¿Has escuchado hablar de Mileva Maric? No me sorprendería que tu respuesta fuera ‘no’, porque hasta hace poco yo también la desconocía… Lo que sí debería impactarnos, dada la talla de sus aportes a la ciencia, es el hecho de que no sepamos más de ella.
Mileva fue una matemática serbia, esposa de Albert Einstein, a quien se le atribuye parte del desarrollo de la teoría de la relatividad, algunos aseguran que incluso en un 50 %. La razón por la cual él es considerado un pilar de la ciencia y ella no, cuando ambos asistieron a la misma escuela y trabajaron hombro a hombro en las publicaciones bajo el nombre de Einstein, se resume, tristemente, en un simple asunto de género.
Piensa en las grandes historias de genios como él, que incluso han sido llevadas al
cine: Stephen Hawking, John Forbes Nash, Alan Turing o, recientemente, Edison y Tesla… ¿Dónde están las mujeres? No es que no haya habido mujeres genio, claro está, sino que por siglos se han quedado rezagadas y confinadas en la casa con los niños, dejando de lado sus capacidades -como le sucedió a Mileva-, y aún hoy luchan en todo el mundo por un escenario más justo. Tuvimos que esperar hasta la década pasada para descubrir talentos como el de la señora Einstein o el de las llamadas ‘computadoras humanas’, un grupo de científicas afroamericanas que calculaban la trayectoria de las naves de la NASA para poner al hombre en la Luna.
Todos sabemos que Neil Armstrong fue el primer hombre en pisarla; pero ¿quién sabe de Katherine Goble Johnson, Dorothy Vaughan y Mary Jackson, que lo llevaron allí?Como
hombre, no puedo imaginar lo frustrante que debe de ser vivir en el lado rosa y tener que luchar contra la corriente por los mismos derechos y posibilidades de los que en el lado azul han disfrutado desde siempre; por eso, en el mes que conmemora la lucha por la igualdad de la
mujer, es necesario reflexionar: ¿Qué podemos hacer para equilibrar la balanza? Por sus descubrimientos en el campo de la radiación, Pierre y Marie Curie ganaron un Nobel en 1903; pero, en un principio, el comité de los premios solo quería reconocer a Pierre por el hecho de ser hombre. É
l defendió a su esposa diciendo que no recibiría el honor si no reconocían el trabajo de ella, y fue así como ambos nombres pudieron pasar a la historia. Necesitamos más Pierres en este mundo: hombres valientes, inmunes a la intimidación, que sepan que aplaudir el talento femenino no disminuye el masculino. También necesitamos más Maries: mujeres que no se dobleguen y que demanden este comportamiento de sus parejas y de sus empleadores.Quizá no todos los hombres nos encontremos en la posición de hacer justicia a una mujer en nuestra aceptación del Nobel algún día; pero sí nos encontramos en ventaja para ayudarlas en su lucha de equidad a diario, empezando por la casa y el trabajo. Tengo varios colegas que llaman a sus jefas ‘intensas y cansonas’ y a sus jefes ‘seguros’ por mostrar la misma determinación; así caen en un círculo de estándares dobles. Todo comienza ahí. ¿Qué hay de malo en tener una jefa? ¿Qué importa si la esposa gana más? ¿Qué problema hay en preparar la comida mientras ella va al trabajo? ¿Por qué no aceptar que alguien del sexo femenino puede tener el mismo o más talento que nosotros para cierta labor? Estas acciones, en apariencia mundanas, son las que algún día les darán su lugar en la historia a las Milevas del mundo.
Darle reconocimiento también es dejar de lado tu hombría ‘herida’ para no recriminarla por sus éxitos o porque ella gana más que tú.
MR. DARCY