“Cuando a una bicicleta le quitan sus piezas originales, le están quitando el alma”. Esa frase es fiel reflejo del amor que Fernando Ortegón, un publicista bogotano, le tiene a los caballitos de acero.
Por esta razón, desde hace más de tres años, fundó el taller de restauración Bikes en el barrio Santa Rosita, que recibe estos vehículos de dos ruedas y los restaura, según él, como nadie lo hace. Para Fernando, las monaretas son un asunto de tradición.
Les rinde tributo cada vez que sale de su casa para rodar por la ciudad o cuando se empeña en limpiar y reparar cada pieza como si de un trozo de arte se tratara. “El servicio que se presta con la restauración de las monaretas es total, es un compromiso con el cliente y, sobre todo, con la bicicleta”, afirma Ortegón.
A su pasión por armar y desarmar bicicletas clásicas le suma el trabajo que realiza con el Club Bacatá, en donde es uno de los líderes del ‘pelotón’. Con este colectivo recorren la ciudad haciendo gala no solo del cromado de sus bicicletas, sino de su vestimenta, parte fundamental de sus recorridos.
El trabajo de restauración es complejo. En primer lugar, debe desarmar la bici con mucha paciencia, para no dañar ninguna pieza. “Es algo bastante delicado porque la mayoría están llenas de óxido”. Posteriormente, las limpia y verifica cuales piezas están funcionales. Por último, las bicicletas se croman o simplemente se pintan. Depende de si el cliente quiere una bici temática o una con un acabado igual al original”.
Una de las ventajas de la restauración, según Fernando, es que se siente como un niño: “Yo tengo una colección personal de clásicas y antiguas, cuando la gente viene y las ve, comienzan a evocar su infancia y su juventud. Recuerdan las locuras que hacían en las monaretas y a decir cosas muy bonitas”, señala Fernando con algo de nostalgia.
El servicio que se presta con la restauración de las monaretas es total, es un compromiso con el cliente y, sobre todo, con la bicicleta
Tal vez ese sentimiento que florece de Fernando cuando habla de sus monaretas tenga que ver con una situación que hace más complejo su trabajo: conseguir piezas clásicas es casi imposible. “Tengo muchas dificultades para conseguir piezas originales. A veces, la gente llega y lo único original que tienen es el marco y el tenedor. Entonces, me toca empezar a buscar partes de segunda porque esas piezas ya no las fabrican”, señala.
Su devoción es tal que trata las bicis de los demás como si fueran suyas: “Cuando tengo una clásica en mi poder, este trabajo se vuelve algo personal. Uno las empieza a querer y a consentir como si fueran propias”.
Mañana, el Club Bacatá realizará un gran recorrido por la capital. Será el primer evento exclusivamente de monaretas clásicas y antiguas que se haya hecho en la ciudad, según los organizadores. El punto de encuentro para los ciclistas será el Museo Nacional, a las 9 a. m.
El evento también servirá para reconocer a los mejores restauradores y coleccionistas. “Se premiará a la mejor restaurada, la mejor conservada, la mejor modificada, la mejor Chopper, la mejor júnior y la mejor bicicleta temática”, concluyó Fernando.
CAMILO ANDRÉS CASTILLO
REDACCIÓN BOGOTÁ
EL TIEMPO