El recibimiento de héroe que en Sahagún, Córdoba, se le hizo al político Bernardo ‘Ñoño’ Elías, el pasado 9 de junio, obliga a reflexionar sobre cómo en Colombia se han venido perdiendo los valores. Que un delincuente que sale de la cárcel después de haber sido condenado por corrupto sea recibido en su pueblo con los honores que se les reserva solo a los deportistas que traen una presea ganada en una competencia internacional habla muy mal de a dónde hemos llegado los colombianos en la valoración de su clase política. No se concibe que un delincuente sea recibido, al abandonar la cárcel, con una caravana multitudinaria, gritos de emoción y aplausos vibrantes. “El ‘Ñoño’ Elías es un ladrón, sí, pero robó para nosotros”, dijo una mesera de un restaurante en Sahagún.
Recibimientos como el de Sahagún a un hombre que traicionó la confianza de sus electores apropiándose de recursos del Estado que debían ser invertidos en el mejoramiento de la calidad de vida de los ciudadanos no es bien visto por quienes les exigen a los líderes políticos pulcritud en sus actos. En el diario El País de España, el periodista Juan Pablo Calvás, refiriéndose a este recibimiento, escribió: “Alguien tiene que explicarnos cómo es posible que cientos de personas salgan a recibir como a un héroe al ‘Ñoño’ Elías, un hombre que fue condenado por concierto para delinquir, lavado de activos, cohecho propio y tráfico de influencias”. La única explicación es que a la gente en Sahagún no le importa la honestidad de los políticos mientras les regalen plata para que voten por ellos.
Esta es la triste realidad que vive Colombia. Nos olvidamos de que a la clase política se le debe exigir un manejo pulcro de los dineros del Estado. Que, como se sabe, son dineros de todos los colombianos, que llegan a las arcas públicas a través del pago de impuestos. Alguien podría decir que el ‘Ñoño’ Elías no robó plata del Estado, que fue dinero recibido de Odebrecht como una coima para que le ayudara en la adjudicación de un contrato. Sin embargo, no es así. Esa plata que entregó la multinacional brasileña a políticos corruptos sale de los sobrecostos en las licitaciones. Es dinero que el Estado deja de invertir en atención a las comunidades porque se apoderan de él los negociantes de la política, personas que no llegan a altas posiciones para servirle a la gente, sino para enriquecerse.
Lo que vimos los colombianos cuando en medio de pitos y aplausos arribó a Sahagún Bernardo ‘Ñoño’ Elías no puede repetirse. Eso significa exaltar los antivalores.
Esto es lo que han hecho en este país políticos como Bernardo ‘Ñoño’ Elías, Abraham Musa Besaile, Mario Castaño Pérez, Álvaro García Romero, Fabio Puyo Vasco, Samuel Moreno Díaz, Alejandro Lyons, Gabriel García Morales, Otto Bula e Iván Moreno Rojas, entre otros; todos se han llenado los bolsillos con los dineros públicos. ¿Y qué decir de la conducta de los magistrados del ‘cartel de la toga’, que recibieron plata para engavetar procesos contra líderes políticos? Estas personas actuaron sin respeto por los principios morales, alterando los valores de la sociedad, llevados por la ambición. Con razón, la Agencia Press los calificó como parte de “esa maleza trepadora, asfixiante, invasora y resistente que se ha arraigado en la sociedad colombiana”, denominada corrupción.
Lo que vimos los colombianos cuando en medio de pitos y aplausos arribó a Sahagún Bernardo ‘Ñoño’ Elías no puede repetirse. Eso significa exaltar los antivalores. Un ladrón como este merece el repudio social, no que lo exalten como un salvador de la comunidad. Si la justicia es laxa con los corruptos, la condena debe venir de la sociedad. Es como si en Caldas recibieran de la misma forma al exsenador Mario Castaño Pérez después de que salga de la cárcel. No se puede premiar con recibimientos multitudinarios a quienes traicionaron la confianza de los votantes. A los corruptos hay que hacerles sentir que, aunque hayan pagado su deuda con la justicia, seguirán llevando en su frente un inri que los debe llenar de vergüenza. Aunque a ellos ni siquiera eso les da.
Colombia no podrá olvidar los nombres de los magistrados que con el ‘cartel de la toga’ le fallaron al país, aceptando plata para frenar procesos. Ni el de Jorge Pretelt Chaljub, condenado por el delito de concusión. Ni a Omar Ambuila, el funcionario de la Dian que le regaló a su hija un Lamborghini comprado con plata robada al Estado. Todos deben recibir la condena social. Pero aquí los corruptos no tienen vergüenza. Mantienen el poder en sus regiones, y siguen mandando desde la cárcel. Lo más seguro es que en los próximos comicios, en Sahagún votarán por quienes les diga Bernardo ‘Ñoño’ Elías. Esto significa que seguirá robándose los dineros del Estado. ¡Qué tristeza! Y después nos preguntamos por qué la abstención en las elecciones es tan alta.
JOSÉ MIGUEL ALZATE