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Una historia sobre los tres disparos que le quitaron la vida a Gaitán

El cronista bogotano Hernando Tellez realizó una reconstrucción de 'El Bogotazo' mediante un relato.

Fotografía original de Luis Alberto Gaitán, Lunga, que después se convertiría en una imagen icónica de Jorge Eliécer Gaitán.

Fotografía original de Luis Alberto Gaitán, Lunga, que después se convertiría en una imagen icónica de Jorge Eliécer Gaitán. Foto: Tomada del libro ‘Archivo Gaitán’

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El nueve de abril de 1948 es una fecha recordada y conmemorada constantemente tanto en Bogotá como en el país entero, dado que dividió la historia de Colombia en dos. De los disturbios generados en la capital por la muerte del caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán, se desprendió una violencia que se extendió por toda la nación.
Tras la caída de Gaitán al suelo, producto de las balas disparadas por el revolver que empuñó Juan Roa Sierra, iniciaron los disturbios y las revueltas que causaron daños estructurales en Bogotá, así como el fallecimiento de muchas personas en el desarrollo de la conmoción.
El 24 de abril de 1948 Hernando Téllez, un cronista bogotano, publicó en Semana un texto que daba cuenta de la reconstrucción de los hechos de El Bogotazo desde una mirada política, pues compila detalles de las reuniones entre liberales y conservadores con el fin de detener la ola de violencia, hasta la vista ‘panorámica’ de una Bogotá sumida en el desenfreno, el robo, los incendios y “el más dramático trance de la normalidad al caos que haya conocido la historia política de la nación”, como resalta Téllez en su relato.
Según escribió Téllez para Semana, Jorge Eliécer Gaitán había dormido solo cuatro horas en la madrugada de aquel nueve de abril de 1948, pues había celebrado el triunfo de uno de sus procesos judiciales como abogado, ganado el ocho de abril, el día anterior a su muerte.

La caída de Gaitán al suelo 

El día de El Bogotazo, el político liberal Plinio Mendoza Neira invitó a Gaitán a almorzar. “Acepto, pero te advierto que yo cuesto caro”, dijo el caudillo. Momentos después, fue asesinado al recibir tres disparos de bala: uno en el cráneo y dos en la zona torácica. A la 1:55 p.m., en la Clínica Central de Bogotá, el corazón de Jorge Eliécer Gaitán dejó de latir. Los disturbios habían empezado diez minutos antes, justo después de la caída del caudillo a la acera. El político liberal fue enterrado en la sala de su casa.
Téllez relata que, tras los fulminantes tres disparos de bala –y un cuarto que, por fortuna, no hirió a nadie-, Juan Roa se escondió en la Droguería Granada, evitando ser víctima de los testigos del asesinato. Sin embargo, de poco sirvió su intento de refugio, dado que la multitud lo atrapó, lo torturó y lo asesinó. El martirio de Roa Sierra, según el cronista, inició con un ‘cajonazo’ que le propinó un embolador enardecido por el magnicidio.
Tras ser arrastrado por corbatas amarradas a sus extremidades, el cadáver de Juan Roa fue dejado frente al Palacio Presidencial durante dos días. Tras ello, todo tipo de negocios fueron asaltados, destruidos e incinerados.

Algunas historias tras la conmoción 

La violencia no fue ajena a todos los rincones de la capital, trasladándose al resto del país en cuestión de horas. Hernando Téllez da cuenta de algunos hechos presenciados durante una de las semanas más álgidas de la capital.
Las revueltas y los fallecimientos fueron una de las máximas expresiones del frenesí bogotano del momento, sin embargo, cuando los disturbios se convirtieron en acciones de asalto, se desocuparon miles de negocios, incluyendo las licorerías. Cuenta Téllez que un hombre llamado Carlos Monroy se despertó entre centenares de cadáveres. Se encontraba tan ebrio durante la conmoción que los soldados lo creyeron muerto, producto de su desmayo etílico, y lo llevaron a un anfiteatro.
Por otra parte, el fotógrafo Parmenio Rodríguez fue alcanzado por una bala en la Plaza de bolívar –un “campo de batalla”, según Téllez- durante el agitado nueve de abril. Su cámara quedó atravesada por el proyectil que finalizó con su vida.
También, Roberto García-Peña, director de EL TIEMPO en 1948, realizaba un sinnúmero de llamadas con el fin de poder enlazar los hechos y, a pesar de no haber podido imprimir los ejemplares del periódico ante el apocalíptico panorama bogotano, su columna apareció en el periódico El Liberal, dirigido por Alberto Galindo en ese momento.
Asimismo, los presos de las cárceles La Picota, la Modelo y el Buen Pastor, aprovecharon los disturbios para escapar. Eduardo Caballero Calderón, en su libro ‘Siervo sin tierra’, da cuenta de cómo los presos se escaparon de la cárcel de Santa Rosa de Viterbo tras enterarse de la muerte de “un caudillo muy popular en la capital”, como cita la obra literaria.

La historia nacional dividida en dos 

La crónica de Hernando Téllez sobre El Bogotazo es el relato que ‘cierra el telón’ del primer tomo de la antología de grandes crónicas colombianas recopiladas por Daniel Samper Pizano. “Así como el 9 de abril cierra una parte de la historia nacional del siglo XX, podría pensarse que el relato de Hernando Téllez en Semana inaugura una época en la crónica colombiana, que salta definitivamente de la crónica histórica a la periodística”, escribe Samper Pizano, a propósito de cuando Hernando Téllez relató los hechos desencadenados por tres disparos a un caudillo liberal en Bogotá.
Juan Rodríguez Pérez
ELTIEMPO.COM

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