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El polaco que vende comida típica de su país en un barrio de Kennedy
Se enamoró en Colombia y llamó a su negocio Siete Hijas, como el número de hijas que quiere tener.
Un polaco que vende su comida tradicional en Kennedy Foto: Archivo particular
Siete Hijas’ es el nombre del icónico punto de sabor polaco que nació del sueño de Adrian Klimek de tener una casa grande con piscina y con siete hijas, como lo vio en un video hace ocho años, cuando vivió en Estados Unidos.
Hoy, detrás de la iglesia del Padre Chucho o en el parque de Villa Alsacia, en el occidente de Bogotá, mientras corta por la mitad un pan baguete de 40 centímetros, tres parejas se acercan a su carrito de comidas. Miran, huelen y se antojan, pero no encuentran explicación de lo que es un ‘zapiekanki’.
El hombre prepara una especie de pizza polaca. Foto:Kevin Ramírez
—Hola, esto es comida tradicional polaca. Es como pizza, pero más rica y saludable, les dice Klimek mientras le pone una base de champiñones al pan.
—Se ve muy rico, en estos días pasamos, le responden extrañados al ver un polaco sonriendo en Kennedy.
Adrián Klimek llegó a Colombia en enero del año pasado. No compró el tiquete de regreso porque no sabía si se quedaría tres o seis meses, aunque realmente no tenía planes, ni celular, estaba conociendo. Lo único que sabía era que quería viajar por el mundo. Eso lo tenía claro desde sus 15 años, cuando le decía a su compañera de colegio en Cracovia que iba a trabajar fuerte hasta los 30 y después se iba a recorrer el mundo. Realmente empezó a hacerlo desde los 23.
Antes de llegar al país estuvo en Tailandia y Vietnam trabajando como profesor de inglés y haciendo algunos voluntariados. Sin embargo, siempre que volvía a su casa en Polonia se arrepentía. No porque no le gustara su país, sino porque para él cada día es una historia nueva. Por eso, desde que llegó a Colombia le encanta salir a la calle para ver cómo nos comportamos los colombianos.
Este polaco se goza desde una mojarra hasta el vallenato 'Las Locuras Mías' de Silvestre Dangond. Al poco tiempo de llegar a Colombia estuvo en un voluntariado con los arhuacos en los alrededores de Valledupar y de vacaciones por Santa Marta, donde conoció a María Paula Jiménez, una colombiana que le fascinó. A pesar de que él no sabía nada de español y ella no hablaba inglés, terminaron viajando a Palomino, en La Guajira, durante cinco días y luego recorriendo el país por cuatro meses, en los que aprendió español con ella y con la aplicación Duolingo.
El puestod e comida se ubica en la localidad de Kennedy. Foto:Kevin Ramírez
Esto es como pizza polaca, pero más rico que la pizza. El ‘zapiekanki’ es como la arepa, todos lo hacen en Polonia.
Todo iba bien, pero en junio del año pasado se quedaron sin plata. En ese momento pensaron en irse a Europa a trabajar, pero los permisos eran complicados. Así que vieron en el ‘zapiekanki’ una opción de negocio, pues él había trabajado con extranjeros en Cracovia y sabía que esa comida les gustaba a los visitantes de la tierra del papa Juan Pablo II.
En ese momento se dio la casualidad que su novia tenía un carrito de comidas y se lanzaron al vacío. Compraron todo lo que necesitaban, diseñaron su marca y el día que empezaron a vender solo les quedaba 15.000 pesos en el bolsillo. Era todo o nada. Sin embargo, les fue muy bien.
Empezaron trabajando por la avenida principal del barrio Castilla, luego detrás de la iglesia del Padre Chucho, donde la gente fue muy amable y curiosa por el nombre del negocio y la carta que ofrecía.
Por ejemplo, uno de los nombres que quisiera para su hija es Antonella, como se llama uno de los zapiekanki, que noche a noche prepara con carnes y verduras. No es casualidad. Los demás nombres son de mujeres muy importantes para él: Paula, su novia; Veronica, su mamá; María Dolores, la abuela de Paula que hace los champiñones; Mariana, su abuela, e Isabella, la prima de su novia.
Además, él no tiene intenciones de irse del país, dice que es feliz aquí y que quiere seguir expandiendo el negocio para tener algo similar a la marca Cocheros. Hoy en día, Adrian tiene dos puntos, uno detrás de la iglesia del Padre Chucho y otro en el parque de Villa Alsacia.
No niega que le gustaría escalar hasta tener un restaurante polaco en Colombia con más productos para compartir su cultura, como lo hacen alrededor de 2.000 polacos en el país que se desempeñan cómo músicos, pintores, directores de teatro, empresarios y profesores universitarios, según el cónsul de Polonia Oskar Gradziel.
Mientras tanto, Adrian Klimek sigue disfrutando de su trabajo por el que se levanta aproximadamente a las 5:45 de la mañana para lavar el carrito de comidas y picar lo necesario para hacer los ‘zapiekanki’ con los que comparte un pequeño pedazo de Polonia con los colombianos.