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La viajera de 64 años que quiere conquistar Colombia en bicicleta
Hace un año, Aura Ospina empezó a conocer el país montada en una vieja bicicleta de hierro.
A Aura Ospina por poco y la coge la cuarentena pedaleando en las carreteras de Antioquia. Solo el virus le puso un ‘tatequieto’ a esta mujer de 64 años que quiere conocer Colombia en bicicleta.
En agosto de 2019, esta costurera nacida en Argelia, Antioquia, salió de Guasca, Cundinamarca, sobre una vieja bicicleta de hierro a una travesía de 24 días que la llevó a Manizales, el Eje Cafetero, el Tolima y de regreso nuevamente a Cundinamarca.
En carretera hay quienes la voltean a mirar dos veces: es que una mujer mayor, de 1,52 de estatura, vestida con un leggins de casa, zapatos planos, con varios golpes en la rodilla y pedaleando contra los altos y su edad en una bicicleta vieja de rin 26 es algo que no se ve todos los días.
“En el camino a Manizales me caí varias veces porque la rodilla con la que me bajo es la lesionada y la bicicleta es alta”, dice riendo, y agrega: “Esa bici ya es un ícono para mí, me ha dado mis victorias”.
No es la primera vez que Aura le gana la batalla a una bicicleta más grande que ella. Recuerda que, a sus 13 años, aprendió a montar bicicleta.
“Estaba en el internado, en Sonsón (Antioquia). En el pueblo alquilaban las bicicletas y a mí me tocó una muy alta. Pero estaba sola, nadie me enseñaba ni me empujaba del sillín y los pies no me llegaban al piso para impulsarme. Entonces hice de cuenta que del cielo bajaba una cuerdita de la que yo colgaba derechita. Y me estuve derechita, y bicicleta y yo andamos”, recuerda. Ese juego del equilibrio marcó su vida.
Aura Ospina Foto:Archivo particular
Ya en Medellín, casada y con cinco hijos, tuvo su primera bicicleta: una Monark oxidada y pesada con la que andaba 1 o 2 kilómetros. Luego tuvo otra Monark, algo mejor, con la que empezó a soñar poder subir al alto de Minas, un puerto clásico del ciclismo. “Yo subía una loma a puro pedal y veía a la gente en buenas bicis, pero que subían caminando. Pensé que si tenía una de esas, iba a hacer maravillas. Entonces compré, de segunda, el marco de esta todo terreno y la fui armando”, cuenta.
Con esa, su vieja bici azul, armada por ella misma, empezó la aventura.
La bicicleta que la acompaña hace 24 años. Foto:Archivo particular
Hizo cuatro intentos para subir al alto de Minas. “Cuando lo logré, me dije que era capaz de ir pedaleando a cualquier lugar. Entonces empecé a hacer viajes en Antioquia. Tenía 40 años y mis niños estaban pequeños, me tocaba regresar el mismo día”, cuenta Aura. Y así las cosas, entre su taller de costura y sus tareas de mamá, se las arregló para hacer la vuelta a oriente. La misma bicicleta, alternada con aventones en carro, en 2018, la llevó a Bogotá y a Cundinamarca. Su vieja todoterreno la puso en Guasca.
Allí trabajó en un restaurante y se asomaba, de cuando en cuando, a ver las competencias que pasaban por la carretera. Soñaba con Nairo Quintana y gritaba frente al televisor cuando lo veía correr las grandes vueltas al otro lado del mar.
Quizá pensando en su héroe boyacense fue que decidió, a sus 63 años, probar piernas en un primer viaje a Boyacá. Salió de Guasca, pasó por Guatavita, Sesquilé, Chocontá y Villapinzón. Luego llegó a Sáchica, amaneció en Ráquira para después dar la vuelta por Chiquinquirá para salir a Zipaquirá y Sopó y volver a casa.
En su viaje a Manizales, Aura luchó contra una lesión en su rodilla. Foto:Archivo particular
Siete meses después, a finales de agosto de 2019, empacó ligero y salió rumbo a Manizales.
Se fue por Chía y Villeta, recibió un aventón hasta Guaduas, arrimó a Honda y llegó a Mariquita a encontrarse con Lila, su hija, con quien alternó la bicicleta para conquistar el alto de Letras, el puerto más alto del país. Una pedaleaba un rato mientras la otra descansaba en una flota y se bajaba más adelante para esperarla y seguir su turno.
“Me tocaron los últimos 14 kilómetros, me dieron duro... me enfrié. Pero a la cima fui a dar, a raticos caminando, a raticos rodando. ¡Y subí! ¡Estaba helada! Llegué a buscar una agua de a caliente”, relata Aura.
Su hija regresó a casa, pero a ella las piernas le pidieron más pedal y carretera, y el corazón, más aventura. Aura pedaleó durante 24 días, con algunas jornadas de descanso.
"En Manizales se me abrieron las puertas. Hubo gente que se conectó conmigo y me saludaban en carretera. Cuando salí para Pereira, me encontré con unos ciclistas en el camino, que me ayudaron algunos tramos", relata Aura.
De Manizales saltó al Eje Cafetero, conoció Filandia. Pasó La Línea no en bici, sino en un carro que le dio un aventón. Llegó a Ibagué, donde se encontró otro grupo de ciclistas. Ellos le regalaron su primer jersey y le hicieron un mantenimiento a su bicicleta. “Hay algo increíble: la gente tan linda que hay en la familia ciclista”, dice esta nueva integrante del ‘combo’.
Aura Ospina y sus amigos ciclistas. Foto:Archivo particular
De Ibagué, siguió a Girardot y luego a Melgar. Más adelante, casi no llega a Chinauta, por poco y la vence el calor... Entre unas y otras, salió a Soacha. Allí, pidió ayuda de sus hijos: "me daba miedo cruzar por Bogotá, eso lleno de carros y uno no conoce", anota.
Pasó la noche en Chapinero y, en la madrugada, salió para tomar el Alto de Patios. "Me pareció chévere, una subida suave. Eso sí, ¡muy concurrida! No bajé a descansar por temor a tumbar a alguien", dice riendo. Y de allí, se fue "tranquilita" hasta Guasca.
Aura Ospina Foto:Archivo particular
"Ahora hubo una pausa en mis sueños viajeros", dice, con algo menos de entusiasmo, en octubre de 2020, a través de una videollamada desde Medellín:"2020 yo lo tenía destinado para no parar: iba a ir a Villavicencio, a Casanare... casi que sin fecha de regreso. Pero llegó la pandemia, se presentaron inconvenientes y ese viaje no se ha podido hacer".
Mientras retoma su vida en carretera, Aura planea unos pequeños viajes por Antioquia y su hija hace cuentas para adquirir una nueva bicicleta. Pese a que su bici azul es su gran tesoro, sigue siendo muy alta y pesada.
"Hago mucha montaña y la bicicleta no tiene los suficientes cambios para hacer esos pedaleos. Eso me genera tener que caminar... es durita la bici. En esas estamos, buscando otra", dice Aura. Su hija abrió una Vaki hace poco para cumplirle el sueño.
Aura espera que esa nueva bicicleta la pueda llevar lejos a ella, a su maleta y a la guitarra que a veces lleva en el camino y con la que le compuso una canción a la razón de su alegría: