'Otra vez el Inpec, otra vez Tuluá', crónica de Gustavo Álvarez Gardeazábal

Escritor vallecaucano reflexiona sobre la tragedia en la cárcel de su municipio. 

El escritor vallecaucano, Gustavo Álvarez Gardeazábal. Foto: Santiago Saldarriaga, EL TIEMPO

PeriodistaActualizado:
“Salvo que sea una maldición eterna no parecería encontrarse una explicación razonable de las causas para que ni Tuluá ni el Inpec desaparezcan de los titulares sangrientos de la prensa nacional y mundial. Cuando el durísimo paro nacional del 2021 Tuluá vio arder su palacio de justicia que ni ha sido reconstruido, ni las investigaciones llegaron más allá”. 
De esta manera, el escritor Gustavo Álvarez Gardeazábal empieza su crónica que tituló ‘Otra vez el Inpec, otra vez Tuluá’. En ella hace una mirada al panorama que rodea la tragedia ocurrida en la cárcel de su municipio.
En su crónica, el escritor vallecaucano denuncia que en Tuluá “las cosas pasan y apenas las ven pasar”.
“Los colombianos no se conmueven porque quizás como los muertos eran presos se aminore el trato que la sociedad le debe dar a todo asesinato de un ser humano, pero allí están los muertos, allí están los heridos mientras en cada hogar colombiano crece el pánico que genera el siempre desordenado y corrupto Inpec, dirigido desde hace décadas por un general activo de la Policía”, añade Álvarez Gardeazábal.
El escritor espera que cuando la Policía revise el caso tenga en cuenta que “en esa madrugada del incendio se celebraba a última noche de la Feria de Tuluá y a tan solo 300 metros en línea recta de la cárcel estaba el coliseo de las fiestas repleto de reguetoneros que siguieron con su alharaca hasta las 5 de la mañana”.
“Como tal es entonces nada estimable que el deseo de libertad de los presos se haya acrecentado por el eco y algarabía de la fiesta, pero también deberán tener en cuenta los procedimientos del Inpec donde pareció primar el cumplimiento del deber de no dejar volar los presos que el derecho de mantenerlos con vida y prefirieron cerrar las puertas para evitar lo que ahora dizque llaman un intento de fuga”, sostiene el escritor vallecaucano.
Ante esta situación, el literato también espera que las autoridades resuelvan el caso lo más pronto posible, tal vez en un mes y con la misma celeridad con la que se resolvió lo del fiscal paraguayo asesinado en Cartagena.
Por último considera que a los novelistas como él le tocará escribir sobre “los efectos de la maldición que parece haber caído sobre el costillar de mi pueblo, a que alguna vez traté de horadar publicando el libro Las guerras de Tuluá que todavía siguen librándose”.

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