La corrupción está para quedarse

El caso argentino es el típico donde la ira lleva a acciones contraproducentes.

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La ira solo empeora las cosas. Nos cuesta ‘enfriar la cabeza’ y actuar sabiamente, con lo que empeoramos las situaciones críticas. La corrupción, más vieja que la prostitución, ha tenido dos noticias destacadas en los extremos de América y las reacciones son contraproducentes de modo que tendremos corruptos por mucho tiempo.
Trump llegó a la Casa Blanca con lemas como “drenar el pantano”, o sea, limpiar Washington de corrupción. Pero ahora su exjefe de campaña ha sido declarado culpable de ocho delitos de fraude fiscal y bancario, por hechos previos a dicha campaña. Al mismo tiempo, el abogado personal del presidente se entregaba al FBI al declararse culpable de ocho cargos y señalando a Trump como instigador de dos de ellos, relativos a financiación electoral ilegal.
Pero la noticia más escandalosa viene de Argentina. La obra pública -estatal- siempre ha sido ocasión de corrupción en prácticamente todos los países. Pero un escándalo que supera a la ficción estalló a partir de una investigación sobre una trama de pagos de sobornos, durante el anterior gobierno de los Kirchner, que quedaron registrados en anotaciones del chofer de un exministro. Y la investigación judicial derivó en decenas de exfuncionarios y empresarios detenidos y hasta la imputación de la expresidente, Cristina Kirchner.
Los países más libres son los menos corruptos: cuanto más interviene el gobierno, más corrupción se crea porque los funcionarios son más susceptibles de ser sobornados.
Ahora, el caso argentino es el típico donde la ira lleva a acciones contraproducentes. En primer lugar, se ha promovido una ‘ley de extinción de dominio’ con la intención de recuperar los bienes mal habidos. Pero esta ley es antinatural -viola el principio de propiedad privada- desde que faculta al Gobierno a decidir que el dominio de una persona sobre una propiedad ha caducado, cosa que naturalmente solo hace el mercado y de modo voluntario. Luego, el Gobierno pretende instalar la idea de que Argentina se está limpiando de corrupción y que en el futuro el Estado será confiable, cosa que es irreal.
Según Transparency International, los países menos corruptos son Nueva Zelanda, Dinamarca, Finlandia, Noruega, Suiza, Singapur, Suecia, Canadá, Luxemburgo, Holanda, Reino Unido, Alemania, Australia, Hong Kong, Islandia, Austria, Bélgica, EE. UU., etc. Mientras que los menos transparentes son Tayikistán, Chad, Eritrea, Angola, Turkmenistán, Irak, Venezuela, Corea del Norte, Guinea Bissau, Guinea Ecuatorial, Libia, Sudán, Yemen, Afganistán, Siria, Sudán del Sur y, finalmente, Somalia el más corrupto.
Por otra parte, según The Heritage Foundation, en el 2018 los países económicamente más libres son Hong Kong, Singapur, Nueva Zelanda, Suiza, Australia, Irlanda, Estonia, Reino Unido, Canadá, Emiratos Árabes Unidos, Islandia, Dinamarca, Taiwán, Luxemburgo, Suecia, Georgia, Países Bajos, EE. UU., etc. En tanto que los menos libres son Angola, Ecuador, Surinam, Timor Oriental, Togo, Turkmenistán, Mozambique, Algeria, Bolivia,Zimbabue, Guinea Ecuatorial, Eritrea, República del Congo, Cuba, Venezuela y finalmente el más reprimido, Corea del Norte.
Aunque estos índices no son precisos, claramente los países más libres son los menos corruptos: cuanto más interviene el gobierno, más corrupción se crea porque los funcionarios son más susceptibles de ser sobornados por la mayor cantidad de personas perjudicadas. En definitiva, combatir la corrupción sin disminuir la injerencia estatal es como ingresar a un prostíbulo y pretender no tener relaciones sexuales.
ALEJANDRO TAGLIAVINI
*Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California

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