SOS por el Cauca

No es la primera vez, en los últimos meses, que algo muy grave pasa en Timba, en el departamento del Cauca. El doloroso atentado de la última semana que se llevó consigo la vida de la ‘profe Estela’ estuvo antecedido por una situación que también puso en peligro la integridad del director de la Policía, el general William Salamanca, y un alto funcionario de un gobierno extranjero que, cuando visitaban la zona, semanas atrás, sufrieron en carne propia los hostigamientos de los violentos que se campean por esa región, aunque el episodio se mantuviera más bien bajo reserva. Como estas lamentables situaciones, según la Fiscalía, entre julio y septiembre se han cometido 166 actos terroristas solamente en el Cauca.

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Me parece estar oyendo al periodista Juan Carlos Iragorri cada vez que en una mesa de radio aparecía el tema de la violencia en ese departamento. Iragorri, con frustración evidente, afirma que por décadas de cubrimiento periodístico todos los entrevistados, sin importar el día ni la hora, responden lo mismo: que van a mandar un pelotón del ejército al departamento, que esta vez sí confrontarán a los violentos, que recuperarán la región, que priorizarán la inversión social y un montón de etcéteras que ya suenan a cuento chimbo.

Con el paso de los años, las cosas no parecen cambiar para bien y, por el contrario, como está ocurriendo ahora, el panorama se complica al punto de que un magistrado de la JEP ha dicho recientemente que “el Cauca ya no está bajo el control del Gobierno” y el comandante de las Fuerzas Armadas, en comunicación a sus generales y almirantes, dice que la situación del departamento es crítica.

Al olvido histórico del Estado y los elementos de conflictividad social, enfrentados siempre con promesas imposibles de cumplir, se ha sumado la maldición de la coca y la disputa por el dominio territorial de unos grupos que nunca han querido la paz y que le están midiendo el aceite al Gobierno, aprovechándose de su política de negociación. Esa es la verdad.

Si a los grupos violentos es difícil creerles, a los que están asentados en el Cauca exprimiendo las economías ilegales, parapetándose en algunas comunidades indígenas y sometiendo a la mayoría de la población civil –especialmente a los afrocolombianos que viven allí–, no se les puede conceder nada porque, cogida la mano, cogido todo el brazo, y en esas ingenuidades no puede seguir cayendo este gobierno, máxime cuando figuras tan importantes como la vicepresidenta Francia Márquez y el ministro del Interior, Luis Fernando Velasco, nacieron y crecieron en esa región.

Si hay un departamento desafiante en el que ningún gobierno puede perder la guerra definitiva, así hayan perdido muchas y sucesivas batallas, ese es el Cauca y todo el país debería estar volcado en el propósito de debilitar a quienes no se van a sentar nunca en una mesa porque, como está claro, sus rentas son demasiado atractivas para dejarlas a cambio de meros beneficios políticos.

Desde esta columna hemos pedido no abandonar a ciertas regiones y los esfuerzos de los militares y policías que quieren acertar tienen que ser acompañados por la sociedad civil y desarrollados por un ministro de Defensa que de verdad lo sea. Infortunadamente, el doctor Velásquez luce demasiado flojo en el liderazgo del planteamiento estratégico que tiene a su cargo y, en ese sentido, tiene razón la vicepresidenta Francia en su reclamo.

Hace poco visité Timbiquí y vi a cientos de niños y jóvenes derrochando talento con un balón en los pies o a través de expresiones artísticas en medio de un Pacífico caucano imponente que debería estar siendo aprovechado turísticamente. No puede ser que una región tan bendecida siga, a la vez, estando tan abandonada a su suerte.

JOSÉ MANUEL ACEVEDO