La salida de cientos de personas a centros de comercio el día sin IVA ha provocado una conversación intensa sobre el carácter de nuestra ciudadanía. Las interpretaciones de lo sucedido se han venido plasmando en declaraciones que representan, a grosso modo, dos grandes líneas narrativas: una asume que lo ocurrido el viernes es una manifestación flagrante de que aquí “todos somos mal comportados” y, la segunda, declara que lo que ocurre con el comportamiento de las personas es exclusiva responsabilidad de ellas. Ambos relatos tienen problemas y es importante revisarlos de cara a la interpretación social de lo que denominamos cultura ciudadana.
Frente al primer relato pareciese que nos abraza un deseo de representarnos como fracaso: una especie de complejo que busca maximizar cualquier error como la manifestación flagrante de que “aquí somos así”. Estos planteamientos desconocen los altos niveles de cooperación ciudadana que hemos observado durante esta pandemia. Es falso que nos caracterice la falta de cuidado: en Bogotá, la apropiación de medidas de cuidado ha sido en general positiva. Los aforos en calle muestran un 96% de uso de tapañatas y en las encuestas realizadas por la alcaldía un 90% reporta lavado frecuente de manos. Es falso que “no hayamos aprendido nada”; algunos resultados muestran la manera como la crisis está transformando nuestra manera de habitar la ciudad: el 60% de los ciudadanos desearía movilizarse en bicicleta, el 66% aprendió que buena parte de su trabajo podría realizarlo desde casa, un 87% manifiesta estar dispuesto a ayudar ante esta coyuntura, especialmente como voluntario en trabajo social, y en aforos en conjuntos de apartamentos hemos observado un aumento reciente en las tasas de reciclaje.
Los logros en la contención del virus en la ciudad se deben también a la capacidad de cooperación y cuidado de la ciudadanía. No se nos olvide que en medio de una crisis económica como la que vivimos, logramos la Donatón más grande en la historia. La capacidad de solidaridad de Bogotá nos sorprende frente al escepticismo narrativo que busca imponerse una y otra vez.
Frente al segundo relato también debemos ser cautos. Es cierto que las políticas de cultura ciudadana reconocen la capacidad de agencia y transformación de las personas. Sin embargo, esto no puede interpretarse como que las personas tienen la responsabilidad absoluta de todo lo que ocurre en su entorno. No todos los actores sociales tienen el mismo poder, ni tienen la misma capacidad de agencia. Las autoridades tienen una responsabilidad mucho mayor que los ciudadanos y deben responsabilizarse por las señales que envían. El famoso experimento de Milgram, de 1963, mostró que las sutiles señales de la autoridad pueden tener efectos pedagógicos perversos. Debemos revisar de manera crítica las indicaciones tácitas que pueden enviarse a la ciudadanía con una medida como la del día sin IVA: concentrar en un día específico las compras presenciales con buenos descuentos, en un momento de pandemia, implícitamente atenúa la percepción de riesgo de la situación. A esto se suma el principio de escasez (fenómeno estudiado por científicos sociales como Robert Cialdini) que dice que la gente se siente más motivada a hacer u obtener algo cuando es muy escaso, como "el único día del año sin IVA".
Las políticas de cultura ciudadana deben involucrar investigación social de calidad para reconocer las motivaciones del comportamiento de las personas y recursos innovadores de pedagogía. La conversación original propuesta por Mockus implicaba la armonización de la ley, la moral y la cultural. Armonía significa que el derecho y las actuaciones de las autoridades deben ser coherentes simbólicamente con el llamado a la ciudadanía. Así que las autoridades tienen una responsabilidad inmensa porque a través de las leyes y los incentivos económicos también se construyen realidades. Claro que es fundamental convocar la cooperación de la ciudadanía, pero eso no implica que el Estado desconozca su responsabilidad en su rol pedagógico.
Debemos juzgar con criterio y proporción los efectos de una medida como la del día sin IVA. Desde luego no fue una buena decisión en medio del momento que vivimos y es necesario solicitar que este tipo de invitaciones se realice hoy sólo para compras por internet. Pero esa reflexión no puede llevarse al traste todo lo que estamos logrando. Por más molestas que nos parezcan las imágenes de las aglomeraciones, debemos reconocer que el 90 % de las personas manifiesta -en Bogotá- que no saldría a realizar compras físicamente en un día sin IVA. Es claro que el 10% que dice que sí es mucha gente en una ciudad como ésta y ahora debemos observar con cuidado los efectos de lo ocurrido.
Finamente, por un lado, el comportamiento que tuvieron algunos el viernes pasado no caracteriza el espíritu de la mayoría y, por el otro, el enfoque de cultura ciudadana no puede servir para extraer al Estado de sus responsabilidades.
Es claro que nuestras acciones importan, pero también importan las interpretaciones que hagamos de ellas. Es seguro que el Gobierno Nacional, los Gobiernos Locales y los diversos líderes de este país desean que todos juntos logremos salvar vidas de conciudadanos. Este propósito debe unirnos hoy sin que ello signifique diluir las diversas posiciones que existen en temas fundamentales.
Desde luego, la forma como enfrentemos esta pandemia habla de quiénes somos, pero lo que la situación nos está mostrando es que nuestra capacidad de cooperación y solidaridad es mucho mayor de lo que estamos acostumbrados a declarar.
*Director de Cultura Ciudadana Alcaldía Mayor de Bogotá
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