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‘Mi vida depende de un medicamento que Medimás me ha negado’
De no recibir a tiempo el tratamiento para un trasplante, esta mujer podría dejar a sus hijos solos.
Esta foto es del 2018. En ese entonces, María Angélica aún tenía el pelo largo. A su lado están Nicolás y Sofía, sus dos hijos. Foto: Archivo particular
La vida de María Angélica Ávila pende de una tableta de 25 cápsulas. Lleva un mes sin recibir la última dosis, la cual, como si a nadie le importara, le ha sido negada. Esta madre cabeza de familia tiene que encontrar la fortaleza suficiente para no dejarse vencer y seguir luchando por sus hijos.
El problema con Medimás empezó en octubre del 2018, mes en el que fue diagnosticada con mieloma múltiple, una enfermedad cancerígena que ataca la columna vertebral y el sistema esquelético. Mientras ve cómo su vida se desvanece, esta mujer de 49 años intenta no perder la esperanza.
“Ya no sé qué hacer, me llegan mensajes de texto al celular que dicen: Medimás con más fuerza, Medimás continúa, pero nada que me entregan las pastillas. Yo creo que ellos pensarán: ojalá se muera rápido para quitárnosla de encima”, cuenta María Angélica.
Ante la ausencia de un centro médico en Tunja, cada semana tiene que dejar a Nicolás y Sofía, de 16 y 6 años, mientras viaja a Bogotá. Su caso hace parte de la minoría que es diagnosticada con este tipo de cáncer, en promedio, se dictamina a personas mayores de 60 años.
La quimioterapia comenzó en abril de 2019 en el Hospital de San José, lugar donde tratan su enfermedad, pero no fue efectiva. “Hubo una junta de hematólogos en el hospital para analizar mi caso. Me dijeron que la masa negra que tenía entre las vértebras ya no estaba, aun así el tratamiento no arrojaba los resultados esperados. Y ahí empezó todo”, afirma.
Yo creo que ellos pensarán: ojalá se muera rápido para quitárnosla de encima
En la actualidad, debe tomarse una tableta de 25 cápsulas, conocida como lenadilomina, durante 21 días. Son cuatro ciclos y entre cada uno debe haber un plazo máximo de ocho días. María Angélica ya terminó los primeros dos, pero lleva un mes sin comenzar el tercero.
Para empezar con el segundo ciclo del tratamiento, tuvo que esperar un mes y dos semanas para que la EPS le entregara la caja de los medicamentos.
Humberto Martínez es hematólogo del Instituto Nacional de Cancerología. Según el especialista, la interrupción del tratamiento disminuye la probabilidad del trasplante y aumenta los riesgos en diversas partes del cuerpo.
“En este tratamiento se debe conservar la densidad de dosis, es decir, recibir el tratamiento de manera eficaz, sin interrupciones. Si se pierde la densidad de dosis, se incrementa el riesgo de que haya más fracturas en las vértebras, aumentan las alteraciones de infecciones y la posibilidad de que el paciente quede inválido o parapléjico. Esta persona podría morir rápidamente”, señala.
Primeras vértebras aplastadas en la resonancia magnética del 2018. Foto:Archivo particular
La semana pasada, María Angélica se dirigió a productos hospitalarios del Hospital San José, pero tuvo que irse con las manos vacías una vez más. En algún momento consideró comprar las cápsulas por su cuenta para seguir con el tratamiento, sin embargo las tabletas de un solo ciclo cuestan alrededor de 17 millones de pesos.
El 2 de mayo de este año presentó una acción de tutela en contra de Medimás por considerar vulnerados sus derechos a la salud, la seguridad social y la vida. No tuvo respuesta. Desde enero del 2018 y hasta abril del 2019, la Personería de Bogotá recibió 1.445 quejas contra Medimás, alrededor del 20 por ciento pertenece a la entrega de medicamentos.
Nicolás ya es grande y él es consciente de que estoy enferma, pero a la niña sí le cuesta más
De espasmo muscular a cáncer
María Angélica sufre de dolores en la espalda desde el 2017. En el hospital al que asistía en Tunja, le dijeron que se trataba de un espasmo muscular. “Me recetaron medicamentos porque según ellos para tratar el espasmo bastaba con tomar dólex o acetaminofen”.
Pero uno de sus sobrinos, que es médico general, le recomendó hacerse una resonancia magnética de columna vertebral ante el incesante dolor. “Cuando le mostré la radiografía, él sabía que se trataba de algo grave, pero no me lo dijo. Me dijo que pidiera una cita con un médico general lo antes posible y que le mostrara los resultados”.
En ese momento no había centro de atención médico alguno donde un especialista pudiera analizar su caso, así que decidió viajar a Bogotá. Tras remitirse a urgencias del hospital donde la tratan en la actualidad, comenzó la batalla con la enfermedad.
Cuando viaja a la capital se queda en casa de Dilmar Pacheco, un sobrino materno. Su familia ha sido ese soporte que le ha permitido no perder la esperanza. Valentina, otra de sus sobrinas, cuida de Nicolás y Sofía mientras vuelve a Tunja.
“Nicolás ya es grande y él es consciente de que estoy enferma, pero a la niña sí le cuesta más. Las profesoras me han dicho que tiene problemas en el jardín, me llaman a decirme que está triste”, cuenta María Angélica.
Por la enfermedad, ella ha perdido parte de su estatura, las vértebras de la columna se han ido aplastando y el dolor se extiende hasta los huesos de sus manos. A pesar de que el panorama es difícil, sus hijos son la razón del porqué intenta seguir luchando.