Los entornos universitarios se han convertido en la comidilla de diferentes tipos de delincuentes y de negocios ilícitos en la ciudad. “Aquí uno ya no puede ir tranquilo. Como es una universidad abierta estamos expuestos a muchas cosas, aunque hay bastante seguridad, esto es el centro y es el encuentro de varios tipos de personas, entre ellos ladrones”, contó Ana María Castañeda*, estudiante de la Universidad de los Andes.
Y es que precisamente el sector universitario del centro, que reúne a instituciones como los Andes, el Externado, la Universidad Jorge Tadeo, el Rosario, la Universidad de América y la Central, entre otras, ha estado constantemente amenazado por bandas criminales que lo acechan. A unos estudiantes, los delincuentes que emergen de la calle 19, y a otros, los grupos que se esconden en los cerros orientales, como le contaron a este diario los mismos universitarios.
De acuerdo con Andrés Nieto, experto en seguridad de la Universidad Central y exsubsecretario de Seguridad de Bogotá, aunque el conjunto de universidades que se ubican en los corredores del centro de la ciudad llevan más de 10 años creando zonas y caminos seguros, y articulándose con empresas de vigilancia y Policía, para poder acaparar la seguridad de todos sus estudiantes, lo cierto es que “los delincuentes rápidamente han identificado horas, puntos y días para sus ataques, y los cambian cuando hay algún dispositivo de vigilancia o permanencia”.
Prueba de ello es el testimonio de Diego Pastrana*, de 22 años y estudiante de la Universidad Jorge Tadeo que contó que la inseguridad se ha colado hasta en los lugares donde usualmente los jóvenes asisten a almorzar. “Aquí es muy común que le cambien la maleta a uno, que se la abran mientras uno come, o incluso que se la lleven. Lo que nosotros hacemos es, o no quitárnoslas o amarrarlas a las patas de la silla, pero todo el tiempo uno vive con la tensión de que lo pueden robar”.
¿Qué pasa en el centro?
(...) los delincuentes rápidamente han identificado horas, puntos y días para sus ataques, y los cambian cuando hay algún dispositivo de vigilancia o permanencia.
Pero si las universidades han robustecido sus esquemas de seguridad, ¿qué está pasando en esta zona de la ciudad? Nieto explica que hay tres elementos clave para que los entornos universitarios sean propicios para el delito.
En primer lugar, la alta afluencia hace que sea una zona ‘fija de botín’, es decir, un lugar al que de manera prácticamente segura el ladrón sabe que tendrá un elemento. Luego, un aspecto esencial para los delincuentes es el perfil del universitario de esta zona, que se caracteriza por tener artefactos de alto valor, ya sea en equipos de cómputo o elementos de la carrera. Ambos se pueden hurtar de manera rápida y poner en circulación dentro del mercado negro sin mayor complicación.
Finalmente, el experto explicó que otro elemento que facilita la delincuencia en estos lugares es la gran cantidad de establecimientos de rumba y ocio que se sitúan a los costados de las ciudadelas universitarias. Allí, de acuerdo con Nieto, confluyen varias aspectos que alimentan el riesgo, como el alcohol, la droga y la afluencia de jóvenes de diferentes universidades que son las posibles víctimas.
“Las zonas de rumba que siempre se establecen cerca de universidades son el escenario perfecto para la venta de SPA (sustancias psicoactivas), que además ya sobrepasan marihuana y cocaína a más de 47 sustancias que incluyen las sintéticas”, contó.
El perfil
Frente a ese punto, un investigador de la Sijín experto en el análisis del comportamiento delictivo en entornos escolares, le explicó a este diario que no existe un perfil claro de las víctimas de los atracadores en los lugares aledaños a las universidades. “Todo estudiante es una presa fácil, porque son despistados y están expuestos a toda clase estímulos en lugares concurridos que hacen que pierdan toda la atención sobre las señales”, apuntó.
Sin embargo, el experto enfatizó en que el delincuente que acecha a los universitarios no es el mismo habitante de calle de otros lugares del centro o el denominado ‘ñero’, por el contrario, dijo que la tipología de este tipo de criminal es más sofisticada “porque trata de mimetizarse en el ambiente escolar, de pasar desapercibido y robar sin generar mayor conmoción, porque sabe que podría ser una presa fácil de agarrar si las multitudes se percatan del robo”.
