Opinión

Obras, armas, diplomacia

Es obvio por qué la prohibición del porte no hace mella al homicidio, pero sí envalentona maleantes.

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Probó ser frágil el pacto de 'Shottas', 'Espartanos' y autoridades en Buenaventura, como será lo que salga de esta nueva mesa, montada al fragor de las balas y cincuenta muertos en lo que va del año. A lo que se suma que sus habitantes, flanqueados por ríos caudalosos, mueren de sed, tedio, abandono, desesperanza y ausencia de oportunidades, aunque que sus muelles mueven más de la mitad del comercio internacional del país. Colombia tiene una deuda grande con el bello puerto del mar, y canjear obras por impuestos puede servir como cuota inicial.
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Definir y ejecutar esas obras es clave: acueducto, escuelas, vías, iluminación, pero no bastará. Habría que regular, como si por allí hubiera pasado un tsunami, crear un régimen legal que incentive la inversión, con exenciones generosas a inversionistas (no solo los trenes requieren amor), estímulos para crear opciones de empleo y emprendimiento, porque no hacerlo será mirar impávidos cómo las nuevas generaciones siguen cayendo en las garras de todo tipo de ilícitos.
Tampoco sobraría poner algo de orden en esta zona urbana, donde varios estados remplazan al Gobierno, igual que sucede en varias zonas rurales: delimitan áreas, cobran tributos, restringen movilidad, intervienen la canasta familiar y lo hacen a boca de fusil. El puerto debe ser un polo de desarrollo, no una cueva de delincuentes, además porque hacer más seguras las zonas portuarias favorece el desarrollo económico del país, la competitividad, el que en sus zonas aledañas se fabrique y exporte, como en el resto del mundo.
Ahora, esa violencia no es inconexa con la nacional. Armas por coca, contó este diario, llegan del mar y abundan las ilegales en manos de quienes jamás pidieron permiso para usar una, pero acá se formulan políticas sin lógica y al son del oportunismo. En armas, vender el sofá y mirar al otro lado, veamos: en Colombia hay cerca de cuatrocientas cincuenta mil armas legales, la mitad en manos de empresas de seguridad y muy bien así, pero ¿cuántas ilegales hay? ¿Diez, veinte veces más que las legales? Nadie sabe, pero abrumadoramente más que las legales, con certeza. Así, es obvio por qué la prohibición del porte no hace mella al homicidio, pero sí envalentona maleantes mientras deja indefensos a los civiles. ¿Cuál banda armada pide salvoconducto que permita ligar un arma con su dueño? ¿O, quién se metería al largo viacrucis de sacar un salvoconducto, su prueba psiquiátrica, sus costos, sus requisitos para delinquir, siendo las armas ilegales, al parecer, de simple consecución y bajo costo? Hay una honda fractura entre la lógica de esta política pública y la realidad, como la del marido con el sofá.
El porte de armas desde hace dos décadas tomó forma de escudo y excusa que permite mostrar acción, cuando la realidad demuestra con métricas cómo esto es tan inútil como hacer nada. ¿Por qué no iniciar un proceso de legalización de armas ilegales para intentar registrar un porcentaje y luego de dar una amplia oportunidad para legalizarlas, endurecer las penas por porte ilegal? Una amnistía sería de buen recibo y un paso hacia descifrar ese laberinto ilegal.
P. S. 1. ¿Alguien creyó que una funcionaria del nivel de Kris Noem vino a conversar de biometría, como se dijo desde Palacio? Un funcionario de ese nivel viene a notificar temas de fondo, quizás la descertificación y las tareas pendientes para mitigar su nivel. En cualquier caso, poca diplomacia hubo hacia nuestro mejor aliado, en la reunión y después de ella. Potus cumple sus promesas, sin vacilación y sin tardanzas.
P. S. 2. Aterrizó Alicia Arango en la campaña de Vicky. Serena, capaz, veterana de campañas y gobiernos, ¿intuyó al caballo ganador?
P. S. 3. Respecto a los hechos que desembocaron en la muerte de dos adolescentes el fin de semana pasado, debe primar el respeto por sus familiares, a quienes enviamos nuestras condolencias, y por la investigación formal que dilucide lo sucedido.

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