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Un atracadero miserable | Voy y vuelvo
Las calles oscuras, los paraderos sin luces y las polisombras incrementan la inseguridad en la 68.
Las obras en el sector durarán unos 3 meses. Foto: IDU
Tenía la intención de escribir sobre el nuevo gabinete del presidente Petro y cómo este es fiel reflejo de lo que fue su equipo de cabecera en la alcaldía de Bogotá. Y sobre cómo esos nombres podrían influir en las decisiones de proyectos clave para la ciudad.
Por ejemplo, en el metro subterráneo, que claramente se ve venir, pues el ministro de Transporte, William Camargo, fue uno de los estructuradores de este durante su paso por el IDU. Mal haría en no acompañar al jefe de Estado en su intención de modificar el trazado aéreo que se construye.
O la ministra de Ambiente, Susana Muhamad, una de las más cercanas a Petro y quien lideró la oposición a Claudia López en el Concejo. Hoy, como titular de esa cartera, no se ha guardado sus comentarios acerca de la inconveniencia de la integración regional entre Bogotá y Cundinamarca, para citar un caso.
Pero abordaremos este asunto en otro momento porque lo que en realidad me ha conmovido es la historia de un grupo de pasajeros que fue asaltado el jueves a las 9:20 de la noche mientras se dirigían en un bus troncal (SITP 208) por la avenida 68 con carrera tercera, hacia barrios como El Recreo o Metrovivienda.
Tres sujetos los abordaron y despojaron de morrales y celulares. ¿Por qué los morrales? Porque ahora los ladrones saben que la gente carga aparatos viejos por si los atracan, pero los nuevos los portan en un morral. Iban con cuchillos y armas de fuego. Cuando acabaron su cometido, un carro Hyundai los recogió y se dieron a la fuga.
Para el 2023 las tarifas de transporte masivo quedaron fijadas a $2.950 para Transmilenio y $2.750 para el SITP. Foto:Mauricio León. Archivo EL TIEMPO
¿A quiénes asaltaron? A personas humildes, trabajadoras, jóvenes deportistas, padres de familia. Los criminales se llevaron los guayos de una menor que con esfuerzo los había comprado para su práctica de fútbol.
Se robaron el celular de una mujer que ayuda con la limpieza en una empresa y que le servía para ver las citas médicas de su madre que padece cáncer. Y le robaron los únicos 40.000 pesos que tenía entre una biblia, que también se llevaron. A pesar de que se opuso, hurtaron el celular y la billetera de un hombre que les gritó a los ladrones “prefiero que me maten a que me roben”.
Si no es por la intervención de su esposa, que lo convenció para que entregara las cosas, hoy podría estar herido o muerto. Y a otra mujer que les suplicó que no se le llevaran sus pocas cosas, pues la semana pasada ya la habían atracado en otro bus en la autopista Sur.
¿Cómo es posible que en estas vías con obras no haya luz? ¿Cómo es posible que los paraderos no sean visibles y seguros?
Y así se repite la historia: la gente sencilla, la que debe trabajar largas horas, la que se rebusca el sustento, la que debió esperar bajo la lluvia a que la hija llegara de estudiar a medianoche porque los hampones también se llevaron las llaves de su casa, están a merced de los delincuentes en Bogotá.
En este espacio he defendido las obras de la troncal de la 68. Y el manejo que se da a la movilidad. Pero lo que me cuentan estas personas es que en las noches las calles oscuras, los paraderos sin luces, las polisombras y la falta de policía convierten este corredor vial en un atracadero miserable. Entiendo a la alcaldesa cuando dice que detrás de estas polisombras hay 500.000 empleos, eso es plausible, pero también hay asaltantes.
¿Cómo es posible que en estas vías con obras no haya luz? ¿Cómo es posible que los paraderos no sean visibles y seguros? ¿Cómo es posible que sabiendo todo esto –porque no es el primer caso que se registra–, la Policía no haga patrullajes constantes?
Puede que el costo de las cosas para muchos no signifique nada, pero para estos ciudadanos unos guayos, un celular o el poco dinero que pudieran llevar valen mucho.
Y sí, todo es recuperable, lo que no se recupera es la tranquilidad, porque la humillación, la impotencia, el miedo y el pesimismo frente a lo que significa la ciudad quedan sembrados en el corazón de cada una de estas personas.