Ahora, respecto al perfil de las víctimas dice que “todos los estudiantes que tengan una maleta, un celular, reloj inteligente o audífonos son potenciales sujetos para ser hurtados. No hay que hacer mayor inteligencia detrás de eso porque ahora todos los elementos de valor están a la vista y los jóvenes se confían del entorno en el que están y resulta que en ese mismo espacio conviven con delincuentes, expedidores de droga y bandas criminales que todo el tiempo están analizando el comportamiento del sector para poder dar el golpe”.
Los antecedentes
Yo he sido víctima de varios robos, unos por cosquilleo y otros atracada. Una vez un habitante de calle me puso un pedazo de vidrio en el cuello y casi me quita hasta los zapatos.
Esta situación de inseguridad ya había presentado un antecedente investigado ampliamente por la Fiscalía de Bogotá. Las redadas para desmantelar ollas de microtráfico dedicadas a la distribución en zonas universitarias no son nuevas y, según las autoridades, este tipo de negocios son de estructuras criminales de gran tamaño y poder que no solo se dedican a vender alucinógenos, sino que nutren su negocios del hurto y la intimidación a jóvenes universitarios.
Por ejemplo, en abril de 2019, la Fiscalía y el Ejército lograron desmantelar la estructura liderada por alias James, un hombre que desde una pequeña papelería controlaba la venta de alucinógenos cerca de las universidades de los Andes y Jorge Tadeo Lozano. En el operativo se encontró que en las casas y parqueaderos circundantes a estas instituciones los criminales guardaban drogas, marihuana y armas de fogueo. Pero ahí no pararon los hallazgos.
Las labores de investigación condujeron a las autoridades al llamado ‘corredor de Teusaquillo’, una zona en la que se ubican varias instituciones como la Javeriana, la Distrital, la Católica, la Gran Colombia y el Sena. En ese sector se logró intervenir un lugar llamado ‘La Meca’, que funcionaba como un bar y desde donde los bandidos distribuían las drogas para todo el corredor.
Adriana Martín*, de 21 años y estudiante de la universidad del Rosario, contó que la sensación de inseguridad que se vive en la zona es “estresante”, porque está presente todo el tiempo. “Yo he sido víctima de varios robos, unos por cosquilleo y otros atracada. Una vez un habitante de calle me puso un pedazo de vidrio en el cuello y casi me quita hasta los zapatos. Eran las 2 de la tarde y yo regresaba a clase. Aquí no importa la hora, si te fichan, te fichan”.
El delito en La Candelaria
De acuerdo con la información de las autoridades, las modalidades más frecuentes de robo en los entornos universitarios son tres: hurto por raponazo, especialmente de celulares, joyas y maletas pequeñas; hurto con intimidaciones para robar portátiles y tabletas, y, finalmente, el hurto que se da en medio de los contextos de compra y venta de sustancias psicoactivas.
Dichas modalidades han tenido un impacto en las cifras de la Secretaría Distrital de Seguridad, que reflejan que entre enero y octubre de este año han aumentado los números en delitos como el hurto a personas y el hurto de celulares, las dos modalidades con las que atacan con más frecuencia a los universitarios de la ciudad.
Según las cifras de la cartera de seguridad distrital, en los primeros 10 meses del año, en la localidad de La Candelaria, donde se ubica una de las zonas universitarias, se presentaron 426 hurtos de celulares, de los cuales 110 víctimas fueron jóvenes entre los 20 y los 24 años de edad, y un grupo de 73 que oscilaban entre los 25 y los 30 años.
Ahora, respecto al hurto a personas, el conteo en ese mismo periodo de tiempo llegó hasta los 906 casos. Con una incidencia de 196 reportes en jóvenes de los 20 a los 24 años y de 147 en el grupo de los 25 a los 30 años.
* Nombres cambiados por petición de los estudiantes.
JONATHAN TORO
REDACCIÓN BOGOTÁ