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Análisis

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Radiografía del impacto de la intolerancia en los homicidios en Bogotá

Es la ciudad del país con más muertes por confrontaciones interpersonales. Expertos dicen que varios factores aumentan la violencia y que no tiene que ver con la ‘naturaleza humana’.

Autoridades investigan el hecho (Imagen de referencia).

 (Imagen de referencia). Foto: Archivo EL TIEMPO

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PERIODISTA DE BOGOTÁActualizado:

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La intolerancia y la falta de cultura ciudadana le están pasando factura a Bogotá. Entre enero y septiembre de este año, en la ciudad se registraron 877 homicidios de los cuales 285 tuvieron relación con un hecho de intolerancia que, como particularidad, se desencadenó por una discusión simple o por un motivo que se pudo evitar. La ocurrencia de estos actos suman el 32,4 por ciento del total de muertes violentas en Bogotá, de acuerdo con cifras de la Policía.
Los motivos son variados: una gorra o camiseta es el común denominador en Ciudad Bolívar, donde bandas delictivas marcan territorio a partir de la vestimenta; también hay casos como uno ocurrido en la localidad de Kennedy, donde un hombre asesinó a otro por una disputa por $ 20.000 de cilantro.
Entre los escenarios también están las disputas generadas por el consumo de licor o las discusiones de pareja dentro de los hogares que, por lo general, están terminando con la muerte de uno de los integrantes.
Lo que ha preocupado a las autoridades durante los últimos meses es que las cifras de delitos desencadenados por conductas relacionadas a la intolerancia parecen ir en aumento.
Según los datos de la Policía Metropolitana, Bogotá ocupa el primer lugar entre las principales ciudades en cuanto a muertes causadas por intolerancia, superando a Medellín, donde el porcentaje de asesinatos por ese motivo es del 30,1 por ciento. Le siguen Barranquilla, con el 16,7 por ciento del total, y Cali, con 12,3 por ciento.

Suma de varios factores

Para analistas en seguridad y expertos en comportamiento social, la intolerancia de los bogotanos es el resultado de una suma de factores que no se pueden analizar desde lo individual. Por el contrario, conforman una red de variables que terminan por desenmascarar la fragilidad de las bases que unen a la sociedad.
Aunque son variados los detonantes de la intolerancia, hay una tríada de elementos desencadenantes. Wilson López, profesor de la Facultad de Psicología de la Universidad Javeriana, doctor en psicología del comportamiento e investigador en lazos sociales y cultura de paz, habla de los discursos polarizantes, la falta de confianza en la institucionalidad y las variables ambientales como los grandes impulsores de la intolerancia.
Intolerancia en la vía.

Foto:iStock

Según López, hay variables sociales que tienen que ver con la forma en la que las sociedades han gestionado sus conflictos históricamente y cómo la institucionalidad se ha movido en ese aspecto. En el caso de Bogotá, hay motivos para el exceso de intolerancia que se desprenden de variables socioeconómicas, sociopolíticas y hasta ambientales, dice el docente.
Lejos de la idea tradicional de que “el ser humano es violento por naturaleza” o que “las sociedades latinoamericanas fueron construidas bajo procesos hostiles”, este analista explica que el problema trasciende esos escenarios y que, ahora, tiene su asidero en la maximización de los discursos políticos agresivos dirigidos a la manipulación emocional de los ciudadanos.
Si los ciudadanos creen que las instituciones no pueden ayudar, que hay polarización política y que el sistema de justicia no funciona, entonces es cuando piensan en tomarse la justicia por mano propia
En esa vía, señala que la piedra angular del problema con este tipo de discursos es la destrucción de la institucionalidad como eje de la cohesión social. “Si se revisa lo que está pasando en Bogotá y, en general, en el país, es evidente que se vive un ambiente de polarización extrema que influye en una ruptura social en el que la gente se siente agredida por tener unas ideas u otras”, indica.
Precisamete, estudios como los realizados por entidades como Bogotá Cómo Vamos han podido mostrar que los bogotanos llevan años sintiendo una profunda desconfianza en las instituciones, a las que consideran ilegítimas. “Si los ciudadanos creen que las instituciones no pueden ayudar, que hay polarización política y que el sistema de justicia no funciona, entonces es cuando piensan en tomarse la justicia por mano propia”, advierte López.
A la polarización política se suma lo que el académico define como una crisis de empatía: “Se pierde la empatía porque los discursos ideológicos hacen que se crea que el otro es muy distante a mí. Si yo considero que una camiseta hace que otra persona sea radicalmente distinta a mí, es porque creo que es tan diferente que hasta lo puedo matar”.
La pospandemia también habría sumado al problema, pues, según expertos, el regreso a la presencialidad total que ha venido ocurriendo desde finales del 2022, tras haber estado en confinamiento por covid-19, no tuvo en cuenta las nuevas condiciones psicológicas de los bogotanos tras un shock colectivo de esa envergadura.
Justicia por mano propia.

