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El auge de la santería en Bogotá: entre el señalamiento y la creencia

El culto, que alcanzó su apogeo en 1980, se ha venido abriendo paso en los barrios populares.

Los rituales de santería usan velas, tabacos y elementos de la naturaleza que representan a los diferentes dioses.

Los rituales de santería usan velas, tabacos y elementos de la naturaleza que representan a los diferentes dioses. Foto: Milton Díaz. EL TIEMPO

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PERIODISTA DE BOGOTÁActualizado:

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Hace unos meses, cuando EL TIEMPO reveló el inconformismo de varios vecinos de Fontibón que se quejaban por la presencia de tres mujeres que practicaban la santería, quedó en evidencia un fenómeno que hoy se esparce por toda la ciudad.
La historia daba cuenta de prácticas que tenían lugar en una casa del barrio Casandra, donde se leían el tabaco y las cartas. La Policía acudía al lugar con cada reclamo, pero no podía hacer mayor cosa. Hasta que las mujeres, a quienes algunas vecinas no dejaban de llamar ‘brujas’, tuvieron que irse de allí. Pero, ¿qué tanto ha crecido este fenómeno en la capital?
Son cerca de 9.125 kilómetros los que separan las raíces de la santería yoruba, en Nigeria, con los ritos y prácticas de esta religión que se ha asentado en la capital colombiana y otras regiones del Caribe central y latinoamericano. Fue esta la misma distancia que recorrieron los negros africanos esclavizados en la conquista, que a bordo de navíos trajeron consigo los cimientos de una nueva creencia basada en la conversación con los muertos y el culto a los antepasados, deidades u Orishás, como los santeros los llaman.
"¡Que viva Shangó!", dicen los santeros, "¡que viva Changó!", dicen quienes han bailado al ritmo de la mítica y tradicional canción cubana de Celina y Reutilio, que sin saber es un pregón de alabanza a una de las figuras más importantes del panteón Orisha de la religión yoruba, que mediante la música y cueros del tambor se ha colado en la culturas híbridas y mestizas de ciudades cosmopolitas, como Bogotá.
Pese a que la santería se ha tomado un terreno importante en la ciudad, los babalawos y sacerdotisas dicen que aún están en las sombras, que mantienen su credo encerrado y protegido en las paredes de las casas. Es una religión que se practica en silencio, entre quienes se inician y las deidades que son llamadas para brindar protección y, en algunos casos, para modificar los destinos.
Santería

