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El drama de 10 hijos que encontraron a su madre perdida por 37 años
Hijos de la madre extraviada temen que pierda el subsidio de adulto mayor al regresar a Manatí.
La señora Cándida recibía el apoyo de vecinos del cambuche que había armado en una esquina. Foto: Cortesía
Una publicación de EL TIEMPO acabó con 37 años que duró la búsqueda de una decena de hijos por su madre Cándida Paulina Araújo. Es una dramática historia que, pese a tener un reencuentro emotivo en días pasados, todavía no llega a un final feliz.
Era 1983 y el barrio San Roque de Barranquilla se destacaba por llamativos espacios arquitectónicos propios de la época. En esa zona trabajaba la señora Araújo de Escorcia, quien se desempeñaba en oficios varios en el interior de una pensión que hoy está transformada en un taller mecánico.
Las complejas condiciones económicas por las que pasaba la familia Escorcia Araújo la llevaron a establecerse del todo en el lugar, donde recibía la visita de sus 10 retoños en la medida de lo posible, especialmente la de Nicanor Alfonso y el menor de los hermanos, quienes eran los más recurrentes.
Se trataba del plan preferido de cada ocho días y no era para menos si el objetivo era ver a la mujer que les dio la vida hacia en ese entonces un poco más una década. La misma mujer del cabello rubio y largo, alta, piel blanca y de ojos azules, pero que a la vez escondía una tristeza que prefirió no expresar delante de sus seres queridos.
Me vio, hablamos, sí la encontré bastante triste. Me contaron que había llorado bastante. De pronto por la situación.
Por el contrario, decidió expulsar esa tristeza alejándose a donde nadie supiera de ella, ni siquiera la amiga con la que vivía, quizás para que no diera razón de ella a sus allegados cuando le fueran a buscar en una visita.
Entonces recordó Nicanor Alfonso que la última vez que la había visto fue un primero de enero, en medio de las celebraciones de año nuevo. Y reconoció quien aquella vez tenía 14 años, acompañado de su hermano de 24 meses de nacido, que la notó triste, desentonando así con el ambiente festivo del momento.
“Me vio, hablamos, sí la encontré bastante triste. Me contaron que había llorado bastante. De pronto por la situación. Me ausenté un mes, porque me llevaron a donde mi abuela y, cuando regresé, me enteré que ella se fue”, dijo el hombre ahora con 51 años.
Esta era la única foto que tenía la familia de ella. Es del año 1979. Foto:Cortesía
Traer a la memoria esos aconteceres le pausa el relato a Nicanor, quien lo comparte a través de una llamada proveniente desde Bogotá. Era un adolescente que había recibido la noticia de que su madre de 36 años, en ese entonces, había desaparecido sin dejar huella.
Por lo anterior, emprendió junto con sus hermanos una búsqueda sin descanso y solo llegaban rumores a oídos de la familia Escorcia Araújo: que la vieron en Islas Margaritas (Venezuela), que la avistaron trabajando en la capital del país, que había regresado a Barranquilla. En todas se alarmaron por saber de ella, pero en ninguna ocasión hubo un encuentro, por lo que nunca pudieron comprobar si eran verdad o mentira aquellos recados de conocidos.
Incluso, la búsqueda tocó a una nueva generación de la familia. Precisamente a Karen Maza Escorcia, hija de la mayor de los hermanos, quien nació en medio de ese plan inagotable por localizar a su abuela.
Mi mamá siempre decía que ella no estaba muerta, pero se imaginaba que donde ella se ubicaba no podía regresar, alguien la tenía retenida, que de pronto tenía algún problema mental
Así fue el reencuentro esperado
“Mi mamá siempre decía que ella no estaba muerta, pero se imaginaba que donde ella se ubicaba no podía regresar, alguien la tenía retenida, que de pronto tenía algún problema mental o que estaba internada en algún centro geriátrico. Mi mamá siempre decía que mi abuela estaba viva”, dijo Maza Escorcia, quien vio la luz de la vida cuando se cumplían dos años de la desaparición de la familiar.
Por eso, persistieron en la búsqueda, nunca bajaron los brazos y menos a finales de septiembre pasado, cuando vieron a la señora Cándida Paulina en un reporte de EL TIEMPO, que indicaba que la iban a desalojar de un cambuche que tenía armado en una esquina del barrio San Jorge Sur, de Bogotá.
¡Hubo alegría ese día! No perdieron más tiempo y Nicanor Alfonso y Karen Maza se embarcaron en el primer bus disponible de la noche del 30 de septiembre en la terminal metropolitana de transporte y, 19 horas después de cruzar medio país, llegaron a las 8 de la mañana del primero de octubre a Bogotá.
Se puso a llorar, nos abrazó, nos dijo que eso no era culpa de ella que se había ido, que lo hizo involuntariamente, que se la llevaron obligada
Fueron 37 años y nueve meses exactos para que Nicanor Alfonso volviera a ver a su madre, cara a cara. Una visita, pero no una más de esas que hacían en San Roque, en Barranquilla, sino una visita especial en medio del frío, de una tierra desconocida para el hombre y para Karen, y un reencuentro del cual se desprendieron descubrimientos, preguntas, respuestas y más drama.
“Se puso a llorar, nos abrazó, nos dijo que eso no era culpa de ella que se había ido, que lo hizo involuntariamente, que se la llevaron obligada, y así… Dice que se la llevaron dopada en un bus”, indicó Nicanor con voz entre cortada.
De ese reencuentro han pasado dos semanas y la intención era regresar con ella a su tierra natal lo más pronto posible, pero no contaban con los recursos. Hasta que la vecina Nellys, quien impulsó ese reencuentro, y la comunidad del San Jorge reunieron el dinero para el viaje de regreso.
El cambuche donde vive Cándida era el primer piso de una edificación residencial de Bogotá. Foto:Cortesía
Mientras sumaban la cantidad suficiente para el traslado, las videollamadas volvieron a conectar a los hermanos Escorcia Araújo y a la señora Cándida Paulina. Estaban todos, menos una persona. ¿Recuerdan al hermano menor de dos años que iba a hacer la visita con Nicanor entre 1981 y 1983? Falleció a los 27 años sin saber dónde estaba su madre.
Además, como si fuera poco, cuenta Nicanor Escorcia que la señora de 73 años se ha opuesto a regresar. Desea quedarse en Bogotá y sus hijos se ven obligados a llevarla de regreso, ante su condición mental: le diagnosticaron trastorno bipolar con episodio hipomaniaco.
“Debe ser por todo lo que ha vivido. Algunas veces está bien y habla con nosotros, y de pronto otras veces se dirige con groserías”, explicó Nicanor.
Asimismo, mientras organizan el viaje de regreso para este domingo, también están preocupados por el subsidio de adulto mayor del cual la señora Cándida es beneficiaria en Bogotá, gracias a la gestión de los vecinos, pero que al trasladarla a Manatí (Atlántico), donde buscan realizarle el tratamiento y donde vive su hija mayor, perdería dicho beneficio.
“Tengo entendido que esas esperas para beneficiarios se hacen largas. Entonces queremos saber si los encargados nos pueden ayudar a agilizar ese beneficio desde Manatí”, manifestó Karen Maza.
Es la última solicitud que hacen y que quieren que su mensaje llegue a los organismos correspondientes, para que esta historia, tan dramática como emotiva, por fin tenga un final feliz después de 37 años.