Justicia por mano propia. Foto:City Tv

Los analistas también aseguran que hubo un cambio drástico en las horas de sueño de los bogotanos y que el tener que compartir espacios pequeños con desconocidos, aun con temores sobre la pandemia, fueron detonantes de escenarios de conflictividad.
Francisco Alvarado, experto en psicología social y comportamental de la Universidad Nacional, señala que el eje central en el aumento de los casos de intolerancia y riñas está enmarcado en “una serie de detonantes como el estrés, la frustración y la impotencia, que disminuyen notablemente los niveles de tolerancia, la racionalidad y nos impiden comportamos más amablemente”.

El peso de la inseguridad

Sumadas a estas variables sociales y de salud, la psicóloga clínica y forense del Instituto de Medicina Legal Luz Cristina Jiménez sostiene que los escenarios de inseguridad en Bogotá se han normalizado hasta el punto de que los bogotanos han desarrollado conductas ‘paranoides’ que los impulsan a tener comportamientos reactivos.
“Cuando la gente está expuesta a factores de inseguridad se desarrollan rasgos paranoides como ser reactivos, impulsivos, estar con temor o preparados todo el tiempo a contraatacar. Este tipo de cosas se han vuelto normales en los bogotanos y eso no es normal, porque hay una sintomatología que no es deseada”, explica la experta.
Además de esto, Jiménez considera que detrás de este tipo de fenómenos debería haber una reflexión de las autoridades sobre lo que los contextos de inseguridad le están generando a la salud mental de los bogotanos.
“Las autoridades deben ser conscientes de que la salud mental de los bogotanos se está afectando y que hay que tomar medidas porque la situación de inseguridad trasciende a todas las esferas de la vida de una persona (...) esto no solo se queda en lo que pasa en la calle, sino que también afecta la cotidianidad, la vida en familia y hasta el trabajo porque es una situación que contamina todos los espacios. Y estas son preguntas que nadie se está haciendo”, anota la psicóloga.
En ese sentido, los expertos coinciden en que las situaciones de intolerancia en la ciudad también se ven influenciadas por la constante exposición de los bogotanos a entornos “agresivos e inseguros” característicos en la ciudad. Así, la densidad de obras, los entornos mal cuidados, la basura en las calles, la falta de iluminación y la constante sensación de inseguridad y baja calidad de vida, bajo la óptica de los psicólogos y psiquiatras, también está ocasionando brotes de intolerancia.

