Visto desde el cielo, el terreno del que hablaremos puede parecer la silueta de un ave. O una hoja seca. En cualquier caso, para el pasajero de una avioneta o el nítido lente de un satélite, salta a la vista el particular cultivo de eucalipto, que sintetiza los problemas del Guaviare en cuanto a ocupación ilegal de terrenos baldíos inadjudicables y de alta relevancia ambiental.
Incluso si no fuera tan evidente este parche que aflora en la vereda Charrasquera, parte del complejo natural de Sabanas de La Fuga, ubicado en el noreste del departamento, ninguna autoridad podría asegurar que no lo ha visto. En mayo de 2020 la Fundación para la Conservación y el Desarrollo Sostenible (FCDS) reportó su incipiente crecimiento. Más de cuatro años después, crecen impávidas las 300 hectáreas de eucalipto que lo componen.
Esas hectáreas son el equivalente a casi tres parques Simón Bolívar de Bogotá y 23 jardines botánicos de Medellín. Su existencia viola las disposiciones de ocupación de baldíos en Zonas de Reserva Forestal (ZRF), pues el predio no puede ser titulado ni tiene permiso de la Agencia Nacional de Tierras (ANT) para ser explotado. También contraviene la Ley 2.ª de 1959, que regula el desarrollo de proyectos forestales semejantes en dichas zonas de reserva. Además, el eucalipto es una especie exótica introducida y un monocultivo, práctica que profundiza las problemáticas ambientales.
Pese a la plena identificación del sembradío, las autoridades estatales no han conseguido detenerlo o transformarlo. Fuentes en tres de las entidades consultadas en San José del Guaviare nos aseguraron que problemas de orden público o el control del ‘Estado Mayor Central’ de las disidencias de las Farc (Emc) han entorpecido o impedido la vigilancia y la acción en zonas rurales.
Sabanas de La Fuga hace parte del punto medio en el que se encuentran la Orinoquia y la selva amazónica. Lo que los estudiosos del suelo denominan ‘corredor de transición’, importante para la circulación de la fauna endémica. ¿Qué impacto puede tener en este ecosistema el monocultivo de eucalipto?
La alianza de Rutas del Conflicto y Connectas habló en San José del Guaviare con fuentes de cinco entidades públicas, líderes indígenas y organizaciones no gubernamentales para conocer la situación del cultivo y las razones de la falta de acción estatal. Varios de sus testimonios aparecen citados a continuación como anónimos, dado que podrían poner en riesgo su integridad.
Plantaciones irregulares
Casi por completo, el departamento del Guaviare está dentro de la ZRF de la Amazonia, creada con La Ley Segunda. Allí el monocultivo de eucalipto opera sin los permisos necesarios, que la ANT está avalada para conceder dentro de dicha zona. Estos permisos existen por el Decreto 2811 de 1974 que prohibió adjudicar baldíos cobijados por la Ley Segunda, de manera que el Estado puede ceder y revocar la explotación de dichos terrenos para garantizar que se conserven. A falta de autorización, el cultivo de eucalipto podría configurar una ocupación indebida, descrita en el Acuerdo 58 de 2017, cuya investigación estaría hoy a cargo de la misma ANT.
Este uso irregular del territorio es una generalidad en el departamento. El Acuerdo 21 de 1971, emitido por el hoy extinto Instituto Nacional de los Recursos Naturales Renovables y del Ambiente (Inderena), sustrajo de la ZRF un área de 455.000 hectáreas en el noroeste del Guaviare para otorgar tierras a colonos y permitir la explotación agrícola. A excepción de esa área, en la que se pueden titular tierras, en el Guaviare hay un latente conflicto de ocupación, en el que participa buena parte de sus 63.000 habitantes.
“Sabemos que estas personas que viven en Ley 2.ª, de cierta manera, están infringiendo la ley, por así decirlo. Sin embargo, el Estado sabe que viven ahí y que están ahí”, nos aseguró un funcionario del que reservamos su nombre. Según él, este grupo de ocupantes busca acordar con la ANT un reconocimiento y regularización de su explotación agropecuaria, como se ha hecho en otros territorios durante el presente gobierno.
