Opinión

‘Amor, mujeres y flores’

¿Cuánto cuesta producir belleza? Es una de las preguntas que se hace este clásico del cine documental colombiano.

Consultora independienteActualizado:
¿Cuánto cuesta producir belleza? Esta es una de las preguntas de Amor, mujeres y flores, un clásico del cine documental colombiano dirigido por Marta Rodríguez y Jorge Silva. Filmado entre 1984 y 1989, este emblemático documental regresó a las salas de cine en una versión restaurada por Felipe Colmenares en colaboración con la Cinemateca Nacional de Ecuador, encargada de la digitalización. Esta nueva versión tuvo su estreno mundial en la sección Cannes Classics del Festival de Cannes en 2023, sección dedicada a homenajes, restauraciones y proyecciones especiales.
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Amor, mujeres y flores es una joya cinematográfica que deslumbra por varias razones. Se inicia siendo un relato sobre las condiciones laborales de las mujeres en el negocio de las flores en la sabana de Bogotá. Mientras escuchamos la voz del dueño de la empresa Bogotá Flowers, un estadounidense que habla español con un fuerte acento, reflexionar sobre la belleza de los claveles y sobre el cuidado que hay que tener con ellos, al tiempo que ira la mano de obra colombiana para desempeñar esa labor y las bondades del clima de la Sabana, vemos a las mujeres, algunas de ellas embarazadas, madrugar a las cuatro de la mañana para llegar a tiempo a su trabajo, permaneciendo agachadas casi toda la jornada para cultivar o limpiar las flores con un excesivo cuidado, incluso a costa de sus propias vidas. Mientras enfrentan extenuantes jornadas de trabajo están en o permanente con pesticidas que, en ese entonces, estaban prohibidos en Europa.
Así se alternan los testimonios de varias trabajadoras sobre las enfermedades derivadas de unas condiciones de trabajo indignas y violentas. Pero el documental no se queda ahí, sale del ámbito laboral para adentrarse en el ámbito doméstico, donde veremos la doble jornada laboral de estas mujeres.
¿Cuánto cuesta producir belleza? Esta es una de las preguntas que se hace ‘Amor, mujeres y flores’, una joya cinematográfica que deslumbra por varias razones.
Una clara crítica a esa línea política de la izquierda de inicios del siglo XX: la idea de que, para ser libres, las mujeres tenían que ser económicamente independientes de los hombres. ¿Y el trabajo doméstico? Ellas relatan qué significa regresar a la casa para cuidar a sus hijos, hacer la comida y lavar la ropa de toda la familia. No hay tiempo para el descanso, algunas de ellas sufrirán de violencia doméstica y de ver cómo el marido les roba la quincena para ir a tomar trago.
Vemos también el recorrido que hacen las flores desde los invernaderos de la sabana de Bogotá hasta Europa. Allí unos trabajadores europeos reciben el producto final: unas flores en perfectas condiciones, desconociendo todo el trabajo necesario para que esas flores llegaran hasta allá.
Poco a poco las mujeres irán ganando conciencia política y se organizarán en un sindicato para exigir sus derechos. Hay que recordar que el documental fue filmado en los años ochenta, interrumpido por la muerte repentina de Jorge Silva, y, en ese entonces, quienes se organizaban para reivindicar sus derechos eran considerados “comunistas” o “guerrilleros”.
Fui a verla el domingo pasado, Día de la Madre. Cuando salí de la Cinemateca vi a muchas mujeres en la calle con flores en la mano. Las historias de vida que acababa de conocer en el documental se reflejaban en esas flores treinta años después. Ese día, el país triplicó la exportación de flores, pero, detrás de tanta belleza, ¿quién pensó en las trabajadoras? ¿Qué ha pasado con sus condiciones laborales?
Marta Rodríguez y Jorge Silva nos legaron un hermoso y a la vez doloroso documental de sorprendente actualidad. Antes estaba de acuerdo con la frase “quien no conoce su historia está condenada a repetirla”, ahora ya no, ahora pienso que quien la conoce entiende perfectamente por qué la historia se repite.

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