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La tradición familiar que se convirtió en una decoración de 30 metros cuadrados
Héctor Carvajal aprendió el amor por esta decoración gracias a su padre.
Este pesebre ocupa más de 20 metros cuadrados. Foto: Nicolás Macías Rojas / El Tiempo.
En los barrios de Bogotá, las tradiciones en la temporada navideña son varias: decorar fachadas, compartir recetes, armar el árbol, comer natilla con buñuelo o prender velitas. Pero, en esta ocasión, armar el pesebre es una de las costumbres más significativas e importantes para Héctor Carvajal.
Él es un pensionado que ocupa su tiempo pensando en ideas para decorar cada año el pesebre y estudiando idiomas. Hasta el momento ha aprendido inglés, francés y ahora está enfocado en el italiano.
Su papá fue el que le inculcó la tradición de armar este escenario, año tras año, para recibir los regalos. Ellos vivían en Fontibón, en la época en la que esta localidad era un pueblo, lleno de casas coloniales y calles de tierra.
Hoy, no solo mantiene la tradición sino que le da una esencia única. Los personajes y los lugares que allí plasma representan a alguien o algo importante en la historia de la Navidad. Cada año se dirige a la calle 53 con carrera 17 a comprar nuevos insumos.
Él se dedica a pintar las figuras, una por una y detalle por detalle, para que cada una tenga “el toque especial”. Con colbón, periódicos, espuma de poliuretano, icopor y cartón, ambienta cada lugar representativo que tenía Belén en aquella época.
Cada uno de los detalles los hace con vinilos y pinceles. Foto:Nicolás Macías Rojas / El Tiempo.
Lo único que guarda son las figuras, las estructuras donde apoya el pesebre y los motores de las fuentes. Tiene la idea de cada diciembre poder ambientarlo con luces, materiales y para que su aspecto sea brillante e ingenioso.
Antes de poder disfrutar de esta creación, para muchos increíble, sus amigos y familiares pasan por la casa, ubicada en el barrio Las Villas y previo a la obra central deben apreciar la decoración de todo su hogar.
Hay muñecos, cuadros, luces, un árbol de casi dos metros de altura, que a pesar de haber sido construida hace más de seis décadas, Héctor la conserva y cuida demasiado para “no dejarla caer” desde finales de los años 80.
Ingresando al patio posterior lo primero que se ve es un pesebre lleno de muñecos pintados por él mismo, casas, rocas, animales, ríos y luces. La escenografía está ambientado con la música que se acostumbra a escuchar en este último mes del año y los tradicionales villancicos que ha venido escuchando desde que era tan solo un niño.
Héctor prepara todas las cosas que usará en esta época durante todo el año y duró alrededor de dos semanas construyendo un pesebre de 30 metros cuadrados. Cada día le dedicaba unas cuantas horas en la mañana y otras en la tarde.
El pesebre Belén, como también es conocido por la comunidad, está apoyado sobre una base de plástico y tubos desarmables, se cubre del sol y de la lluvia con tejas de plástico. Para hacerlo recurrió hace unos años a sus yernos.
A pesar de que le han ofrecido dinero para que diseñe y haga pesebres, Héctor se ha negado por el simple hecho de que lo hace por gusto, por su tradición, porque de la dedicación que cada uno le entregue a esta actividad implica que tan organizado quede.
Aunque no toda su familia se encuentra en el país les envía fotos y videos para que recuerden esta fecha especial y elogien sus manualidades.
El mensaje que le da a su familia es sencillo: "No perdamos la esperanza ni la visión. En este tiempo de adviento, es cuando cada familia debe esperar la llegada del mesías. Hay que disfrutar de esta vida a pesar de las adversidades".