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Un payaso es el ‘ángel’ de las personas en condición de discapacidad en Barranquilla

Ojitos Show repara sillas de rueda, caminadoras y muletas con llantas de bicicleta y otros desechos.

Allegados y ciudadanos destacan la labor del payaso altruista, quien visita a diario su taller.

Allegados y ciudadanos destacan la labor del payaso altruista, quien visita a diario su taller. Foto: Agencia Kronos

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Roberto Altamar se convirtió en la esperanza de quienes perdieron la ilusión. En Barranquilla, personas en condición de discapacidad dicen haber conocido en el magdalenense a ese “ángel” que les permitió movilizarse nuevamente.
Ese es su nombre completo, con un solo apellido se identifica en la cédula. Hace un lustro, cuando ya contaba con 45 años de edad, fue que vino a conocer a su padre. Mientras tanto, creció sin su presencia.
Con mi carrera artística como Ojitos Show, le colaboraba a varias Fundaciones. Me enamoré de las obras sociales que realizábamos cada día
No obstante, asegura que, con su madre, tuvo suficiente amor desde el mismo momento en que ella lo registró con su apellido en solitario. Y así mismo los sacó adelante a él y a sus siete hermanos.
Ahora, fue tanto el cariño, que Altamar tiene hasta para regalar en gestos representados con labores sociales, sacando sonrisas a comunidades vulnerables, con las ocurrencias del payaso Ojitos Show, y con las habilidades que adquirió para reparar sillas de ruedas, caminadoras y muletas.
“Con mi carrera artística como Ojitos Show, le colaboraba a varias Fundaciones. Me enamoré de las obras sociales que realizábamos cada día. En la iglesia donde me congrego, los pastores me decían ‘Robert, si tú eres el personaje central de la Fundación donde estás, ¿Por qué no formas tu propia Fundación?’ Ahí se me vino la idea, me reuní con mi grupo de trabajo y formamos la Fundación Ojitos con Amor”, recuerda el hombre.
Hace seis años, en medio de esas campañas con las que alegra los días de grandes y chicos, un patrullero de la Policía Nacional se le acercó y le sugirió el proyecto para reparar sillas de rueda y demás recursos que son de difícil para las personas con discapacidad.
Roberto Altamar sueña con ampliar el taller para llegar a más comunidades vulnerables.

Roberto Altamar sueña con ampliar el taller para llegar a más comunidades vulnerables. Foto:Agencia Kronos

Reciclamos potes plásticos, tapas plásticas, hierro, aluminio, cobre y con eso compramos las sillas dañadas
“Comencé a trabajar en este listo proyecto, reciclamos potes plásticos, tapas plásticas, hierro, aluminio, cobre y con eso compramos las sillas dañadas a las chatarrerías, a las personas que donan. Ahí empezamos a arreglarlas, a pintarlas y comenzamos a ayudar a quienes más las necesitan”, cuenta Altamar, oriundo del corregimiento de Paraíso, en el municipio de Pivijay (Magdalena).
Si bien no nació en Barranquilla, se siente un barranquillero más, pues desde los 8 años llegó a la ‘Arenosa’ con su mamá y sus hermanos, viviendo desde entonces en el barrio La Alboraya, de la localidad Metropolitana.
Desde allá se dirige todos los días al norte de la ciudad para rebuscarse con su negocio de jugos naturales y fritos, que es su fuente de ingresos para llevar el sustento a su esposa, dos hijos y dos nietos.

Ha donado más de 30 sillas de rueda

Pero también para mantener el proyecto sin ánimo de lucro que ha puesto a caminar a quienes presentan problemas de salud. Ese es el recurso con el que cuenta Altamar, el cual ‘alimenta’ a diario con su propia voluntad.
“Yo soy necio y comencé a reparar, porque me cobraban por los arreglos de las sillas. Entonces compré mis herramientas, lo que es pulidora, taladro, llaves, las desarmé, las armé y les cambio las balineras. Gracias a Dios, hoy en día, me he vuelto un profesional reparando sillas de rueda”, manifiesta entre risas.
Con la práctica ya adquirida, señala que le demanda dos días dejar como nueva uno de estos elementos. Si cuenta con las herramientas requeridas, la lija, la pinta, reemplazándole el tapete del asiento, las balineras y adaptando hasta llantas de bicicletas en la silla de rueda.
Cualquier desecho le sirve al momento de reparar estos elementos, según cuenta.

