Ron fue la primera bebida alcohólica que probé, en mi época adolescente. Por mucho tiempo, sin embargo, dejé de probarlo. Hasta hace unos pocos años, cuando me ofrecieron un trago de La Hechicera. Quedé encantado.
En estos días, entré en una librería y me tropecé a la entrada con un pequeño libro, 101 Rums To Try Before You Die (101 rones para probar antes de morir), escrito por Ian Buxton (2018). Lo hojeé de inmediato en búsqueda de La Hechicera. En vano. Entre los 101 rones, el librito de Buxton no registraba ninguno originario de Colombia.
El patrioterismo no es buen criterio para juzgar la calidad de los rones, así que adquirí el librito de Buxton, informativo, de atractivo formato y lleno de anécdotas tan sabrosas como la bebida.
En el imaginario colectivo el ron es una bebida asociada con el Caribe, con leyendas de piratas y contrabando. Pero una de las primeras observaciones de Buxton es que se produce en casi todo el mundo –en todo el mundo donde se cultiva caña de azúcar, ciertamente, pero también en sitios menos obvios, como Escocia–.
Los rones del Caribe son los que más abundan en su librito –muchos de Cuba, Jamaica, Haití, Puerto Rico, Martinica, Trinidad, República Dominicana, Barbados–. Aparecen además los conocidos y exquisitos rones de Nicaragua, Flor de Caña, y de Guatemala, Zapaca. Y dos venezolanos que han ganado espacio en el mercado mundial: Pampero, con sus evocaciones llaneras, y Diplomático, uno de los rones que se precian de haber recibido más premios en el mundo.
Los mexicanos se destacan por sus botellas que reproducen estereotipos: Mocambo, envasado en una pistola de vidrio; Deadhead, con la figura de una cabeza reducida, que Buxton describe como un empaque “extravagante, poco convencional, grotesco, excéntrico, idiosincrático, por no decir francamente ridículo o absurdo”. Ello no le impide apreciar las cualidades de su contenido.
Hay serias historias económicas y sociales del ron. El librito de Ian Buxton no tiene tales pretensiones. Es solo una guía para quienes quieran explorar una bebida que goza momentos de moda mundial.
La selección de Buxton va mucho más allá del Caribe y Latinoamérica, con su listado de rones de Fiyi, Tailandia, Mauricio, Inglaterra, Estados Unidos, Australia, India, Japón –Ryoma, producido por una de las destilerías japonesas más antiguas, forma parte de los rones conocidos como “agrícolas”, un estilo propio del Caribe francés, por utilizar el jugo de la “caña de azúcar recién prensada en vez de la base de melaza más común” de los productores de ron en otras partes–.
Buxton rompe con los puristas e introduce en sus más de 100 rones las deliciosas variedades de los llamados “rones con especias”. Algunos encontraron inspiración en la literatura, como el Plantation de Barbados, cuyos productores parecen haber seguido la receta de una novela de Charles Dickens. Entre tales rones, el Rumbullion es bastante especial, con sus sabores adicionales de conchas de naranja y vainilla.
Cada ron tiene su propia historia con sus ricas anécdotas. J. Grow, un ron escocés con especias, debe su nombre a un pirata notable que aparece en la obra de Daniel Defoe y en una opereta de Gilbert y Sullivan. Pero la del Pusser, de Guyana, es particularmente curiosa. Su nombre se origina en el Purser, “el oficial de la marina británica que hasta el 31 de julio de 1970 emitió la famosa ración de ron a bordo de los barcos de su majestad”. La práctica del “Pusser” se estableció en 1655 –y en un principio la ración para los tripulantes fue de media pinta por cabeza, dos veces al día–.
Por supuesto que hay serias historias económicas y sociales del ron. El librito de Ian Buxton no tiene tales pretensiones. Es solo una guía para quienes quieran explorar una bebida que goza momentos de moda mundial. Ojalá que su próxima edición incluya rones colombianos.
EDUARDO POSADA CARBÓ