Pero este no es el caso del predio donde está el eucalipto, pues, según aseguró la Unidad de Gestión Territorial de Guaviare, “no se ha adelantado ningún proceso de regularización de la ocupación” en esa vereda.
El mandato de la Ley Segunda fue generar un plan de ordenación forestal que, para la Reserva de la Amazonia, llegó apenas en 2013 con una resolución que dividió el territorio del Guaviare entre Zonas A y B. Entre el listado de los propósitos de las áreas tipo B, se encuentran fomentar la producción forestal sostenible, propender a la regulación hídrica, la calidad del aire y el control de la erosión de suelos y estimular las plantaciones forestales comerciales en áreas aptas, con una previa evaluación de riesgos.
La plantación de eucalipto, de la que hablamos, se encuentra en una zona tipo B. El predio donde está cultivado es originalmente un ecosistema de sabana, que no contaba con árboles antes del eucalipto. Esto quiere decir que no había un recurso forestal que pudiera manejarse según los preceptos del plan de ordenación.
La Unidad de Planificación Rural Agropecuaria (Upra), ligada al Ministerio de Agricultura, elaboró 70 evaluaciones de tierras agropecuarias, que permiten saber para qué cultivos es apto un determinado territorio.
Según datos abiertos de la entidad, el predio en el que se encuentra el eucalipto tiene altas aptitudes para la siembra de plátano. Es una tierra medianamente apta para producir yuca, piña, maíz, naranja, mandarina, limón Tahití o aguacate. Y señala una aptitud baja para producir chontaduro. Pero, en definitiva, no es apta para sembrar el árbol del caucho, endémico de la región, ni otras especies maderables.
Según Diego Cardona Calle, ambientalista y magíster en ciencias de bosques tropicales, de manera preliminar se puede concluir que “si (el terreno) no es apto para proyectos forestales, pues ya no es apto para eucalipto, porque este es un cultivo forestal”. Pero, aun si el predio fuera apto, el Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas Sinchi, adscrito al Ministerio de Ambiente, encontró 21 especies nativas de árboles maderables que se usan y comercializan a buen ritmo en Guaviare. Por eso, varios entrevistados dicen que serían preferibles antes que una especie introducida y sus alteraciones medioambientales.
La amenaza ambiental
El Guaviare goza de una altísima biodiversidad, pues ahí confluyen la fauna y la flora de las regiones andina y amazónica. Allí, un sinnúmero de árboles nativos puede aprovecharse para usos varios. Un listado que incluye 82 especies medicinales y 132 maderables.
En ese contexto, no se justifica la aparición de especies foráneas como el eucalipto que, según el ingeniero agrónomo Miguel Lovera, “se implementa a gran escala, no tiene enemigos naturales y cuenta con características de autodefensa”, lo que la hace peligrosa para la biodiversidad y los ecosistemas nativos.
Lovera se refiere a las sustancias alelopáticas cuando habla de “autodefensa”. Secreciones con las que las raíces eliminan la competencia de otras plantas y con el potencial de afectar a alguna de las 36 especies endémicas identificadas en Sabanas del Guaviare.
El ecosistema en el que se encuentra el sembradío es un herbazal, y los suelos que lo componen son ácidos y retienen poca agua y nutrientes. Esto, sin embargo, poco importa en el interior del monocultivo, como explica Lovera: “Es un árbol que extrae ingentes cantidades de agua. Las especies más utilizadas en los monocultivos consumen hasta 20 litros de agua al día. Compactan el suelo y lo secan. Muchas veces se usa el eucalipto en estrategias de desecación de humedales”.
