Nuevamente se repite la película. En febrero, la ciudad registra altos niveles de contaminación del aire como consecuencia de los incendios forestales en la región. Pero las quemas no son la única fuente que afecta la calidad del aire; también los vehículos a motor -en especial los que utilizan diésel o los que tienen más años de circulación, como es el caso del transporte de carga- y las industrias, sobre todo aquellas que dependen del carbón para sus procesos industriales.
El problema no es reciente y ha sido muy bien diagnosticado, tanto así, que hace casi 2 años se lanzó un nuevo plan para descontaminar el aire de la ciudad para los próximos años.
Tener un documento guía de política pública es un primer paso, pero no es suficiente. De hecho, en los últimos años se han publicado varios Conpes y diferentes resoluciones para combatir ese enemigo silencioso que afecta a las principales ciudades del país.
Hoy, ante la evidencia de los efectos perversos del cambio climático y la necesidad de transitar hacia energías menos contaminantes, las personas son más conscientes de la necesidad de fortalecer las regulaciones y cambiar comportamientos.
Eso significa modificar hábitos de consumo y mejorar los controles a las malas prácticas agrícolas y ganaderas que presionan por la tala de bosques, las quemas forestales y el mayor consumo de agua, lo que conlleva la desaparición de biodiversidad en varias zonas del territorio nacional.
Bogotá ha demostrado su compromiso por mejorar la calidad del aire en los últimos años. Por un lado, los acuerdos del Concejo para la transición energética en el transporte público y por otro, el compromiso de la istración por incorporar en el POT las zonas urbanas por un mejor aire, la ampliación del número de humedales y la protección de los cerros orientales, sumado a una interesante apuesta por incrementar el arbolado urbano en toda la ciudad.
Sin embargo, ha sido didicil obtener buenos resultados en el sur occidente - en sectores como la Sevillana - donde, históricamente, hay graves problemas por causa de fuentes fijas y móviles. Tampoco se ha logrado mucho para renovar el parque automotor de carga o al menos obligarlo al uso de filtros o catalizadores en sus sistemas de combustión. Ni qué decir de los propietarios de autos y motos que evaden la revisión técnico-mecánica.
No obstante lo anterior, hay que reconocer que el desmonte del SITP provisional y el pico y placa extendido puede traer impactos positivos al ambiente, pero no tanto si no se hace nada con el transporte de carga y el inminente incremento de venta de motos. Sumado a una malla vial deteriorada que también conlleva material resuspendido en el aire.
Tampoco tiene sentido que Bogotá haga la tarea si los municipios vecinos son laxos en sus políticas y controles. Acá es importante, también, evaluar el papel de la CAR para evitar los incendios forestales y las quemas agrícolas que realizan algunos campesinos con el fin de ‘preparar’ la tierra para los primeros cultivos del año.
Mejorar la calidad del aire trasciende los límites geográficos y las competencias istrativas de una ciudad. Se requiere con urgencia lo que muchos expertos han llamado la ‘gobernanza del aire’. De cualquier manera, se necesitan resultados concretos pronto y sin dilación.
OMAR ORÓSTEGUI
DIRECTOR FUTUROS URBANOS