas estas actitudes pueden o no tener relación con alguna enfermedad en particular”, dice Uscategui,
Con ella concuerda Elmer Cifuentes Castro, Fisioterapeuta y docente del Centro de Desarrollo Infantil Talentino, quien añade que “si se llega a identificar con claridad alguna respuesta particular frente al desempeño del niño en los campos visual, táctil, olfativo, auditivo o vestibular (equilibrio en movimiento) es importante pensar que la causa de la actitud o comportamiento no obedece a una conducta consciente del niño y por el contrario se debe a una posible debilidad en el desarrollo de la integración sensorial del niño”.
Para Angélica M Uscátegui son varios las actitudes de los niños a los que los padres deben prestar especial cuidado, “si se queja de fatiga permanente, si tiene que acomodar su cabeza para mirar y explorar los juguetes, si no establece adecuado o visual con las personas y si requiere de ´rituales´ para hacer cualquier actividad, los padres deben acudir de forma inmediata a un especialista. En muchos casos la atención rápida y adecuada determina que el niño pueda controlar estas limitaciones”.
Para Cifuentes, por otra parte, la primera señal de alerta que deben seguir los padres es la intuición natural y sabia de que algo anda mal con el desarrollo del niño.
“Nadie mejor que los padres para determinar cambios o comportamientos extraños en sus hijos. El aumento o disminución de las horas de sueño, la demora o retroceso en el control de esfínteres, las alteraciones de la postura para ejecutar movimientos finos, problemas de equilibrio, irritabilidad a algunos sonidos o poca intencionalidad para socializar con pares, son, entre otras, razones de fuerza para acudir a un especialista”, concluye el experto.
Tanto Cifuentes como Uscátegui y Benavides concuerdan en aconsejar a los padres de familia monitorear cuidadosamente el desarrollo infantil de sus pequeños. “Cualquier hito en el crecimiento del niño que no esté acorde a su edad, se debe entender como un atraso en el desarrollo natural del pequeño y no como una actitud de displicencia o pereza, que debe ser revisado y tratado por un especialista. En la mayoría de ocasiones, un diagnóstico a tiempo determina las posibilidades del pequeño de superar esas limitaciones, controlarlas o incluso su supervivencia” finaliza el doctor Benavides.