Santería Foto:iStock

Presencia en Kennedy

Nosotros ayudamos a conectar con sus ancestros, a buscar protección, a abrir el camino que a veces sentimos cerrado.
En Bogotá es un secreto a voces, como lo dice con acento entonado y risa nerviosa, Catalina Ortega, quien se ha dedicado a la santería desde que tenía 8 años por herencia de su madre. “Aquí, en Kennedy, no soy solo yo, somos muchos”. Para ella, lo paradójico de la situación es que sus vecinos, algunos de los que condenan su práctica, son los mismos que a escondidas se “escurren hasta la casa para pagar una consulta”.
Sin embargo, el camino no ha sido fácil. Tanto en Cuba como en Brasil, Venezuela y Colombia, esta práctica se ha escondido entre las selvas, las regiones apartadas o, en el caso de Bogotá, entre las calles de barrios tradicionales y populares a donde han llegado la mayoría de migrantes provenientes de Centroamérica y Suramérica.
El olor a tabaco que se puede percibir desde la distancia, las velas quemadas, flores que se marchitan en el altar, frutas, alimentos, carnes y sangre de animales son algunos rasgos característicos de los consultorios o casas de culto que se ubican en Kennedy, Chapinero, La Candelaria, Santa Fe, Suba, Bosa y Ciudad Bolívar.
“Nosotros ayudamos a conectar con sus ancestros, a buscar protección, a abrir el camino que a veces sentimos cerrado. Como en todo, hay quienes usan lo que saben para hacer el mal, nosotros no, porque seguimos los lineamientos de un dios supremo que nos envió para hacer el bien en la Tierra”. Así describió su oficio Catalina.
En su casa, en el suroccidente de la capital, recibe a sus amigos, clientes o a quienes desean emprender el camino religioso. En medio de un altar de velones de colores y encendidos con diferentes intenciones, la sacerdotisa, como se hace llamar, prende tres tabacos, que fuma al tiempo, y comienza la charla.
Los puchos se queman y empiezan a mostrar el ‘camino’, que a veces es feliz y otras, trágico. En esta creencia, esa visión puede marcar el destino de quien consulta. “Yo les explico lo que mis ancestros me dicen, lo que la adivinación les predice, les doy recomendaciones y algunos rituales dependiendo de su necesidad, pero ellos deciden qué hacer y qué no”.
Aunque pareciera fácil, la mujer, de unos 40 años, dice que lleva un peso muy grande encima. Para ella, se trata de cargar una historia, un legado, pero sobre todo, una fe que debe sobrepasar el prejuicio y el señalamiento. “Esto no es brujería, esto es una religión, una creencia”, insiste.
No fue sino hasta 1980 cuando la santería cubana se abrió paso en Colombia a raíz de los carteles del narcotráfico que buscaban amparo en esta creencia. De ahí que la historia de los santeros en el país ha estado marcada por narraciones macabras y ligadas a la brujería, como lo señaló Luis Carlos Castro, sociólogo y autor del libro Narrativas sobre el cuerpo en el trance y la posesión: una mirada desde la santería cubana y el espiritismo en Bogotá.
Ashanti Dinah Orozco, sacerdotisa y poetisa afrocolombiana, explicó que “la santería está basada en la creencia de un dios que se llama ‘Olodumare’ y que rige la cosmopoética vital del universo. A la vez existen unas deidades que se llaman Orishás, que componen el sistema de pensamiento y de cosmogonía que, a su vez, rige los pensamientos, la memoria, los códigos éticos, morales y religiosos de la vida”.
Hace mucho hacían ver esta palabra como algo malo, pero en realidad lo que significa es que a una deidad o a un dios específico se le ofrecen rituales.
Dicen los expertos que la corriente santera que es practicada en Bogotá es el resultado de un proceso de decantación que se ha dado desde la base original africana, que pasó por Cuba y Brasil, y que en Colombia tomó matices del espiritismo, que ya había sido incrustado desde su paso por la región centroamericana y que tiene una fuerte influencia del espiritismo francés de 1857.
Para Castro, el espiritismo en Bogotá cumple un papel fundamental en la práctica de la regla de Osha (santería), por lo que algunos santeros de la ciudad aparecen ligados a esta corriente que también es ancestral. Según explica, “la existencia de espíritus y seres que residen en planos diferentes al nuestro hace parte de la base de creencias de múltiples culturas, en especial de las religiones africanas y de origen afro”.
Pero en el otro extremo de la ciudad también hay espacio para este culto. El babalawo, o sacerdote yoruba, Leonardo Landinez, ha hecho del sector de Puente Largo, en el norte de la capital, un lugar no solo para vivir, sino para encontrarse de frente con lo que representa la santería en Bogotá.
Por su casa han desfilado famosos del mundo del entretenimiento y políticos, como él mismo lo cuenta, así como personas perdidas y en busca de una respuesta que les diga cómo seguir viviendo en este plano terrenal.
“La santería es una religión animista o pagana. Hace mucho hacían ver esta palabra como algo malo, pero en realidad lo que significa es que a una deidad o a un dios específico se le ofrecen rituales en pro de obtener un beneficio de esas espiritualidades”, dice.
Leonardo llegó a la santería por necesidad de liberarse de una acción de maldad espiritual que habían puesto sobre él. “Cuando vi el efecto positivo que esto había traído para mi vida, quise ahondar y seguir con disciplina los mandatos que de parte de los Orishás llegaban para mí; por eso ya me doy por convencido de esta religión, la sigo y hago mis consagraciones”.
Sobre el sofá de su casa, Landinez explica que los Orishás son deidades vivas que conocen el sentir de las personas y saben el proceder de las intenciones con el que se les invoca. “Por esa razón, cuando una persona hace una invocación con maldad o interés, los dioses lo cobran, más adelante se voltean las cosas y hay que pagar por lo malo que se hizo”.

Choque de culturas

Santería

Santería Foto:iStock

La forma de sus prácticas y rituales han hecho que la cultura santera sea arrinconada en Bogotá y cuestionada por los más tradicionales, como lo reveló en un pasado informe EL TIEMPO. La gente se queja por las molestias que al parecer suscita la práctica de los cantos y rituales desarrollados por los seguidores de la santería.
La Policía insiste en que al no ser una acción que afecta a la comunidad en general, lo que se puede hacer no es mucho, pues no hay ninguna violación a la ley. Por otro lado, la Constitución señala en el artículo 19 que “toda persona tiene derecho a profesar libremente su religión y a difundirla en forma individual o colectiva”. La religión yoruba y sus sistemas de adivinación y creencias fueron declarados en 2005 como patrimonio cultural inmaterial de la humanidad por la Unesco.
En las calles de la ciudad no solo se cuenta la historia de los ‘brujos’, como los han llamado por décadas, sino la de una religión que llegó al país producto de las migraciones y la esclavitud. En ese sentido, añadió Catalina, “somos lo que nos han contado, lo que nos han obligado a entender, pero en esta religión la historia es otra, aquí cargamos los sueños, las ilusiones y, sobre todo, el dolor de nuestros antepasados que nos han enseñado a ser mejores y a protegernos para no sufrir”.

Santería, adivinación y espiritismo que se mezclaron en la capital

Los que practicamos esta religión no hacemos nada sin el permiso a ese culto que sentimos por nuestros antepasados.
Hay otros aspectos de esta religión que integran más elementos a la fe. Ashanti Dinah dice: “Los que practicamos esta religión no hacemos nada sin el permiso a ese culto que sentimos por nuestros antepasados, que son los Eggun o ancestros y ancestras inmediatas, que son nuestros familiares que están en la otra dimensión de la vida”.
Además, la religión tiene un complejo sistema de adivinación que se organiza en tres registros: el primero es el sistema Ifa, que se hace mediante la lectura de códigos divinos que son interpretados por el Babalawo; el sistema adivinatorio Diloggun, que utiliza los caracoles como medio de predicción, y el último registro, que corresponde a la adivinación por medio de los Obí o cocos. Aunque dichas prácticas son generales en la religión, los santeros bogotanos han establecido en ellas la base de sus creencias y rituales.

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JONATHAN TORO
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