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La historia del Café Formemos, ecopedagogía para niñas y niños

Detrás de su producción hay todo un proyecto de educación para menores en condiciones vulnerables.

En la Fundación Formemos, 150 niñas y niños reciben educación, alimentación y vivienda sin ningún costo. La idea es que a lo largo del colegio puedan crear proyectos productivos.

En la Fundación Formemos, 150 niñas y niños reciben educación, alimentación y vivienda sin ningún costo. La idea es que a lo largo del colegio puedan crear proyectos productivos. Foto: Cortesía Café Formemos.

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Laura Vives es la menor de cuatro hermanos. Tiene 17 años y es hija de una madre cabeza de familia. Su papá los abandonó cuando ella apenas era una niña. Hoy, ella está terminando su colegio en la Fundación Formemos, en Tena, Cundinamarca.
Y si usted fue uno de los que compraron la canasta de este departamento en la pasada Mercatón Campesina, tal vez le suene ese nombre por el café que llegó a su casa.
El colegio de Laura es la iniciativa social detrás del Café Formemos, un producto que nació como una forma de ayudar a que 150 niños y niñas campesinos del país tengan educación y una vida digna.
El café es solo una de las iniciativas de la Fundación Formemos, un centro educativo que nació en 1992 para acoger a 35 niños víctimas del conflicto armado.
Hoy, 28 años después, ese centro educativo se convirtió en un colegio ecopedagógico que, en alianza con el Sena, forma bachilleres técnicos agropecuarios que se gradúan con proyectos productivos y tecnificados para el desarrollo del campo.
“Buscamos que tengan una oportunidad diferente, son niñas y niños en alto grado de vulnerabilidad, y creemos que la educación es una herramienta transformadora para cambiar vidas”, cuenta Luz Helena Villalobos, directora ejecutiva de la Fundación.
El colegio queda en el municipio de Tena, a 66 kilómetros de Bogotá, y allí, en un espacio en donde convergen aulas, hogares, granjas y cultivos convirtieron la educación en un proyecto para cambiar vidas.
Antes de la pandemia, los 150 estudiantes vivían en el colegio y salían a visitar a sus familias en las épocas de vacaciones.
Su jornada comenzaba a las cuatro y media de la mañana. A esa hora, niñas y niños se levantaban, organizaban sus camas, se alistaban y salían a desayunar.
Los alimentos que recibían eran, en su mayoría, cultivados y cosechados por ellos mismos. Huevos, frutas, verduras, legumbres, carnes y hasta café.
Luego pasaban a recibir sus clases. Matemáticas, español, sociales, las materias habituales del colegio, pero con la diferencia de que su pénsum también incluía una asignatura para aprender lecciones de agricultura y pecuaria.
Que, según Villalobos, es uno de los pilares fundamentales de la Fundación: lograr que los niños aprendan haciendo. “No se trata de tablero, lápiz y papel, sino de que tengan herramientas interactivas y prácticas, eso desarrolla todas sus capacidades”, explicó.
Y al final de la jornada académica regresan a sus hogares, uno para niños y otro para niñas, allí tienen cuidadores y cuidadoras, encargados de que realicen sus tareas, hagan actividades lúdicas y descansen para iniciar la jornada al otro día.
Este horario es solo de lunes a viernes. Durante los fines de semana tienen jornadas recreativas y de esparcimiento, eso sí: siempre en o con la naturaleza y el campo.
Y por esta misma razón, la Fundación creó todo un desarrollo productivo en torno al café, un producto que se cultiva, se cosecha, se procesa y se vende en el colegio y en la oficina istrativa de Bogotá.
“En el proceso del café no solo participan los niños, tenemos un alianza con los caficultores de la zona para que ellos puedan tecnificar su producción, eliminar intermediarios y generar más ganancias para su familia”, explica Lina María González, gestora de sostenibilidad.
El café de la Fundación es de variedad Caturra y Colombia con acidez frutal media-alta y textura cremosa.

El café de la Fundación es de variedad Caturra y Colombia con acidez frutal media-alta y textura cremosa. Foto:Cortesía Café Formemos.

Y el proceso va más allá de producción. En la misma Fundación tienen un laboratorio de café y una torrefactora de café. Estos espacios funcionan como un gran espacio para mejorar el producto y convertirlo en un grano digno de exportación.
Hay que decir que la pandemia golpeó de frente a la Fundación. Los niños se fueron a sus casas, y Formemos se convirtió en el sustento de sus familias, pues mensualmente les envían mercados y ayudas; además, hizo hasta lo imposible para lograr que todos los estudiantes tuvieran a la tecnología para continuar con su formación.
Todo esto, apenas con los recursos de donaciones y ventas limitadas de café. El papel de Formemos en la educación de estos niños es fundamental. Laura es apenas uno de cientos de casos. Por ejemplo, el excandidato a la gobernación de Cundinamarca Wilson Flórez se crió allí.
Desde que tenía 13 años fue recibido en la Fundación. Estudió y se graduó siendo uno de los mejores Icfes en el país, logro que lo llevó a estudiar becado en la Universidad de Los Andes.
Luego consiguió otra beca para hacer una maestría en la Universidad de Tulane, New Orleans, Estados Unidos.
“Si no hubiera sido por Formemos, yo no hubiera terminado ni el bachillerato”, dice Flórez, que hoy ya tiene 43 años.
Si usted quiere apoyar a los niños de Formemos puede hacerlo a través de varios canales. Ingresando a la página web www.fundacionformemos.org en este portal usted podrá elegir si compra el café de la Fundación o si prefiere hacer una donación económica.

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