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Noticia
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‘¿Cuánto calcularon los técnicos que se ahorra agua siguiendo cada uno de los consejos?’: Paul Bromberg, exalcalde de Bogotá.
Embalse San Rafael, uno de los que hace parte del sistema Chingaza, que se encuentra en su nivel más bajo en 40 años. Foto: Néstor Gómez. EL TIEMPO
Hace unos años me pareció haber demostrado en dónde está el problema del buen gobierno en Bogotá. Mostré que Bogotá tuvo el reconocimiento de haber experimentado un período luminoso en la década de los 90s y primeros años del nuevo siglo, durante el cual resolvió una crisis inmensa de gobernabilidad.
Pero la ciudad no dio un salto clave: una cosa fue “salir del hueco”, para lo que se requieren acciones extraordinarias tipo terapia de choque, y otra muy distinta lo que sigue, que es el mejoramiento continuo. El mejoramiento continuo requiere entidades que aprendan. Eso lo llaman gestión del conocimiento, que hemos reducido a gestión de archivos.
Cualquier persona jurídica está compuesta por personas de carne y hueso, que vienen y van. Si las de carne y hueso vienen y van, ¿cómo la entidad convierte en capital propio los aprendizajes de los éxitos y los fracasos históricos? ¿Cómo en el ejercicio del día a día puede acompañar sus acciones con medición de resultados, evaluación y reorientación de procesos?
El alcalde Galán invita a los ciudadanos a ahorrar agua en Bogotá. Foto:Archivo EL TIEMPO
En el año 1997 el derrumbe de uno de los túneles de Chingaza originó una emergencia. Los ingenieros del Acueducto comunicaron al alcalde Antanas Mockus que la iban a atender con un racionamiento de 12 horas diarias, distribuido en diferentes horarios por toda la ciudad. Mockus objetó: vamos a promover el ahorro. “Jajajajaja”, fue la respuesta de los ingenieros. “Ninguna ciudad ha logrado ahorrar más del 2%”. Como gobierno que inauguró la cultura ciudadana, Mockus no podía aceptar este dictamen. E insistió.
Comenzó la campaña con el anuncio de la crisis y con unos consejos de Mockus sobre cómo ahorrar agua. Durante los primeros días, ante el anuncio, el consumo creció un 2%. Muchos compraron grandes canecas plásticas para guardar agua por la amenaza de cortes. Luego el tal ahorro se estabilizó en casi el 0 %.
Cuando el equipo de cultura ciudadana se metió en el asunto, encontró en un sondeo que el 90 % de los bogotanos declararon estar ahorrando agua. ¿Cómo explicar la discrepancia entre esto y el escaso ahorro real? La explicación no estaba en la suposición de que los bogotanos mienten en las encuestas, ‘otra muestra de que Bogotá era la peor ciudad del mundo’, auto-descripción que encantaba a los medios y era alimentada por éstos.
En el sondeo siguiente se encontró que los ciudadanos estaban ahorrando agua, sí, pero siguiendo los consejos iniciales del alcalde, que eran absolutamente ineficientes para reducir el consumo.
"Al igual que con los consejos iniciales equivocados en 1997, si todos cumpliéramos con estas propuestas se ahorraría tan poco que no sería detectable". Foto:iStock
Hoy parece que estamos preparándonos para una emergencia: el niño, la niña, el cambio climático. Los incendios ayudan - sí, así pasa- a tener dispuestos a los ciudadanos. Entonces, el acueducto, supongo que entre otras acciones, envía un mensaje con consejos sobre economía del hachedosó: bañarse corto, cerrar la llave cuando nos lavemos los dientes, no lavar el auto con manguera, no regar con manguera los pastos. Al igual que con los consejos iniciales equivocados en 1997, si todos cumpliéramos con estas propuestas se ahorraría tan poco que no sería detectable.
¿Cuánto calcularon los técnicos que se ahorra siguiendo cada uno de los consejos? ¿Se debe el incremento de consumo a que a los bogotanos en enero nos dio por dejar abierta la llave del lavamanos mientras nos hacemos el aseo dental? En fin, la EAAB tiene la experiencia de haber conseguido que esta ciudad tuviera un récord mundial de ahorro de agua: un continuo 12 % durante meses, con algunos días de 16%, sin racionamiento. No debe quedar en archivo muerto.