Opinión

Segunda carta al Presidente

Aún tiene dos años. Por el país, esperamos que haga el mejor uso de ellos, dentro del marco constitucional.

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Antes de que se posesionara, presidente Petro, le escribí una carta en esta columna, respetuosa y optimista, partiendo de que el otrora senador, afilado e incisivo, podría trasladar tenacidad y logros al Poder Ejecutivo. Dos años después le escribo de nuevo, con el mismo respeto por la presidencia, aunque ahora, en el duro yunque de las realidades, varias de las oportunidades de ese inicio hayan saltado en chispas y sean difusas las letras con las que se inscribirá su gobierno en la historia.
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Primero. La promesa de una transición energética gradual y la sustitución de esos ingresos por los del turismo probaron ser una ficción. Duros golpes a Ecopetrol que han causado un brutal declive de sus finanzas, pésimas políticas energéticas, solo dejaron esquirlas, como las de un desgaste político profundo y una aguda crisis sectorial que amenaza el crecimiento del país.
Segundo. Seguridad y drogas ilícitas. Doscientas cincuenta mil hectáreas sembradas, hasta las mafias de los Balcanes instaladas en Colombia, Europa pidiendo apoyo, prueban que esa batalla, como la de la recuperación de las regiones y la paz total, siguen perdidas. La oportunidad de plantearle a Naciones Unidas un cambio de visión, tomar los cincuenta años de renuncia de Nixon como punto de inflexión para asumir el reto del tráfico como una política de salud pública y no solamente militar, se perdió. Las FF. MM. y de Policía podrían desplegarse con mayor eficacia, si se las guía y permite hacerlo, algo que la vía nacional exige; en las mesas de paz no hay simetría; el quid pro quo no es un factor, y así, un cambio de visión y posición del Estado desde su escritorio es crítico.
La promesa de una transición energética gradual y la sustitución de esos ingresos por los del turismo probaron ser una ficción.
Tercero. Economía. La diversificación de la industria o la oferta exportadora tampoco llegan. Cálculos desafortunados o alegrones en recaudo tributario tienen al Estado ilíquido, las políticas de subsidios estancadas, nuevas reformas e imposiciones asomándose, nada prometedor se augura allí. Las pymes, que no generan titulares, pero sí el 70 % del empleo, tienen enormes dificultades para subsistir. Y para ese tejido empresarial que no es de grandes corporaciones, pero esencial a la subsistencia de la clase media, no se ve un solo apoyo real.
Cuarto. Corrupción. Citar los casos es llover sobre mojado. Los romanos, que escribieron los principios de derecho que aún nos rigen y que han convertido en héroes defensores de la democracia a jueces y abogados, como dijo J. C. Echeverry recientemente, aplicaban conceptos como los de culpa in vigilando y la culpa in eligendo. Roma hacía responsable a quien no vigilaba el objeto de su mandato, tanto como a quien erraba en la elección de sus delegados a cumplir una misión, asuntos que van de la mano. Los recientes y nauseabundos episodios alrededor de pervertir decisiones políticas en favor de una agenda, sumados a la más simple –pero no menos vil– de engrosar las propias arcas, hacen pensar en Roma. Esa lucha también se perdió y el otrora filo del ingenioso senador, en ese frente está romo.
Y entonces, en el momento, Presidente, se va inscribiendo en la historia por haber puesto como puntos obligados de debate en la arena política la igualdad racial y de género, la solidaridad social, pero salvo que dé un viraje, escoja expertos para liderar –lo que requiere experticia y no solo afinidad burocrática o de partido–, atienda las prioridades que la realidad le muestra a gritos y vigile la ejecución de sus sueños desde palacio, haciendo equipo con sectores amplios de la vida nacional, su paso a la historia será mucho más estrecho de lo que pensó. Esto sin contar el apoyo tácito al dictador vecino, que quizás sería el peor renglón de su paso por el Ejecutivo. Aún tiene dos años. Por el país, esperamos que haga el mejor uso de ellos, dentro del marco constitucional, con el interés nacional por encima de todo y de todos.

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