Uno de los problemas más difíciles, y al mismo tiempo retador, que deberá enfrentar el próximo alcalde de Bogotá es la movilidad en todas sus dimensiones.
Desde la regulación de las patinetas, pasando por las bicicletas, los domiciliarios, las motocicletas y los peatones, hasta llegar al metro y sin descuidar el TransMilenio y el SITP son, entre otros, los temas que impactan en el día a día de los ciudadanos. Las cifras lo evidencian.
En los últimos años, el parque automotor se duplicó al pasar de 1’208.274 en el 2008 a 2’393.077 en el 2018. En este lapso, la ciudad comenzó a recibir tal cantidad de vehículos sobre las vías que la movilidad prácticamente quedó colapsada y sometida a medidas para tratar de mitigar el impacto, tales como el pico y placa para particulares, de servicio público y el ambiental.
La venta de particulares se disparó: de 911.793 a 1’764.105 en la última década. A esto se añade el aumento del uso de la motocicleta: hoy circulan poco más de 467.496 motos, cuando en el 2008 la cifra no pasaba de 143.891.
El transporte público creció en 10.000 vehículos, al alcanzar 111.831 unidades, mientras que los taxis se mantuvieron en cerca de 50.000 carros, según las cifras del programa Bogotá Cómo Vamos.
Ómar Oróstegui Restrepo, director de BCV, dice que Bogotá necesita apostarle a los modos de transporte sostenible y facilitar los desplazamientos de los bogotanos en armonía con el desarrollo urbano.
“El parque automotor no para de crecer. De continuar con esta tendencia, en el 2025 superaremos los 3 millones de vehículos”, sostiene el experto, al tiempo que plantea que “la solución pasa, inevitablemente, por un compromiso hacia la movilidad sostenible, donde el transporte público y los medios no motorizados son los protagonistas”.
El problema es que el transporte público, a pesar de ser el más usado por alrededor del 60 por ciento de los bogotanos, es el que registra la más baja satisfacción: TransMilenio tiene un nivel de insatisfacción del 63 por ciento. El del SITP es de 47 por ciento.
Como si fuera poco, hay un impacto negativo por la reducción del número de pasajeros que se movilizan en el transporte público. En el SITP se redujo un 9 por ciento al día, mientras en TM fue de un 2 por ciento, según BCV.
Oróstegui dice que hay que cambiar esa realidad, “mejorando la calidad y el servicio, fortaleciendo la gestión de tráfico y la planeación financiera, garantizando un compromiso ambiental en la flota de buses con baja en emisiones, ampliando la infraestructura física y vial, ojalá, hasta el borde urbano, incluyendo los s a la ciudad, y llegando a consensos en proyectos estratégicos para mejorar la movilidad en los próximos años”.
Si bien destaca la reducción del 15 por ciento de las víctimas fatales en el 2018, alerta sobre el número de ciclistas fallecidos, que aumentó en un 14 por ciento. “Tampoco podemos bajar la guardia en los peatones fallecidos en choques contra motociclistas. Y hay que reconocer los avances, continuar con la estrategia Visión Cero, semaforización inteligente y las intervenciones basadas en evidencia”, advierte.
A todo esto se suma las nuevas formas de movilidad, como las patinetas que están siendo utilizadas para la última milla de movilidad
A todo esto se suma las nuevas formas de movilidad, como las patinetas que están siendo utilizadas para la última milla de movilidad, como se le conoce a esos trayectos que son largos para hacerlos a pie y cortos para el carro.
También hay que tener en cuenta los modelos de las plataformas digitales que ofrecen servicios de transporte, que, como lo señala el director de BCV, hoy generan tensiones con los taxistas, quienes prestan el transporte público colectivo bajo un modelo regulado por el Gobierno.
“En todo caso, el reto para los gobiernos está en responder oportunamente a estas nuevas dinámicas de movilidad. Pues mientras la tecnología avanza a un ritmo vertiginoso, las legislaciones lo hacen a uno más lento. Y estos vacíos de regulación están siendo aprovechados por modelos de negocio que ven en ellos una oportunidad de mercado”.
Y en espacio público, las cifras hablan por sí solas: solo 3 de cada 10 personas manifiestan sentirse satisfechas
Y en espacio público, las cifras hablan por sí solas: solo 3 de cada 10 personas manifiestan sentirse satisfechos. “Hecho que preocupa, pues, por esencia, el espacio público es el espacio de encuentro de los ciudadanos con la ciudad”.
El uso indebido, las ocupaciones ilegales, la presencia de ventas ambulantes y de comida rápida, el exceso de ruido e, incluso, la inseguridad en la vía pública explican de cierto modo el bajo nivel de satisfacción. Sin contar que la ciudad no cuenta con indicadores que permitan medir dichas problemáticas.
REDACCIÓN BOGOTÁ