Un reto que implica un cambio cultural

EL TIEMPO tuvo a varios de los últimos reportes de llamadas por situaciones de convivencia en la ciudad que fueron recibidos por las autoridades, evidenciando que el común denominador de todos es que, antes de notificarse el homicidio, ya se había desencadenado alguna situación de confrontación por un episodio de intolerancia.
En uno de los casos, el reporte de la Policía al atender la situación señala: “Según lo manifestado por la madre del agresor, su hijo al parecer sostuvo una discusión con su nuera y le propinó una herida por arma cortopunzante en región oide (del oído)”.
Otro episodio fue narrado por una mujer que vio cómo una discusión entre su hermano y la pareja de este terminó en un ataque: “Según lo manifestado por la señora, la pareja de su hermano la llamó a pedirle posada, cuando ellos se encontraban en la vivienda, ella observa cuando sostienen una discusión y luego empieza a agredir a su hermano con un cuchillo”.
En otro de los reportes, una mujer que resultó lesionada les contó a las autoridades que su esposo agredió a su madre con arma cortopunzante y posteriormente se abalanzó sobre ella “ocasionándole lesiones con la misma arma, luego del hecho punible el señor se lanza por la ventana del tercer piso y cae sobre el capó de un vehículo”.
Estos son solo tres de los casos que ejemplifican algunas de las situaciones que se repiten día a día en Bogotá, aunque también hay casos un poco más inusuales que se concentran sobre todo en los barrios y localidades de la media luna sur de la ciudad, compuesta por Ciudad Bolívar, San Cristóbal y Usme, en donde pandillas de jóvenes en actos de acoso o demarcación territorial asesinan a personas por temas tan simples como su vestimenta.
“Yo tenía 14 años y andaba en malos pasos. Esa noche un muchacho le pegó a mi hermano en la cara, entonces nos fuimos todos a perseguirlo; en eso, nos encontramos con Santiago* y uno de mi grupo lo reconoció. Aunque el problema no era con él, nos le fuimos detrás, uno le hizo zancadilla y el resto le dimos puñaladas”, le cuenta a EL TIEMPO Andrés*, uno de los jóvenes que paga su condena dentro del Sistema de Justicia Juvenil Restaurativa por uno de estos hechos de violencia asociada a intolerancia.
Estas historias siempre tienen otra cara de la moneda y es la de las familias. “Yo lo vi cuando íbamos en el taxi. Tenía su cabecita puesta sobre las piernas del hermano y yo iba de espalda mirándolo a los ojos, creo que ambos sabíamos que no había vuelta atrás. A mi hijo lo apuñalaron por todo lado, no necesita uno ser médico para saber que la herida era mortal. Yo solo miré al cielo y le di las gracias a Dios por prestármelo 17 años, siete meses y siete días”, dice a este diario Martha Cárdenas, la madre de Santiago, quien fue asesinado por una pandilla en Bosa.
César Restrepo, secretario de Seguridad de Bogotá.

César Restrepo, secretario de Seguridad de Bogotá. Foto:Archivo particular

Desde la Secretaría de Seguridad explican que este tipo de situaciones han venido siendo un problema recurrente en los últimos años en la ciudad, y que se han creado planes especiales para tratar de reducir la incidencia de la intolerancia en la comisión de delitos.
Por ejemplo, uno de los rasgos que desencadenan en hechos fatales por un acto de intolerancia es el porte de armas blancas y desde la Alcaldía dicen que hay un reto cultural.
“El reto es hacer que la gente entienda que los actos violentos pueden derivar en la pérdida de la vida de alguien y que el uso de armas blancas es claramente una forma equivocada de resolución de conflictos. Si usted lleva un arma es porque está consciente de que va a herir a alguien (...) El cambio es cultural”, dice César Restrepo, secretario de Seguridad.
En esa misma vía, mencionó que el tema es complicado porque, en este caso, el uso de armas blancas se volvió algo cultural y se ha convertido en una herramienta para el ejercicio de la violencia. “La razón de ser, por ejemplo, de los cuchillos no es matar a alguien; el problema es cuando hay alguien que considera que usar un cuchillo es la forma de resolver los problemas”, concluye.
* Los nombres de los menores de edad fueron cambiados.

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