En 2021, Barranquilla fue seleccionada “por aclamación” para ser sede de los Juegos Panamericanos 2027, un hecho “sin precedentes”, como destacó en su momento el Comité Olímpico Colombiano. Panam Sports, organizadora del evento, valoró la impecable organización de los Juegos Centroamericanos y del Caribe de 2018. Por primera vez en 56 años, el certamen multideportivo más importante del hemisferio –solo los Juegos Olímpicos están por encima– volvería a Colombia.
Ese sueño se desplomó con el incumplimiento de un pago de 4 millones de dólares que el Ministerio del Deporte debía hacer el 30 de diciembre, un compromiso que ya se había prorrogado dos veces.
El primer incumplimiento, en julio de 2022, ocurrió bajo el gobierno anterior, al que también le cabe responsabilidad por lo sucedido. Pero había tiempo para ponerse al día. Con el cambio de mando, sin embargo, el proyecto quedó en el limbo. Quince meses tardó el comité organizador en reunirse por primera vez, en noviembre de 2023.
¿Cómo se explica tamaña desidia? Enterado de la revocación de la sede, el Presidente ordenó “hacer hasta lo imposible” para recuperarla. Pero esa repentina preocupación no compensa su anterior desinterés, del que atestiguó esta semana María Isabel Urrutia, su primera ministra de Deporte.
Hoy le llueven jabalinas a la actual encargada, Astrid Rodríguez, quien, por supuesto, también es responsable de lo ocurrido. Pero no basta con achacarle la culpa a ella. Según fuentes que consulté, en Barranquilla consta la dedicación de la ministra en sacar adelante el proyecto. En noviembre, la funcionaria acompañó al alcalde Jaime Pumarejo a recibir la bandera de los Juegos en Chile. ¿Quién entiende que una dirigente tan comprometida con la causa permita que todo se arruine por la incapacidad, monda y lironda, de girar un dinero que ella misma dice que tenía?
La respuesta es que esto es más que un mero error garrafal de un ministro. Es un ejemplo más de la disfunción estructural del Gobierno, que no da pie con bola en ninguno de sus actos: ya por mala comunicación entre el Presidente y sus subalternos, ya por ineficiencia istrativa, ya por incompetencia de los funcionarios, ya por incurrir en pomposas promesas que no se compadecen con los recursos humanos y materiales disponibles para realizarlas. Hace un año nos enterábamos de la mentira del cese del fuego con varios grupos armados anunciado por el Presidente la Nochevieja; hoy, del fracaso de los Panamericanos. En el entretanto, casi cada semana hubo un descache similar.
Otra explicación es, si cabe, más desalentadora: que esto haga parte de una retaliación contra las istraciones regionales consideradas opositoras al Gobierno. No olvidemos aquella primera reunión de Palacio con los gobernadores electos, a la que solo invitaron a los afines al Pacto Histórico. A los antioqueños les acaban de revocar la autonomía minera de la que gozaban desde 2001. Y llama la atención que el Presidente insistiera en que los Juegos no fueran “de Barranquilla”, ciudad gobernada por Cambio Radical, sino “del Caribe”.
Además de indignación, el episodio produce tristeza. Así se logre recuperar la sede, opción improbable que se ventiló en las últimas horas, el Gobierno les falló a Barranquilla y la región Caribe, que tanto contribuyeron a elegirlo. Le falló a la juventud, que es la más beneficiada con la promoción del deporte. Le falló al país, que acaba de hacer un oso al que, como nunca, le cabe el adjetivo ‘olímpico’: pasarán lustros antes de que nos vuelvan a confiar un evento de esta talla. Y el Gobierno les falló, ante todo, a los deportistas colombianos, que se pierden de la oportunidad, única en la vida, de competir en un certamen de ese nivel en su propia tierra.
THIERRY WAYS