Varios lectores me han hecho llegar esa misma inquietud. Y citan como ejemplo lo que se ve bajo los puentes peatonales y vehiculares, en las esquinas de los barrios, en los alrededores de restaurantes y comercios en general. Incluso advierten del desaseo en corredores viales como la avenida Caracas, la carrera décima o la Autonorte.
Pues bien: me di a la tarea de recorrer algunos de estos lugares y ver con detenimiento lo que pasa en mi propio entorno, es decir, mi barrio. Y evidentemente no solo hay desaseo por el reguero de basuras, sino por el estado lamentable de postes, paredes y mobiliario de la ciudad.
En mis recorridos prácticamente no hubo estructura de estas que se salvara del salvajismo de los ‘pegoteros’ y sus anuncios de todo tipo, hasta se ofrecen préstamos que no disimulan ser un ‘gota a gota’ y eventos que vaya uno a saber quién controla.
El cambio en el modelo de aseo que trajo la pasada istración incluía el tema de los contenedores y las canecas. Y un compromiso inquebrantable de los operadores para que estas estructuras permanecieran siempre en perfecto estado, para que el corte del césped fuera regular, para que los camiones estuvieran monitoreados, para que las fachadas fueran lavadas periódicamente y cosas por el estilo.
Lamentablemente, en muchos lugares –no voy a exagerar diciendo que en todos– los contenedores están contribuyendo al desaseo. En parte porque rebosan de desperdicios y da la impresión de que la empresa recolectora tarda en desocuparlos. Pero en parte también porque la misma gente los utiliza indebidamente. Vi que uno de ellos desbordaba de escombros de construcción, por ejemplo. Y en no pocos casos, fui testigo de cómo los recicladores, si bien cumplen una encomiable tarea, no tienen el cuidado de dejar el espacio limpio alrededor. Y nadie puede reclamarles. Así mismo, no sé cómo lo harán ni por qué razón, pero contenedores destinados al reciclaje son volteados patas arriba. ¿Para qué? Es una verdadera cretinada. Y otros han sido incinerados.
En la esquina de la calle 63 con carrera 15, en un entrecruce de calles, los restauranteros y comerciantes del sector decidieron convertir ese sitio, que es una vía pública transitada, en muladar. Así, simple y llanamente. Allí se ve a los empleados de estos lugares botar la basura con un descaro y un desparpajo que dan putería. Y perdónenme la expresión, pero no hay derecho. Algo similar ocurre en parques, separadores y humedales.
El barrido de calles imagino que tiene una programación y una frecuencia. Pero me temo que en algunas zonas de la ciudad se está haciendo al destajo y por tanto da la impresión de que el barrio ha sido abandonado a su suerte por quienes prometieron calles y fachadas limpias.
En todo esto subyace una enorme responsabilidad ciudadana. No hacer buen uso de los contenedores, no establecer reglas claras entre recicladores y es de los conjuntos, no meter en cintura a los negocios que ensucian la ciudad y no exigir cuentas a los operadores, está respondiendo a la pregunta de esta columna: sí, Bogotá luce sucia.
¿Y dónde está la Unidad istrativa de Servicios Públicos de la ciudad, la Uaesp? ¿Cuándo fue la última vez que hizo rendición de cuentas? ¿Por qué no nos dicen qué tipo de monitoreos se hace a los responsables del servicio de aseo? ¿Qué pasó con las campañas de limpieza?
En la encuesta de percepción ciudadana nos jactamos de decir que nos sentimos orgullosos de nuestra ciudad. ¿Y entonces, por qué la tratamos así?
ERNESTO CORTÉS FIERRO
Editor General
EL TIEMPO
@ernestocortes28