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La matrona que pagó sus estudios y los de su hija vendiendo fritos en Barranquilla
Enfermera recuerda que debía correr por Espacio Público. Hoy es protagonista de feria gastronómica.
Yomaira tiene clientes fieles en Barrio Abajo. Foto: Vanexa Romero / EL TIEMPO
Hay fiesta en la cocina cada vez que la matrona Yomaira Herrera Cassiani se mete en el ‘cuento’, los tambores que retumban en las esquinas de San Basilio de Palenque, tierra de su familia paterna, ponen el ambiente en su mente al momento de calentar el aceite.
Minutos después, su sazón se convierte en arte con una arepa de huevo hecha por esta mujer que, para la gastronomía, ahora es un estandarte. Para contar su presente, hay que empezar por su pasado y eso no es caso aparte.
Mis padres nos enseñaron las costumbres de allá y nosotros hemos seguido ese legado. Éramos 10, trabajábamos cinco en la mañana y cinco en la tarde
Nació hace 53 años en el Barrio Abajo, de Barranquilla. Su mamá también era del departamento de Bolívar, más exactamente del municipio de San Cayetano. Hasta que se trasladaron a la capital de Atlántico, donde nacieron los 10 hijos.
Su gusto por demostrar amor a través de un plato de comida bien cocinado empezó precisamente gracias a su madre, quien los crio instruyéndolos en la preparación de bollos, buñuelos de mazorca, mazamorra, dulces y alegrías, según la temporada.
“Mis padres nos enseñaron las costumbres de allá y nosotros hemos seguido ese legado. Éramos 10, trabajábamos cinco en la mañana y cinco en la tarde en la microempresa de buñuelos. Iniciaba un grupo en la mañana y terminábamos a mediodía. El que llegaba del colegio a mediodía se quitaba el uniforme y seguía el trabajo del que empezó en la mañana”, cuenta Yomaira.
De los hermanos, ella continuó por ese camino, tras aprender a cocinar en fogón de leña y luego en carbón. Está hablando de hace 35 años, cuando los recursos eran limitados para producir a gran escala.
Especialista en las frituras
Fue así como se hizo especialista en el sancocho y las frituras, a tal punto de llegar a hacer 60 empanadas, 60 caribañolas, 60 arepas de huevo en promedio diario, logrando vender el total con pedidos entre semana y con punto físico los fines de semana.
“Te digo algo: todos mis platos, para mí, son deliciosos, porque los cocino con el mismo amor, con el mismo empeño. Es como tener 10 hijos y decir que se quiere más a uno que al otro. Todos mis platos son deliciosos y los ofrezco con el mismo entusiasmo. Por eso todos son especiales”, asegura.
Por eso goza cuando se mete a la cocina, sin importar que le toque amanecer ahí, baila al compás de la música que suene en la emisora y se viste para la ocasión: con blusa y pantalones cortos, además de un turbante. Todo colorido, hasta la palangana que contiene los ingredientes.
La autora de estas creaciones se capacitó en manipulación de alimentos. Foto:Vanexa Romero / EL TIEMPO
A ese ritmo ya lleva 25 años siendo una trabajadora independiente, luchando bajo el sol y la lluvia por los callejones de este barrio alegre, con ADN de Carnaval, que ha visto cómo Yomaira sale ininterrumpidamente con su refractario de madera, sin vitrina, para llevar el sustento a casa y estudiar.
“Salí embarazada y tuve a mi hija. Con el negocio pagaba todas las cosas, pero quería darle un mejor futuro a ella y empecé a estudiar Enfermería”, relata Yomaira, quien antes de entrar a los años 90’s ya era madre soltera y eso, en vez de echarla a la pena, la llenó de fuerza.
Por lo anterior, debió ‘multiplicarse’ con el cuidado de la menor, sus asistencias a clases y los turnos en la venta de fritos, que tuvo que optimizar para que rindiera y así poderse costear la carrera.
Lo que le debe a la cocina
Si no hubiese sido por la cocina, no hubiese podido estudiar, porque solamente con el trabajo de enfermera no podía
Fueron dos años entre libros, trasnochadas, madrugadas y ‘corre – corre’, pero nunca decayó, ni siquiera durante el periodo de pasantías, hasta donde llevó su menú y lo compartió con médicos y enfermeros.