Cualquier desecho le sirve al momento de reparar estos elementos, según cuenta. Foto:Agencia Kronos

Es así como, en seis años, la Fundación Ojitos con Amor contabiliza la donación de 38 sillas de rueda, ocho pares de muletas y seis caminadores a personas que lo requieran.
“También hay personas que, si se les daña la silla de ruedas, nos piden el favor de repararlas. Vamos allá a sus casas, se la reparamos y eso lo hacemos sin ningún costo. La idea de nosotros es conseguir una ayuda para ampliar nuestro propio taller, para fabricar las sillas de rueda y así ayudar a más personas”, apunta el ciudadano.

Una sorpresa en el barrio Rebolo

Roberto Altamar, mejor conocido como 'Ojitos Show'.

Roberto Altamar, mejor conocido como 'Ojitos Show'. Foto:Agencia Kronos

Ir a una casa donde hay una persona tirada en una mecedora o en una silla plástica y están necesitando una silla de ruedas
Una de las beneficiarias más recientes fue una joven, de 30 años, en el popular barrio Rebolo, suroriente de Barranquilla. Durante un culto, Roberto Altamar y sus compañeros la sorprendieron con una silla de ruedas en buenas condiciones.
De la alegría, no expresaba palabra alguna, pero la sonrisa en su rostro lo decía todo. Su emoción, que se confundía entre los aplausos de los presentes en el salón, por fin le permitió hablar: “¡Gracias!”.
Ante la dificultad en sus piernas, no puede caminar. Por eso, minutos antes había llegado cargada en compañía de un familiar. Ambos se congregan en esta comunidad. Pero, cuando la joven volvió a cruzar esa puerta, lo hizo por sus propios medios con la ayuda de una silla de ruedas recién reparada.
Altamar señala que la alegría de ella y de decenas de ciudadanos que ha beneficiado la Fundación en estos seis años es su recompensa. Ahora es él el que se dejó contagiar de la emoción y el llanto le gana la batalla.
“Me llena. Me llena mucho. Y me impulsa más para seguir adelante. Son cosas que a uno lo llena de nostalgia, ir a una casa donde hay una persona tirada en una mecedora o en una silla plástica y están necesitando una silla de ruedas que vale mucha plata ahora mismo. Dios nos utiliza para hacer esas obras”, asegura entre sollozos.
Edwis es ayudante de Ojitos Show en el taller.

Edwis es ayudante de Ojitos Show en el taller. Foto:Agencia Kronos

La emotiva anécdota de Roberto Altamar

Entre tantas anécdotas, recuerda la vez que una niña, de 14 años, necesitaba una silla de ruedas, pero la Fundación no tenía. Como solución, le compraron una silla tubular a un chatarrero. Le cortaron los tubos, le adaptaron llantas y cojines hasta dejarla como una silla de ruedas.
“La sorpresa que me llevé: yo llevo la silla y la niña le habían donado dos sillas nuevecitas. Y me dice: ‘Señor Roberto, personas como usted merecen que las ayuden. Me trajeron dos sillas, yo le voy a donar una y la silla que usted me trae a mí se la voy a recibir de corazón. Tengo una silla nueva, pero yo quiero la que me trajo usted’. Son anécdotas que marcan a uno. Todo el que da, recibe”, relata el hombre.
En ese sentido, Roberto Altamar se ilusiona con poder ampliar el taller donde tiene la ‘clínica’ de sillas de ruedas, muletas y caminadoras, por medio de la solidaridad de los ciudadanos.
De igual manera, a través de las redes sociales de Ojitos con Amor, sigue recibiendo no solo donaciones, sino también a aquellos que necesiten uno de estos elementos para movilizarse por ese camino lleno de ilusión.

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Deivis López Ortega
Corresponsal de EL TIEMPO - Barranquilla
En X: @DeJhoLopez
Escríbeme a [email protected]

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