Los ‘charms’, los ‘objetos que colgamos en la cartera’, o su traducción literal, ‘encantos’, han existido como un concepto en nuestro universo desde la Edad de Piedra. Anteriormente era con madera y hueso con lo que se adornaban las piezas de cuero, y en el antiguo Egipto se consideró una práctica de protección y simbología. A través de los años se han vinculado y desvinculado de los discursos estéticos, pero su existencia ha sido definitiva y continua.
Desde hace un tiempo prudente, si no me equivoco era el año 2018, recuerdo que anoté en mi mente cuando me dijeron en el Re-See de la Maison Dior que había una nueva sección de manillas tejidas que respondía a una necesidad de la personalización muy latente en el público actual. Desde ese entonces creo que jamás he sentido directamente que esta personalización se fuera a ningún lado o algo más importante tomara su lugar. No lo sentí ni durante la pandemia o la era del “lujo silencioso”, donde quería llorar internamente de aburrimiento.
Los ‘charms’, o tesoritos para los rios, transcendieron la conversación de lo estético para dar lugar a un carácter casi de tótem. En la era de las redes sociales y la moda, este momento en donde todo puede replicarse como quien repite una fórmula, la búsqueda de contar historias únicas, auténticas, que te lleven a algo más concreto, es cada vez más importante.
Charms Foto:Cortesía
Dentro de ese discurso, los ‘charms’ juegan un papel muy singular. Son casi un recorrido visual biográfico de un personaje. Narradores silenciosos de historias que solo cada individuo nos puede contar. No solo te dejan jugar de manera “directa” con lo que hay en la cabeza de cada persona, sino que también tienen ese peso casi “mágico” de un tótem real, en donde atesoran todo tipo de encantos, quizás un lugar irremplazable, un recuerdo que nos mueve, una persona importante, una buena historia.
En mi columna pasada alguien comentaba que consideraba difícil poder llegar a ciertas cosas haciendo hincapié en que era un estilo “inalcanzable”; lo más lindo de esto en específico para mí es que no solo en los ‘charms’, sino en la moda en general, todos podemos entrar a jugar desde donde sea. Al final del día, ¡todos hacemos el ejercicio de vestirnos! Es la perspectiva que metemos en ello lo que abre unas discusiones u otras, pero este es un juego que todos podemos jugar desde donde sea.
Son casi un recorrido visual biográfico de un personaje. Narradores silenciosos de historias que solo cada individuo nos puede contar
La autenticidad no necesita nada más allá que perspectiva para ser real, y es por eso que para esta columna quise presentarles dos ‘tótems’ o ‘charms’ locales que me hacen sentir orgullosa de ser colombiana y que no solo me recuerdan lo bello que es mi país, sino que creo que les aportan magia a mis looks y rios donde quiera que esté.
La primera marca que van a encontrar en este bodegón realizado por el gran Oliver Olivella en la ciudad de Cartagena, es Pájara Pinta, una marca a la que llegué buscando un disfraz para mi hija de 4 años y que he usado religiosamente desde entonces. La marca es un discurso alegre, local, hecho a mano, compuesto por collares, bolsillos y charms hechos en canutillos y chaquiras —o debería decir ‘shakiras’— que resaltan el misticismo de lo hecho en Colombia. La segunda es Nora Lozza, una marca caleña de zapatos y carteras alucinante que el año pasado se consagró con la creación de sus sandalias ‘Chunky’ (piensen en ese resorte grande y gordo, que abraza sus tobillos mientras caminan, pegado a una sandalia), un diseño que se volvió el uniforme de todos los looks de clima cálido con carácter.
De la misma familia, desarrollaron una colección solo de charms titulada ‘Slinky Food’, que hace homenaje a nuestra vegetación y gastronomía (hay, literalmente, un charm de banano pecoso o guineo maduro) y para su lanzamiento Catalina Marín (su directora creativa) montó una plaza y helados en donde nos enseñó estas pequeñas piezas de cuero perfectamente acabadas pensadas para colgar de nuestras carteras, maletas, jeans, etc.
Estas son solo dos opciones que me encantan por su estilo y originalidad, pero como estas ya existen muchas versiones de pequeños tótems locales, latinos y de marcas globales que podemos llevar con orgullo como parte de nuestra narrativa visual. Una idea “charming” para poner en práctica, si me lo preguntan.
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