“Hice mis prácticas, gracias a Dios conté con buenos profesionales que me ayudaron y conseguí trabajo, pero alternaba con el negocio de los fritos. Me iba a trabajar y, antes de trabajar, dejaba preparado. Y cuando llegaba en la mañana, seguía abrir el negocio. Cuando la hija mía pasó los 15 (años), ella abría el negocio con una muchacha que me ayudaba”, recuerda.
Sus preparaciones gustaron tanto en el gremio de la salud, que ganó clientes fijos, entre ellos un médico que siempre le pedía el mismo arroz, con carne, pollo, cerdo y chorizo, además de bastante vegetal. Era tan deseado por el galeno, que ella terminó nombrando el plato como el ‘Doctor Páez’.
“Si no hubiese sido por la cocina, no hubiese podido estudiar, porque solamente con el trabajo de enfermera no podía. Usted sabe que los hospitales pagan atrasado, cuando querían pagarle el mes a uno, ya le debían hasta cinco. Entonces la cocina me ayudó a despegar, porque era una plata que veía enseguida”, dice Herrera.
El suceso que genera lágrimas en Yomaira
Yomaira Herrera es protagonista en Sabor Barranquilla. Foto:Vanexa Romero / EL TIEMPO
Me deprimí. Eso fue algo… O sea, que a veces lo cuento y me pongo triste
Pero no todo fue ‘color de rosa’, según expresa la matrona de Barrio Abajo, pues en varias ocasiones debió correr para evitar que Espacio Público le arrebatara el proyecto que le daba de comer a ella y a su hija. Momentos “tan duros”, que no puede evitar llorar al recordarlos.
“Vendía en las esquinas, pero eso fue algo tremendo. Espacio Público nos quitaba, eso fue una lucha. Me pasaron una carta que ya no podía estar. Yo vivía de eso y fue para mí un caos, porque me deprimí. Eso fue algo… O sea, que a veces lo cuento y me pongo triste”, afirma la mujer entre lágrimas.
Era un drama que vivía. Debió trasladar las ventas a la casa de su mamá, pero, al ser un espacio que poco frecuentaban los transeúntes, los ingresos cayeron a un 30 por ciento, según las cifras que registra.
No obstante, Herrera pudo sostenerse, logró conseguir una vitrina y, como si fuera poco, darle los estudios a su única hija en el programa de Odontología de una universidad privada de Barranquilla.
“Ella ahora mismo es odontóloga, tiene su consultorio, gracias a Dios, y es un vivo ejemplo a seguir. Sabe hacer fritos, hace empanada, caribañolas y me ayuda. A veces la gente dice que si a ella no le da pena, porque es una profesional. No le da pena, porque nació de ahí y sus estudios se los pagué con eso. Hay gente muy indiscreta”, señala la mujer.
La protagonista en Sabor Barranquilla
Este año, en Sabor Barranquilla, las matronas somos las protagonistas. Somos patrimonio y vamos a compartir los saberes de la cocina
La odontóloga se graduó hace nueve años, el mismo tiempo que tiene la madre de Yomaira de haber partido de este mundo. Hoy, la cocinera es madre soltera, abuela de una menor de 5 años y enfermera.
Si eso no es suficiente, añade que ha perfeccionado su participación en la cocina con talleres de capacitación en manipulación de alimentos. Atrás quedaron las correndillas por el Espacio Público, en la actualidad, es invitada a ferias gastronómicas y sus comidas son solicitadas en bufetes.
Ha pasado por Sabor Bajero y entre el 24 y el 27 de agosto se estrenará como protagonista en Sabor Barranquilla, donde representará la cocina tradicional con pasteles, hayacas y picadas, además de los fritos.
“Este año, en Sabor Barranquilla, las matronas somos las protagonistas. Somos patrimonio y vamos a compartir los saberes de la cocina. Ahí uno aprende, conoce mucho y es una ventana para que las personas conozcan nuestros productos”, cierra Yomaira.
En la cocina, esta matrona encuentra alegría. En ella vio la oportunidad de estudiar Enfermería y a su hija la llevó a prepararse en la Odontología. Por eso, cada vez que enciende el fogón, vive una fiesta día tras día.