Los acontecimientos de las últimas semanas han planteado una profunda reflexión frente a un comportamiento que ha estado presente en Occidente desde hace siglos como algo aparentemente normal: el acoso sexual.
Después de que varias figuras de la industria cinematográfica denunciaran públicamente al productor Harvey Weinstein por conductas que iban desde el acoso verbal y el o físico inapropiado, hasta las prácticas de ofrecer papeles a cambio de favores sexuales, mujeres de todo el mundo han contado sus experiencias. Otras figuras conocidas no tardaron en señalar también a Kevin Spacey, quien fue despedido de House of Cards, y al comediante Louis C.K y las acusaciones llegaron incluso a afectar figuras como el expresidente de Estados Unidos George H.W. Bush y a senadores de Estados Unidos.
El acoso va a dejar de ser visto como algo normal y tolerable. Sin embargo, para lograr ese cambio, BOCAS quiere invitar a hombres y mujeres, sin distinción, a que se hagan a sí mismos una pregunta: ¿somos acosadores?
– Para empezar a responder hay que entender qué es el acoso. La definición más simple habla de que es cualquier acción o insinuación que humille, reduzca o haga sentir a otra persona profundamente incómoda. ¿Lo ha hecho alguna vez? Ahora, si ese comportamiento se da desde una posición de poder –ya sea por jerarquía laboral, por fortaleza física o por diferencia de edad– y está mediado por amenazas directas o veladas, la situación no solo es intolerable –y, en muchas ocasiones, un delito–, sino que es sencillamente repugnante.
– El problema tiene unas dimensiones mucho más grandes de lo que se imagina. El hashtag #metoo, o #yotambién –que fue creado justo cuando estallaron las acusaciones a Weinstein– fue tuiteado más de 1,7 millones de veces en 85 países. Piénselo: detrás de esto hay casi dos millones de mujeres que se atrevieron a decir públicamente que fueron acosadas. El fenómeno es tan profundo que es casi seguro que una mujer que usted conoce haya experimentado este tipo de comportamientos en alguna ocasión.
– ¿Y por qué se da el acoso? La razón es muy simple: en pleno siglo XXI el machismo continúa campante en nuestras culturas y se asumen como normales ciertos comportamientos que no se pueden seguir tolerando. Solo por poner un ejemplo: ¿Alguna vez le ha comentado a una compañera de trabajo “lo buena que está” incluso cuando ella, una y otra vez, le dice que ya es suficiente?
– En muchas ocasiones también se suelen justificar –o, incluso, celebrar– comportamientos como el de un jefe que compara públicamente a sus empleadas con automóviles para insinuar qué tan atractivas o deseables son. Por no hablar de otras acciones que constituyen un delito, como cuando un hombre persigue a una mujer por las calles o se siente con el derecho de tocarla, “¿Porque quién la manda a vestirse así?”.
– Póngase en los zapatos de las mujeres: en casi toda América Latina ellas se sienten tan asediadas que muchas veces no se ponen una falda porque saben que las personas con quienes vive, estudia, trabaja, o con quienes se va a cruzar en la calle, la van a hacer sentir incómoda. Vale la pena preguntarse si usted es una de ellas.
– ¿Y qué pasa en Colombia? Según la Fiscalía, en 2017 se han registrado más de 17.500 casos de acoso –8,9 % más que el año pasado– y según Sigma Mujer, 97 % de las denuncias quedan archivadas. Los casos suceden en todas partes: lugares públicos y privados, universidades, colegios, iglesias y hasta en la misma casa.
– “¿Pero si hasta los chistes y los piropos son acoso, entonces cómo un hombre se puede acercar a una mujer que le gusta?”, dicen muchos. “¿Acaso coquetear es ilegal?”. Además de ser profundamente machistas, esas preguntas niegan y profundizan el problema. Simplemente hay que ponerse en los zapatos del otro: el límite de un chiste o de un piropo está en la comodidad de la persona que recibe el comentario. Y todos, sin duda, saben cuándo ese límite se cruza.
– Hay que tomar consciencia de que ni las mujeres, ni el resto de la sociedad, va a seguir tolerando el acoso. “Someter a la mujer dejó de ser legal, pero siguió siendo normal”, escribió en una de sus columnas el escritor Ricardo Silva Romero. Ahora, esta ola de denuncias es un indicio claro de que este tipo de comportamientos no se van a seguir tolerando. Quien lo tolere o lo justifique simplemente será un cómplice.
– Por eso, para terminar, lo invitamos a reflexionar. Si se reconoció como acosador, Y si usted se reconoció como acosador, no es difícil cambiar. Se trata, simplemente, de practicar uno de los valores más universales que existen: el respeto por el otro.
REVISTA BOCAS
EDICIÓN 69 - NOVIEMBRE 2017