Bogotá hoy tiene un Nuevo Contrato Social y Ambiental donde la movilidad es un instrumento fundamental para encontrar el balance entre economía, productividad y salud, entendiendo que después del covid-19, en lo que sea que se convierta en nuestra nueva normalidad, nos vamos a mover diferente. En estos momentos de incertidumbre, tenemos dos certezas: el incrementalismo de Hirschman debe ser acelerado, y la capacidad colectiva de transformación social es más fuerte que el Estado y las reformas legales.
Cada año en Bogotá hay 2.500 muertes asociadas al transporte. Este es el principal desafío que nos marca la emergencia sanitaria y nos cuestiona como sociedad: no podemos volver a movernos de la misma forma. Y este es un consenso que resuena en el comportamiento de una ciudadanía ha sido ejemplar en realizar sacrificios individuales, que han permitido los logros colectivos, que posicionan a Bogotá como un ejemplo en la gestión del covid-19.
Hoy, después de casi 100 días de aislamiento, hemos aprendido también que podemos movernos diferente. Hemos aprendido que el teletrabajo, la educación virtual y el comercio digital son grandes alternativas. Hemos aprendido que las personas que sí se tienen que desplazar para acceder a sus empleos y actividades pueden hacerlo de manera más directa y más segura en su bicicleta. Y hemos aprendido que el transporte masivo puede no ser masivo. Hemos aprendido que el distanciamiento social y los horarios escalonados generan mejores niveles de servicio sin tener que aumentar la infraestructura, y que así les damos un uso más eficiente a esos activos que ya adquirimos, haciéndolos más sostenibles. La doctora Ostrom estaría orgullosa de cómo entre todos hemos podido autorregular el consumo de transporte a lo largo del día.
Por décadas habíamos tenido un ritmo vertiginoso que suponíamos era el precio de ser una ciudad grande y que habíamos asumido con naturalidad. Habíamos asumido que los tiempos de desplazamiento de las poblaciones más vulnerables estén por encima de los 90 minutos de viaje. En Bogotá solo 3 de cada 10 personas tienen vehículo y las 7 restantes se movilizan en transporte público, bicicleta o caminando. Es entonces legítimo que la nueva movilidad esté centrada en tener una ciudad más igualitaria con una mejor distribución del espacio público y que habilite un mejor a oportunidades laborales y educativas.
Este nuevo camino Bogotá lo va a recorrer a través de 5 pilares. El primero es con una política tarifaria mucho más inclusiva, que reconozca la capacidad de pago de los s y sus necesidades, y que reconozca las grandes correlaciones que hay entre distancia, costo y empleo formal. El segundo reverdece a Bogotá a través de un aumento en 50 % de viajes en bicicleta y la reducción del 10 % del material particulado. El tercero construirá un espacio público seguro, mientras que el cuarto pilar se enfoca en la implementación de infraestructura y capacidad adicional de nuestra red de transporte. Finalmente, el quinto pilar virtualiza trámites, hace más transparente y eficiente la gestión mediante tecnología y datos abiertos.
Nuestra propuesta entiende y atiende una necesidad estructural: el transporte no puede seguir siendo una barrera para que los bogotanos accedan a oportunidades como empleo, estudio y recreación de calidad. Las lecciones aprendidas nos han permitido entender que las transformaciones colectivas que hemos desarrollado en estos casi 100 días son profundas y duraderas. Este paso hacia adelante lo daremos juntos, cambiando la manera y el ritmo de movernos.
NICOLÁS ESTUPIÑÁN
Secretario de Movilidad de Bogotá