En terrenos ya propensos a la erosión, como es el caso del corredor entre Sabanas de La Fuga y Charras, el impacto del eucalipto podría generar daños irreversibles. Alerta que se intensifica con la presunta popularización del eucalipto entre campesinos de la región. Una fuente que pidió reserva aseguró: “En potreros abandonados se está estableciendo ahora eucalipto, por el buen crecimiento y rendimiento”.
Además, la plantación de eucalipto se inscribe dentro de las dinámicas descontroladas de uso de la tierra en Guaviare, que generaron una pérdida de 425.000 hectáreas de cobertura arbórea entre 2001 y 2023, según datos de Global Forest Watch. Durante la última década, dicha deforestación ha impactado especialmente el resguardo nukak, ubicado a 3,6 kilómetros del cultivo. El resguardo enfrenta crecientes amenazas como la invasión de la ganadería extensiva, el asedio del monocultivo de palma y la construcción de carreteras ilegales en su interior. “Quieren seguir hacia nuestro territorio, como a tierras sin dueño”, se lamenta Joaquín Nijbe, representante legal del resguardo.
El Estado, un espectador
Nuestra reportería no arrojó pistas sobre que la ANT, la Gobernación de Guaviare, el ICA o la CDA hayan concretado acciones para intervenir el terreno y frenar la operación ilegal del cultivo. Varias de estas autoridades no cuentan siquiera con información sobre los responsables de la invasión del predio.
El funcionario antes mencionado, quien trabaja en una entidad de control, señala la normativa como raíz de este problema: “Desde 1974 se impidió la titulación en Ley 2.ª. Eso en ningún momento ha limitado que las personas sigan expandiendo y deforestando. Eso quiere decir que la estrategia de no titular no funciona para detener la deforestación... Yo puedo ver desde un satélite o un avión un hueco grande. Pero no puedo decir quién fue”.
En octubre de 2024 enviamos solicitudes de información a la ANT y la Gobernación del Guaviare acerca de cuánta información tienen sobre el cultivo de eucalipto y qué acciones han tomado al respecto, pero no hubo respuesta. Realizamos la misma consulta a la Corporación para el Desarrollo Amazónico (CDA), encargada de la gestión ambiental de áreas protegidas en Guaviare, y que cuenta con apenas cinco funcionarios de planta. Su respuesta fue que, como es una plantación forestal comercial, es el Instituto Colombiano Agropecuario (ICA) el encargado.
El ICA nos confirmó que conoce el cultivo, pero, como nos detalló una fuente que conoce de cerca el trabajo de la entidad en Guaviare, esta se limita al seguimiento sanitario, pues no está en capacidad de decir a los campesinos. “ ‘Establezcan esto’, o ‘esto no se puede establecer’, porque son plantaciones forestales comerciales, establecidas por el hombre y con recursos propios de los interesados”.
Jonatan Smith Granda, funcionario del Instituto Geográfico Agustín Codazzi (Igac), reconoció que no existe una cartografía del departamento del Guaviare y que, apenas en 2024, se estaba desarrollando el diseño del área urbana. Esto, a través del mandato emitido hace ocho años por el acuerdo de paz acerca de construir un catastro multipropósito.
La debilidad del Estado también se evidencia en el control que ejerce en la zona el ‘Estado Mayor Central’ de las disidencias de las Farc. Como reportó el periodista César Molinares en 2024, el Emc estimula y controla en el oriente de Guaviare la siembra de coca, una de las principales actividades responsables de la deforestación en el departamento.
Ante la falta de acciones estatales efectivas y aprovechando debilidades como la dificultad para identificar con facilidad a los ocupantes de terrenos baldíos, las 300 hectáreas de eucalipto siguen creciendo sin los permisos requeridos ante la mirada de las autoridades.
ALEXANDER CAMPOS SANDOVAL – Connectas (*)
(*) Connectas es una iniciativa periodística sin fines de lucro que promueve la producción, el intercambio, la capacitación y la difusión de información sobre temas claves para el desarrollo de las Américas. Este trabajo se realizó con apoyo de Earth Journalism Network.
Este articulo fue editado por razones de espacio.