Voy y vuelvo | Sobre mascotas y parques

Tener un espacio privilegiado como este permite establecer una relación cercana con ustedes, los lectores. Más, incluso, que con las redes sociales, donde, si bien hay comentarios amables y llamados de atención severos que recibo con humildad, son mejores que los insultos y, lo más grave, la falta de argumentos que destilan otras plataformas. Muchos de ellos provenientes de las llamadas ‘bodegas’, cuyo único fin es esparcir odio. En cambio, cruzar palabras con el lector es otra cosa, porque hasta sugieren temas para tratar. Y hoy he decidido hacer eso.

Una amable lectora, Sandra, que tuvo a bien leer mi columna reciente donde llamaba la atención por el mal uso que se les está dando a las ciclorrutas y cómo muchos deportistas exponen su integridad al transitar por ellas, me propuso abordar el tema de las mascotas y su presencia en espacios públicos como los parques.

Dice ella, con buen tino, que los parques se han convertido en lugares prohibidos para la gente, particularmente para los niños. Y no solo por la presencia de mascotas que no llevan bozal o correa, sino porque un lugar que tiene como propósito el encuentro y la sana convivencia entre vecinos se ha transformado en paraje para que los perros orinen y defequen por doquier.

Yo tengo mascota. Y muchas veces la llevo al parque del barrio. Y, efectivamente, allí hace lo suyo. Y por más que uno trata de que el lugar quede limpio, pues... Y también veo a muchos niños compartiendo ese mismo espacio. Sí, hay un lugar exclusivo para ellos, donde están los columpios, rodaderos y demás. Los padres prefieren llevar allí a sus pequeños antes que dejarlos en el césped, por obvias razones.

Dicho esto, también he visto mascotas orinando al lado de los columpios o a sus dueños permitiéndoles subir y bajar por los rodaderos infantiles. Todo mal.

Sandra pone sobre el tapete un tema crucial: la convivencia entre las personas y los animales en espacios que se supone son de todos. Bogotá y otras ciudades se han convertido en urbes para mascotas. En mi conjunto hay familias con tres y cuatro perros en un apartamento. Y en el parque muchas veces pareciera haber más animales que vecinos. El frente de mi conjunto fue arreglado para sembrar plantas, pero hay fulanas que ni se sonrojan con que su mascota las pisen y hagan allí sus necesidades.

La convivencia con mascotas es hoy motivo de muchas querellas que se interponen ante los despachos judiciales. Esa relación, que luce aparentemente bonita, está generando conflictos entre vecinos que sienten que han perdido la batalla en casa y en el parque. “Atrás quedó la merienda al aire libre (pícnic), en los hermosos parques de la ciudad”, remata Sandra.

El tema hay que mirarlo con cuidado y mucha objetividad. Las mascotas son hoy la causa no solo de animalistas sino de los jóvenes, que las defienden a capa y espada. Gracias a ello han ganado espacios para que puedan ser llevadas en el transporte público, en aviones o puedan tener a centros comerciales y restaurantes. Y todo eso está bien.

El punto central es cómo resolver el dilema de si un parque es solo para mascotas. Si en aras de su libertad y condición pueden andar por todos los espacios disponibles y alejar a niños, niñas, jóvenes y adultos de esos lugares. La ciudad y sus autoridades deberían tomarse este asunto en serio. El parque, en su definición, es un lugar destinado para el esparcimiento de los habitantes, para hacer ejercicio, para recrearse, para disfrutar de un entorno más allá de la casa. Y, claro, para llevar a la mascota. Pero ¿es posible que las autoridades o la misma comunidad puedan delimitar espacios para unos y otros? En España sucede. Yo conocí un parque en el centro de Madrid que contaba con un cerramiento especial para que allí permanecieran las mascotas. Obviamente debían ser pacíficas, tener a sus cuidadores cerca, recoger los excrementos y demás. Contaban con arenera, depósito de agua, etc. El resto del espacio era para niños y familias que pasaban el día.

¿Muy difícil pensar en algo así? ¿La gente lo aceptaría? ¿Ustedes lo aceptarían? ¿No resulta mejor destinar un gran espacio para mascotas en un parque y no darles todo el parque? ¿Serviría de algo? Vale la pena dar la discusión.

ERNESTO CORTÉS FIERRO

Editor General

EL TIEMPO

@ernestocortes28